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Bitácora Bifronte
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Un campanero de
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Roger Vilar
Puerto Rico, autonomía universitaria y dominación colonial
Héctor Lerín Rueda
La revolución de
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La movilización de
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David Fernández
El 15M: la hora del despertar
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Para entender el 15M
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La movilización de los desplazados
David Fernández*
Dada la acumulación de pruebas no hay hipótesis más verosímil que la realidad
Jean Baudrillard
Barcelona, 15 de mayo, vigilias indignadas. En las tangentes de Plaça Catalunya, cincuenta y nueve personas autoconvocadas en red arrancan una acampada que, en apenas horas, deviene ágora del malestar social, asamblea de indignaciones acumuladas y espacio civil de deliberación ininterrumpida.
Cincuenta y nueve jóvenes iniciales que irrumpen en campaña electoral –finiquitándola–, desafían al poder y en menos de una semana activan a miles en centenares de acampadas y “otra campaña”: la que exige democracia real ya. Miles de voces contra la crisis, al margen de partidos oficiales, de estructuras burocratizadas, de canales establecidos. Miles autoorganizados en red que son 50 mil el 27 de mayo, para protestar ante un intento baldío de desalojo policial. Y que el 19 de junio suman 200 mil tomando la calle, para demostrar que la era de la mordaza informativa y la hegemonía feudal neoliberal ya no son necesariamente infranqueables ni invencibles. Con cierta alma griega y algo de espíritu egipcio-tunecino, miles se conjuran ante la doctrina del shock neoliberal que denunciase Naomi Klein. Levantan la mano. Alzan la voz. Suman y agregan. Multiplican. Desobedecen.
Recapitulemos, pues, y rebobinemos ocho semanas. Cuándo en apenas horas, en apenas días, miles de personas toman plazas, debaten de nuevo, aprenden otra vez. Instinto de apoyo mutuo, se reconocen las unas a las otras. Indignadas. Repolitizadas a pie de calle, no a pie de urna. Náufragos de una generación perdida en las falsas promesas de un espejismo, de la trampa del consumo compulsivo, de la insoportable realpolitik que sólo certifica que el mañana no será mejor, sino más precario. Y aún así, marasmo de dificultades, una nanogeneración incontrolable se alza en el universo 2.0: twitter, facebook, móviles. Pásalo. Matrix urbano: “sabes dónde está la respuesta y la respuesta en la calle”. Error 404: democracy not found.
En las esquinas de lo dicho y sentido, la joven escritora catalana Marta Rojals condensa: “De tanto que os hemos creído, tan grande ha sido el descrédito.” Y sintetiza: “Al final sólo nos dejáis una opción: la de creer sólo en nosotros.” En nosotros mismos. Y en Islandia. Y en Tahrir. Y en Palestina. Los tres nombres, simbólicos, con los que la plaza Catalunya de Barcelona es rebautizada en una larga madrugada que todavía no ha acabado. Mientras, Goytisolo fuma en una esquina de las Ramblas y no lo duda: somos millones y el planeta no es vuestro. Con Montalbán y Carvalho y Biscuter, algo atónitos, escudriñando de dónde nacen las acampadas, por qué se expanden y qué va a pasar con tanto cínico de poder en su altar.
Durito preguntón ante la crónica de un fraude anunciado. Crisis que ya es colapso. Radiografía antisocial: en el caso de Catalunya, la estadística oficial viene detallando que somos más de un millón 300 mil personas en situación de pobreza, 600 mil parados y 50 mil desahuciados desde 2007. Mientras la banca española, la que agitó y exprimió la burbuja financiera, nunca ha perdido y sigue ganando: desde que arrancara la crisis detenta beneficios por valor de 66 mil 111 millones de euros. Fraudulenta aritmética neoliberal, los peores recortes sociales desde el fin de la dictadura franquista anunciados por Zapatero en mayo de 2010 (tras recibir las llamadas al orden de Angela Merkel, Barack Obama y el politburó chino) ascenderán a 50 mil millones hasta 2013. Ritual habitual de la Escuela de Chicago, claro: que las pérdidas se socializan y las ganancias se privatizan. Ley del embudo, economía de casino y mapa inacabado de corrupciones. Platos rotos y facturas endosadas al respetable. Y una fértil duda por resolver: ¿cuánta democracia aguanta el capitalismo?
El 15M, retwitteado, calle a calle, acumula más preguntas que respuestas. ¿Por qué el 15M y no antes? ¿Qué factores, cuántos hartazgos, qué redes, para una reacción casi espontánea, en cadena, que se ha desplazado plaza a plaza para advertir que si la crisis la han provocado ellos justo es que no la paguemos nosotros? Vieja lección de la escuela afroamericana por los derechos civiles: el problema nunca radica en lo que hace una minoría poderosa, sino en lo que hacemos la mayoría. Consintiéndolo o resistiéndolo. Con nuestra exigencia o con nuestra indolencia.
Ante el fraude político y la estafa económica, las plazas rebosan. En el logaritmo insondable de una indignación larvada, largamente, en un sistema de exclusiones sutiles. Con jóvenes y menos jóvenes que se declaran incrédulos e insumisos ante el nuevo orden mundial: el viejo desorden de siempre. Hartos de que los mercados financieros voten cada día mientras a ellos les queda la opción, cada cuatro años, de escoger entre lo mismo y lo mismo. Como meros espectadores, simples consumidores y aplaudidores forzados de un pésimo espectáculo en el corazón de la vieja Europa.
Mientras tanto, escrupuloso silencio de rey desnudo, el poder –los poderes– se encierren en el castielo, enmudecen, nada dicen. Incapaces de comprender, inhabilitados para descodificar, sorprendidos por la irrupción ciudadana. Desarmados. Desmentidos. Despojados. Desnudos ante su mundo imposible.
En una sociedad postmoderna que pretende aniquilar lo político; en una sociedad líquida que usa, consume y expulsa; en una sociedad neuróticamente individualista, donde el ego se impone, o en una sociedad hipercontrolada que todo lo impide, el 15M sigue siendo factor de esperanza. “Si no nos dejáis soñar no os dejaremos dormir”, “Por una transición… a la democracia”. Lo imposible ha pasado. En Madrid, en Barcelona, en miles de plazas. Los mecanismos de obediencia debida, de sumisión acrítica, de servilismo voluntario, se han desactivado.
@15 M. Perdidos que se reencuentran tras años de desvinculación. Desplazados que retoman el camino. Exiliados que vuelven sin haber partido. Indignados. Entre el fraude y la esperanza. Hoy empieza todo. Otra vez. Cuando aún siempre es todavía. En un nuevo anonimato, colectivo y en red, que pasa clandestinamente la misma consigna insondable: “El cambio ha empezado. No olvidamos. No perdonamos. Esperadnos.
*Periodista del semanario de los movimientos sociales Directa
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