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Un año en la vida de José Revueltas
GILBERTO GUEVARA NIEBLA
Aurora M. Ocampo: el dígito y la sílaba
JOSÉ DE JESÚS SAMPEDRO
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Por qué no puedes comer sólo una
México es un país de gordos. Niñas obesas, niños cuinos. Abogados gordos y maestras gordas y escribidores gordos, como yo; gordas meseras, albañiles y oficinistas y empresarios y policías y nutriólogos, vaya, sobrados de carne en los ijares, en vientres y perniles. Somos una república de marranitas y cerditos, barrilitos, nalgonas, panzones, lechoncitas, pelotas, botijas y chundones. Tamalones, lonjudas, barrigones, rollicitos y desparramados, orondos, redondos cual pambazos, como semas, como albóndigas: bolas de carne y sebo. Pero bolas humanas al fin: los gordos tenemos sentimientos y sufrimos la gordura. Y es cierto que en mucho somos culpables de nuestra propia adiposidad, pero mucho nos ha llevado a ello. Hay otros culpables. Y cuando la obesidad infantil y adulta se traduce ya en mayúscula bronca de salud pública, es bueno saber que hay responsables. Y muérete del coraje: responsables que, en volvernos gordos, se volvieron inmensamente ricos. Uno de los principales responsables es Lorenzo Juan José Servitje Sendra, fundador del grupo Bimbo, esa panificadora industrializada que inundó México y Latinoamérica de productos de muy dudosa calidad nutricional, y cabeza, además, de un poderoso grupo de empresarios ultraconservadores ligados al clero católico y a las filas de lo más recalcitrante derechista de Acción Nacional, padrino financiero de no pocos de sus personeros y operadores y capaz, como ya se vio cuando Canal 40 aireó los inmorales calzones palomeados de Marcial Maciel y sus pederastas Legionarios de Cristo, de echar a pique un canal de televisión independiente. Lorenzo Servitje es el dueño de Bimbo y de un montón de firmas que producen y comercializan porquerías sin valor nutrimental, confeccionadas con exceso de grasa, sal y azúcar para crear tramposamente avidez en su consumo: comida chatarra. Allí también el grupo Sabritas, a su vez parte del grupo Pepsico. Y están también desde luego Pepsico como tal, como fabricante y comercializadora de refrescos embotellados y claro, primerísima, su competidora Coca Cola. Grupos empresariales con nombres y apellidos de gente ligada a la derecha protoclerical y furibundos enemigos de cualquier cosa que huela a izquierdas. Viejos enemigos del sindicalismo. Es incalculable la cantidad de basura plástica no biodegradable que, además, las industrias del ramo generan sólo en lo que respecta a envolturas y envases, sin contar los procesos fabriles de sus factorías en sí ni los subproductos de residuos industriales: en todos lados hay basura salida de esas fábricas: botellas de refresco, bolsitas de pastelillos o de hojuelas de papa salada por millones de toneladas.
Bimbo es una empresa imperial de cuya brida se “desprendió” Servitje en 1993 –año en que comenzó a dedicarse a la política tras bambalinas, a organizar la agenda sociopolítica del clero y a socavar a la izquierda mexicana con el inmenso poder de sus contactos y, sobre todo, de su dinero. Bimbo es dueña de Barcel y Marinela, Coronado, Milpa Real y Wonder (entre muchas otras), mientras que Pepsico es dueña de Sabritas y de Sonrics (y controla también las cadenas Kentucky Fried Chicken, Pizza Hut y Taco Bell, todas franquicias de comida chatarra). Ésos –y Coca Cola– son los grandes responsables de millones de casos de obesidad infantil, de diabetes, de enfermedades cardiovasculares en este país, donde se consumen mucho más refrescos embotellados que leche. A ellos son a los que defienden cabilderos, casi siempre del Partido Acción Nacional, cada que en el Congreso o en el Senado alguien intenta poner freno a la desmedida voracidad de las empresas de comida chatarra, a sus canales de penetración, a su abuso. Esos son los grupos industriales que usan la publicidad en televisión como ariete en pos del consumo desmesurado por parte de nuestros niños de las porquerías que fabrican. Cálculos conservadores afirman que en promedio un niño mexicano es bombardeado al año con doce mil anuncios televisivos de frituras, golosinas y bebidas embotelladas. ¿Y alguien les pone freno?, pues no, porque en no pocos casos hay políticos encumbrados que deben el puesto al dinero de gente como Servitje y sus parientes. ¿Quién exige a estos infelices que dejen de fabricar mierda en bolsitas para que se la coman nuestros niños?, ¿quién que utilicen materiales biodegradables en su distribución?
¿Y la Secretaría de Salud?, bien, gracias, recibiendo medallitas en el extranjero. ¿Y la de Comunicaciones?...
Áchis, ¿pero es que hay una?
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