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Para Rogelio Guedea
Cuando mi abuelo paterno enfermó y padeció el infierno de ser hospitalizado en el Instituto Mexicano del Seguro Social, tuve la oportunidad de estar cerca de él en sus últimos días. En los momentos en los que estuvo bajo mi cuidado pude percibir cómo las horas pasaban lentas, arrastrándose por los pasillos de aquel indolente sitio. En medio de la angustia y la incertidumbre sólo un asidero: un par de libros de Juan de Dios Peza, de quien, por encargo de un amigo, escribiría un ensayo acerca de su obra. El hecho no me pareció una coincidencia pues la poesía me mostraba con su inagotable lámpara, una vez más, un camino para la comprensión de lo que llamo vida.
Aunque en la infancia había tenido contacto con los poemas de Juan de Dios Peza (mi hermana los recitaba de memoria), ahora se presentaban ante mí desde una perspectiva emocional diferente, desde la zozobra expresada en el poema “Cambio de nombre” que Peza dedica a su primogénita: “¿Cuál es tu porvenir? Si Dios me diera/ poder para mirar futuro día/ y tenebroso tu horizonte viera,/ llorando, a Dios tu muerte pediría.”
Leyendo detenidamente a Peza caí en la cuenta de que se le ha clasificado, injustamente, como “el poeta del hogar”, por ser éste su tema más conocido. Sin embargo, no es cierta esta afirmación que, con el paso de los años, ha ganado el carácter de verdad. Los temas que Juan de Dios Peza abordó son variados. Él mismo, en su nota introductoria a Flores del alma y versos festivos lamentó no haber podido compilar temáticamente sus obras: “No he podido reunir como deseaba en un solo volumen las amatorias, en otro las filosóficas, en distinto las patrióticas y en uno especial las festivas.” También se le reprocha ser un poeta popular, pero creo que esta acusación, bien vista, es una virtud, porque su escritura aportó a la poesía mexicana una gran carga de tono coloquial y conversacional, sacudiéndola así de una dinámica literaria que buscaba en la lengua culta la única vía de expresión poética. Sus libros Romances, Leyendas y tradiciones y Monólogos dan cuenta de la gran capacidad que Peza tenía para versificar y relatar, a través de la poesía, escenas de la vida diaria así como largas reflexiones derivadas de su capacidad contemplativa.
Juan de Dios Peza no se conformó con los tópicos que dominaba. En el poema “En las ruinas de Mitla” leemos a un autor que incursiona en temas como el paisaje, donde se revelan la atmósfera e identidad de una geografía mítica: “Despojo de lo ignorado,/ busca un trono la hoja seca/ en la mutilada greca/ del frontón desportillado./ Al penate derribado/ la ortiga encubre y escuda,/ ya socavó mano ruda/ la perdurable muralla…/ Viajero: medita y calla…/ ¡Lo insondable nos saluda!” Mitla, el lugar al que van a descansar los muertos, ese mismo sitio al que fue mi abuelo acompañado de los versos de Juan de Dios Peza.
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