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Hugo Gutiérrez Vega
Palabras para el periodismo cultural
En el actual momento de México y el mundo debemos aferrarnos a los actos civilizatorios capaces de detener la creciente deshumanización que es el más ominoso signo del cada vez más cercano apocalipsis (Apocalipstick es el título de uno de los últimos libros de Carlos Monsiváis). La educación y la cultura pueden frenar un poco el galope de los cuatro jinetes. Por eso el estado de nuestro sistema educativo (uno de los peores del mundo de acuerdo con las estadísticas), el desamparo en que sobreviven las universidades públicas acosadas por un poder político incapaz de entender que la universidad es, como decía Ortega y Gasset, “la directora del pensamiento colectivo y la maestra de la vida social”, y el escaso apoyo presupuestal a las tareas de la enseñanza de las artes y de la difusión de la cultura, son las angustiosas realidades que se imponen a la mentira y a la demagogia que, sobre estos temas, vierten a raudales los miembros de una clase política en pleno proceso de descomposición.
Todos los días, al abrir el periódico (hecho que es, sin duda, uno de los actos civilizatorios) constatamos el aumento de la deshumanización: se inicia, entonces, como en un alucinante esperpento valleinclanesco, la aparición de seres decapitados, desmembrados, entubados, levantados, secuestrados y olvidados por todos lo antes posible. El sangriento discurso periodístico nos remite al contexto en el que crecen los horrores. Habitan en él la miseria, la falta de oportunidades, la injusta distribución del ingreso, las atrocidades judiciales, la ignorancia, el control de la opinión por medio de las acciones anticivilizatorias del duopolio de la televisión, más poderoso que el sistema educativo; la mentira como forma de expresión cotidiana, la descomposición de los partidos políticos y todas las atrocidades que caracterizan al neofeudalismo disfrazado torpemente tras la máscara del llamado sistema neoliberal.
Todas estas realidades y el conjunto de amenazas que se ciernen sobre nuestras cabezas, nos están indicando la necesidad de promover las acciones educativas y culturales que, al lado de un proyecto coherente de desarrollo social y de justa y equilibrada distribución de la riqueza, pueden ayudar al mejoramiento de la conciencia social. Por estas razones, una revista cultural, un suplemento, unas páginas que atiendan las actividades artísticas y científicas, son artículos de primera necesidad y, sí saben aprovechar en toda su extensión las libertades del pensamiento y de prensa, pueden cumplir el papel bíblico de la levadura que acrecienta y hace que en calles como espejos se vacíe el santo olor de la panadería (López Velarde dixit).
El periodista cultural debe saber que es, sobre todo, un periodista que escribe, siguiendo los lineamientos generales del periodismo, sobre temas relacionados con las artes, los estudios culturales y el análisis y la difusión de la cultura popular.
Debe saber que entre la llamada cultura académica y la popular se da un constante juego de interinfluencias e interconexiones. Una enriquece a la otra y ambas sufren las interferencias de lo que Marcuse llama “la gran matriarca del consumo”, la televisión comercial. Por otra parte, la cultura académica y artística con frecuencia es desfigurada por la acción de los intelectuales orgánicos y de los periodistas que, por razones lamentables, ejercen la funesta autocensura, hablan para conseguir algún beneficio y conocen el arte de quedarse callados para proteger sus privilegios.
No puedo figurarme a un mundo sin poesía, sin prosa, sin música, sin teatro, cine, pintura, escultura y artesanías populares. No puedo figurarme un mundo sin revistas, suplementos y páginas de cultura capaces de tomar el pulso de los nuevos desarrollos de las artes y de las humanidades. Algunos profetas del infortunio anuncian a grandes voces el fin de la prensa escrita. Creo que sus alarmas son injustificadas. La civilización no puede olvidarse de sus formas de expresión y de comunicación. Así, la prensa escrita y el libro perdurarán y la tecnología cada vez más avanzada y sorprendente auxiliará a esos dos elementos esenciales de la civilización: el papel y la tinta de imprenta.
No le tengamos miedo a la tecnología. Recordemos que internet y todos los otros medios virtuales pertenecen, a pesar de los avances de la cultura de la imagen, a lo que MacLuhan llamaba “la galaxia de Gutenberg”. Sigue siendo la palabra el centro de la comunicación humana. Por otra parte, los medios electrónicos, en su mayoría, se limitan a informar sobre los efectos. En cambio, la prensa escrita superada, en buena medida, por la rapidez de las comunicaciones, dedica la mayor parte de sus esfuerzos al análisis de las causas y al estudio del contexto en el que dan los acontecimientos.
Nos abruma el cúmulo de informaciones, nos enajenan el ruido y la velocidad de los medios de comunicación de masas, pero, a pesar o gracias a estos avances de la tecnología, podemos ampliar los campos del periodismo cultural y, como ya lo hacen algunos canales públicos de la televisión mexicana, enriquecer la información y ampliar la reflexión sobre los grandes temas de la vida cultural.
Mucho les agradezco este premio. A mi edad nunca está de más un pequeño reconocimiento que hable sobre los pocos aciertos y calle sobre los abundantes errores. El poeta brasileiro, Joao Cabral de Melo Neto, cuando se sentía triste e inseguro, le hablaba a su amigo, el poeta Carlos Drummond de Andrade, para pedirle: un elogiozinho por amor de Deus (un pequeño elogio por el amor de Dios). Gracias por levantarme un poco el ánimo que los años y los daños me tienen alicaído.
A pesar de tantas calamidades, ineptitudes, corrupciones, desaciertos y crueldades, a pesar de estar cruzando por un angustioso período de deshumanización, la virtud de la esperanza aún brilla como una solitaria estrella en medio de la tormenta. Tengamos fe en la fuerza de la cultura entendida como diálogo humano, en el periodismo comprometido con la verdad y con la justicia.
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