Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 1 de mayo de 2011 Num: 843

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Ricardo Venegas

Hablo...
Manolis Anagnostakis

Ritual
Salvador García

Con la música a otra parte (la lírica migrante queretana)
Agustín Escobar Ledesma

Fechas como cortes
de caja

Raúl Olvera Mijares entrevista con Rafael Tovar y de Teresa

El otro Melchor
Orlando Ortiz

Del imaginario y
otras teorías

Natacha Koss

Se toca lo que se escucha
Alain Derbez

Leer

Columnas:
El sobreviviente
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jorge Moch
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La dichosa televisión

Dichosos los ojos que los han visto. Dichosos quienes los escuchan. Dichosos sus televidentes. Casi una década dichosa. La dichosa palabra es uno de los pocos programas de televisión producidos enteramente en México –hay algunas, pocas, otras mencionables excepciones, ninguna salida por cierto de las huestes de Azcárraga ni de las de Salinas–, que aglutinan la esencia de lo que debe ser el medio: una equilibrada mezcla de diversión, información y, por qué no, una nutricia dosis educativa. Pero con desenfado, sin poses didácticas ni efectismos sobrados.

La dichosa palabra es un proyecto afortunadamente duradero que nació en 2001 de la dichosa cabeza de Enrique Strauss cuando era director de Canal 22. Para aterrizar la idea Strauss invitó a Pablo Boullosa, poeta, ensayista y sobre todo un estupendo divulgador de cultura, a elaborar un proyecto televisivo que consiguiera imantar al público, no necesariamente lector, al mundo de la literatura. Antes de La dichosa… fueron ensayados otros formatos, primero con El gimnasio, idea un tanto peregrina donde se tomaban muy a pecho aquello de mens sana in corpore sano, porque el programa mezclaba mundos casi antagónicos como el culto al cuerpo con el ser culto. El gimnasio derivó en Barra de letras, donde conbebían en la barra de una cantina, territorio connatural a la vida bohemia de tantos literatos en la historia, los libros y quienes los pergeñan. Por aquel tiempo Boullosa era un activo anfitrión, creo recordar, en El hijo del cuervo, verdadero local de bohemia y alcoholemia que regenteaba también, entre brindis y versos, Alejandro Aura en la plazoleta del Jardín Centenario, en Coyoacán.

Hacia 2003 Barra de letras decantó en La dichosa palabra, prácticamente como la conocemos hoy, convertida en uno de los programas insignia más entretenidos y sustanciosos de la barra programática de Canal 22, la afortunada apuesta televisiva –y prodigioso resquicio de sentido común– del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

Si bien el formato a cuadro del programa deja de lado las metáforas gimnásticas o etílicas al preferir la simpleza de un panel de conductores frente al público, el secreto de la fórmula radica en la atmósfera que existe entre ellos y sobre todo en el desarrollo de sus personajes. El equipo de conducción es el mismo desde las primeras emisiones, lo que le ha brindado una cohesión dinámica y cierta peculiar congruencia discursiva, donde asoman a modo de cotidiano chascarrillo las filias y fobias –musicales, literarias, operísticas, teatrales, cinematográficas, plásticas– de cada quien. Sin apariencias verticales, la conducción fluye horizontalmente de un extremo a otro de la mesa haciendo del programa un anecdotario ameno cruzado por sorprendentes erudiciones: cuatro varones y una mujer, todos enamorados de la lengua, de la palabra, de los libros. La actriz y traductora Laura García Arroyo es escoltada por Pablo Boullosa, Eduardo Casar, Germán García Ortega y Nicolás Alvarado. Escritores, profesores, historiadores, poetas, periodistas, literatos, traductores, filólogos de vocación que acompañan y presentan a la gran protagonista de cada emisión: la palabra que es, finalmente, esencia de identidad.

Sin grandes alardes presupuestales, La dichosa palabra ha logrado llevar a un público nutrido y entusiasta una enorme, casi infinita cauda de títulos y autores, de significados y de juegos de palabras, de palíndromas, de versos, de refranes. Pero a pesar de su éxito más que probado, siendo un programa de divulgación cultural, suele ser víctima de la eficiencia y el pragmatismo contable. Al respecto el mismo Boullosa explica: “Muchas personas nos preguntan por qué no hacemos más programas de La dichosa palabra en vez de estar repitiendo emisiones pasadas. La respuesta es que el presupuesto del país se va en lo que llamamos ‘educación’ y no en televisión. El día en podamos quitarle las comillas a ‘educación’ sin agraviar a la semántica, a lo mejor el Estado podrá gastar más en televisión.” Por lo pronto el programa se hace cargo de internet y las redes sociales. Está en Facebook y su sitio en la red (www.canal22.org.mx/ladichosapalabra/main.html) incluye un micrositio para interactuar construyendo un “Poema para armar.”

Este año La dichosa palabra va por su novena primavera. Y como el mismo Boullosa dice, si “a Beethoven no le quedó mal su novena, espero que a nosotros tampoco”.  Muchos esperamos aplaudir la novena, la décima y las que vengan acá, del otro lado de la pantalla.