Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Beirut, cultura y gastronomía
Dos poemas
Joumana Haddad
México y Líbano
Hugo Gutiérrez Vega
Líbano: en busca del equilibrio
Naief Yehya
Líbano, el país de la miel y la leche
Georges Schehadé: poeta y dramaturgo
Rodolfo Alonso
Dos poemas
Georges Schéhadé
Breve elogio de Amin Maalouf
Verónica Murguía
Actualidad de Gibrán Jalil Gibrán
Juan Carreón
Dos poemas
Gibrán Jalil Gibrán
Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Cabezalcubo
Jorge Moch
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Jorge Moch
[email protected]
Porquerías de El equipo
Uno de los más vergonzantes ejemplos de cómo la televisión mexicana es paradigma de abyección –poniendo de lado los cotidianos, lamentables ejemplos de sus noticieros, sus telenovelas, sus programas de concursos o de chistes estúpidos y vulgares, o sea, prácticamente toda esa televisión– es aquella coproducción de la Secretaría de Seguridad Pública y Televisa estrenada con bombo, platillo y fuegos artificiales en mayo, El equipo, de la que ya alguna vez esta columna se hizo cargo sin necesidad de descubrir el agua tibia, y que Jenaro Villamil certeramente define como “infomercial telenovelero”. Un programa previsible y mal actuado, desfachatado y ridículo intento de lavar un poco de sangre de la jeta del régimen de Calderón, enfrascado en una guerra estúpida y perdida de antemano que nos ha costado decenas de miles de muertos y la paz nacional.
El equipo intenta ser una serie policíaca de acción, pero termina siendo pan con lo mismo: el bien siempre triunfa (de hecho ése es precisamente el lema del programa: “ellos saben que el bien vence al mal”, mamarrachada que desmiente, además, cualquier noticiero de la misma empresa); los policías son buenos, resisten la tentación de corromperse, les basta hacer su trabajo para estar satisfechos, los malos como la hacen la pagan, etcétera. Lejos de servir como vehículo que reproduzca la crudeza de las calles para ejemplificar lo que pasa cuando se cede al dinero fácil, El equipo es un maquillaje corriente.
The Wire |
Y terriblemente caro. Las recientes revelaciones periodísticas acerca del costo que la producción y emisión del bodrio supuso para el erario público son escandalosas. Inscrito en una campaña de propaganda que tiene nombre y toda la cosa, Policía Federal Héroes Anónimos, la Secretaría de Seguridad Pública pactó con Televisa la producción, filmación y transmisión en televisión abierta de El equipo. Fue necesaria la gestión de la diputada federal perredista Leticia Quezada ante la Secretaría de la Función Pública para que por fin supiéramos en cuánto salió el chistecito televisivo de la ssp: nos costó la friolerita, en un país con millones de pobres, de 118 millones 116 mil 880 pesos que erogó el feudo del escenógrafo monumental Genaro García Luna, a través de la partida 3701 y con la autorización del propio Comité de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios de la dependencia. Pero el asunto no para ahí, ni es tan sencillo. Para las filmaciones se utilizaron utilerías y fornituras reales, partes de uniformes oficiales, instalaciones de la Secretaría, de particular interés estratégico para la seguridad nacional y vehículos –helicópteros incluidos, desde luego, que nada llena la pantalla como un helicóptero en maniobra rasante– propiedad de la nación, por las que Televisa, desde luego, no pagó un clavo. Policías federales en activo aparecen como extras en lugar de estar haciendo su trabajo y, en trueque evidentemente asimétrico, la empresa aportó equipo fílmico y los sueldos de la tropa actoral y los trabajadores detrás de bambalinas. Televisa ha precisado que no cobró en sí por el espacio de las emisiones porque clasificó el contenido –por eso está la educación como está en México– de “material educativo”.
La que quizá sea la mejor serie policíaca hecha en el mundo en toda la historia de la televisión, emitida en cinco temporadas a partir de 2002 y hasta 2008, fue una producción de hbo, del realizador David Simon que se titula The Wire (La escucha, aunque el título en algunos países de habla hispana se tradujo como Los vigilantes). A diferencia de El equipo, The Wire logra retratar lo que sucede en algunas ciudades de Estados Unidos en cuanto a la droga en las calles, cómo el narcotráfico corrompe a policías, empresarios y políticos que se meten al negocio, desarrollan sus negocios “lavando” dinero proveniente del crimen organizado o reciben financiamiento ilícito en sus campañas políticas. La serie pudo no gustar a algunos, pero cumplió fielmente con su propósito narrativo y dramático. El costo por capítulo en The Wire fue de un millón a millón y medio de dólares. Cada capítulo del panegírico ramplón de El equipo –y salvando el costo de las emisiones que caritativamente nos ahorró Televisa– fue de más de 9 millones de pesos cada uno, y es tan dispar la comparación en términos de producto terminado que es absurda. De un lado, uno de los mejores programas que se han hecho. Del otro, un bodrio insufrible.
Pero un negocio estupendo.
|