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Vigencia de la Academia de Letrán
“Fundar una literatura nacional y ejercer la democracia en el grupo y en el medio cultural de la época” eran los objetivos primarios de los “lateranos”, como los llama Marco Antonio Campos en su breve pero conciso volumen editado por la UNAM: La Academia de Letrán. Guillermo Prieto les otorga la tarea de mexicanizar la literatura que entonces comenzaba a apropiarse del paisaje (a Manuel Carpio se le atribuye esta visión y fue rescatado del anonimato por José Emilio Pacheco) y su exuberancia como una forma de asirse a algo propio. Para José Zorrilla esta academia fue el comienzo de una auténtica literatura mexicana. La imitación a los neoclásicos fue rebasada gradualmente por el ejercicio consciente. Son los primeros poetas mexicanos que ponen en tela de juicio la calidad de sus textos, se arriesgan y se someten a la crítica y a la autocrítica.
Fragmento del mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central de Diego Rivera, 1947. Debajo de Benito Juárez,
Ignacio Ramírez El Nigromante sostiene un cartel que originalmente decía “Dios no existe“. Luego de protestas y vandalismo
de grupos derechistas, fue borrado y cambiado por “Conferencia en la Academia de Letrán“ |
La lista de asistentes es numerosa pero podemos resaltar a los más destacados. Entre estos noveles encontramos a “Juan Nepomuceno Lacunza, Ignacio Rodríguez Galván, Eulalio María Ortega, Joaquín Navarro, el mismo Prieto, con la posición más moderada de los mayores, como, por ejemplo, Manuel Carpio (45 años) y José Joaquín Pesado (35 años)”, advierte Campos. El cubano José María Heredia habría de incorporarse posteriormente a las tareas que la academia se impuso. Sin duda, es uno de los extranjeros a quien el grupo mismo consideraba –y así fue tratado– como un connacional. Las publicaciones en las cuales participaron los miembros de la academia fueron: El Año Nuevo y El Recreo de las Familias, en las cuales, a decir de Campos, es evidente la gran influencia que ejercen revistas tales como El Artista, editada en Madrid, la cual a su vez abrevaba en la revista l`Artiste, publicada en Francia, de las cuales Rodríguez Galván, a quien ahora se le identifica como el principal editor de los lateranos, extrajo múltiples selecciones de autores españoles.
La lectura analítica de los textos se volvió oficio para los lateranos, a veces como un juego, siempre con la tutoría del mayor de los Lacunza, quien con más instrucción tuvo herramientas para guiar a sus colegas. Incursionaron en la literatura española, francesa, estadunidense, inglesa, latina e italiana... Hubo en algún momento la intención de conformar una colección de poetas (Couto era insistente al respecto), de aquellos que fueran los representativos del grupo; se empeñaron en la ardua tarea de proponer a través de su obra un nuevo rostro literario a su país.
Quizá uno de los primeros antecedentes de lo que ahora llamamos talleres literarios fue La Academia de Letrán, nacida en uno de los austeros cuartos de los hermanos Lacunza –José María. Esta práctica grupal de examinar los textos literarios sigue vigente y es parte de la formación de los escritores que comienzan como tales en México.
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