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Germaine Gómez Haro
El sincretismo cultural
en los mapas novohispanos
En el Archivo General de la Nación (AGN) se presenta actualmente y hasta el 2 de marzo de 2012 la exhibición titulada La cosmovisión indígena en los mapas novohispanos, una fascinante muestra integrada por unos sesenta mapas pictográficos de los siglos XVI al XVIII que conmemora la reciente inclusión de la colección de más de trescientas piezas pertenecientes al acervo de esta institución al programa Memoria del Mundo de la unesco. Esta muestra resulta de gran interés por tratarse de piezas que difícilmente se pueden ver en exposiciones y mucho menos en un conjunto tan nutrido que permite al espectador hacerse una idea general de los diferentes estilos y convenciones gráficas que se desarrollaron a lo largo del período colonial en pinturas de este género, cuya elaboración comenzó recién consumada la Conquista. Dado que estas pinturas fueron concebidas como documentos cuya finalidad era hacer constar litigios y conflictos de tierras y propiedades, ya sea entre los propios nativos o bien entre indígenas y españoles, en términos generales no se las ha considerado como “obras artísticas“ en comparación con los códices prehispánicos o con la pintura colonial de tema religioso o civil.
“Los tlacuilos escriben pintando o pintan escribiendo”, sostiene Joaquín Galarza, uno de los máximos investigadores mexicanos de documentos prehispánicos y coloniales, quien allá en la década de los sesenta comenzó a desarrollar un “método de análisis sistemático y exhaustivo de los elementos mínimos” para llevar a cabo un estudio etnológico de la imagen mesoamericana que se extiende a la pintura mural e inclusive a la escultura. Galarza fue pionero en la valoración del contenido plástico de los códices y mapas novohispanos, los cuales, además de ser escritura, presentan una riqueza visual per se, dada la destreza y profundo conocimiento que los indígenas tenían en materia del ejercicio pictórico. Así, pues, el científico sostuvo la tesis de que se podía leer estos documentos más allá de una mera interpretación, tomando en cuenta que el significado de los elementos glíficos y de los dibujos e imágenes forman parte integral de la composición y tienen un significado específico dentro del “texto“ o composición pictórica. Hace muchos años, quien esto escribe realizó como tesis de licenciatura el estudio del Lienzo de Quetzpalan, un manuscrito cartográfico del siglo XVI. En dicho estudio se tuvo la oportunidad de exponer la pieza como documento histórico a través de su lectura siguiendo el método de Galarza, y también de analizarla como una obra artística de una gran riqueza visual. Desde mi óptica, por la correspondencia entre la imagen y la palabra, los mapas novohispanos cuentan con esa doble virtud de ser importantes por el contenido que puede ser leído, y admirados por la belleza de sus formas y composiciones que los pintores novohispanos herederos de los tlacuilos imprimían de una manera personal, a pesar de que existían convenciones específicas para la representación de los elementos glíficos, y una insistencia por parte de las autoridades en apegarse a los cánones de la pintura occidental. Los mapas novohispanos que se pueden ver en el agn son la muestra clara del sincretismo cultural que se dio a lo largo del período virreinal, y que constituye uno de los capítulos más misteriosos y fascinantes de la historia de nuestra pintura antigua.
Durante el proceso de aculturación nace la costumbre de acompañar al glifo indígena de una glosa en caracteres latinos para facilitar su interpretación. Aparte de servir como documentos de índole económico e histórico, los mapas indígenas coloniales fueron fundamentales en la descripción de la sociedad que estaba emergiendo, así como un espejo de los diversos parajes geográficos que consignaron. En muchas piezas se conservan los viejos símbolos de representación de los ríos, manantiales, montañas, caminos y veredas, y se incorporan nuevos dibujos que dan cuenta de los elementos recién introducidos por la Colonia: iglesias, estancias y haciendas, corrales, carretas, etcétera. En la muestra se aprecia la gradual transición del dibujo indígena tradicional al escorzo occidental, y de la representación cosmogónica del mundo a la visión naturalista del paisaje terrenal.
Por su belleza plástica y por la valiosa información que encierra su contenido, los mapas novohispanos constituyen un punto medular dentro del nuestro patrimonio cultural del México antiguo, y esta afortunada exposición da cuenta de ello.
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