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Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Barroco y tabula rasa o de la poesía poblana actual
Ricardo Yáñez entrevista con Alejandro Palma
Caras vemos,
sueños no sabemos
Emiliano Becerril
Dos prendas
Leandro Arellano
Un sueño de manos rojas
Bram Stoker
Kennedy Toole,
el infeliz burlón
Ricardo Guzmán Wolffer
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Felipe Garrido
Sueños
Cuando yo era niña mis tíos vivían ya en el malpaís. En una cueva, detrás de su casa, decían, se quejaba el muerto. Yo nunca lo oí. Lo que sí vi fue cuando Abel, el mayor de mis primos, se puso a escarbar para plantar un pino, y se encontró unos huesos. Un esqueleto, me contaron, porque yo no me quedé a ver cómo los sacaban; diez años habré tenido. Supe después que Abel empezó a tener pesadillas; soñaba que el muerto le decía dónde había dinero y empezó a escarbar por todos lados. Se metía a los terrenos de los vecinos, se enojaba cuando lo sacaban, se fue volviendo más y más violento; feroz se ponía... Hasta que tuvieron que llevárselo. Lo encerraron en un manicomio; un día iba a lastimar a alguien, o alguien lo iba a matar. Años después falleció, allá en el hospital donde estaba. Le pusieron en el féretro unos huesos de los que encontró. Dijeron que había sido como si hubieran venido por él. Luego fue mi hermano Alberto el que comenzó a soñar. |