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Manuel Stephens
Danza en el FMCH (I DE III)
El Festival de México en el Centro Histórico (FMCH) contó en su programación únicamente con dos espectáculos dancísticos, participación mínima si tomamos en cuenta la atención que se da a otras artes; sin embargo, se ha convertido en la única cita anual en que es posible conocer el trabajo de compañías extranjeras y arriesgadas propuestas nacionales creadas ex profeso para la ocasión. En esta xxv edición se presentaron la compañía australiana Chunky Move y el espectáculo multiautorial Solar.
Catalogado como “instalación coreográfica sonora visual”, Solar es un proyecto que surge de las inquietudes de las bailarinas Mariana Arteaga (asesora dancística del festival) y Tania Solomonoff, quienes fungieron como curadoras y coordinadoras del mismo. Con el reto de habitar escénicamente espacios del Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), se convocó a los coreógrafos Magdalena Brezzo y Rodrigo Angoitia, al artista visual Luis Felipe Ortega y al artista sonoro Israel Martínez. De principio resalta que los amplios espacios diseñados por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez habrían sido determinantes para la puesta, ya que su función original era el servicio público y responden a las improntas propias de la década de 1960, fundamental en la modernización del país y de su imagen hacia el mundo. Si a esto se suma la importante carga histórica que desde la época indígena tiene Tatelolco, y que el espectador está en contacto visual y energético con las edificaciones que circundan al CCUT, se evidencia la cantidad de elementos simbólicos que habrían de considerar los artistas. El espacio nos habla desde antes de que inicie el espectáculo y condiciona su lectura.
Solar está conformado por tres instalaciones por las que puede deambular el espectador como lo decida, y que causan una profunda impresión al entrar en ellas. Las acciones que se desarrollan en el lobby fueron dirigidas por Angoitia. El coreógrafo recrea un lugar de tránsito en que los personajes se sumen en el anonimato, a pesar de estar identificados por vestuarios individuales. La indiferencia hacia los otros se subraya, aunque los unísonos de movimiento revelan intermitentemente que estas personas comparten algo en común –la desolación, quizá.
El gran Salón Juárez, con enormes ventanales, fue intervenido por Brezzo, quien coloca numerosos módulos en los que están tendidos cuerpos, ¿duermen o son cadáveres? La presencia de dos niños de no más de cinco años, uno incólumemente sentado junto a un cuerpo y la otra contando una historia a quien no la escucha, vuelve aún más enigmática la situación y las interpretaciones se disparan. En este espacio se incluyen videos, entre los que se cuentan uno muy interesante en el que se ve a un niño “acariciando” la máxima de Benito Juárez y, por otro lado, la poco afortunada proyección de una escena de un film de Bergman. Asimismo, hay un momento en que, tras un destello de reflectores, irrumpen bailarines que obligan al público a moverse y evitar el colapso.
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El Aula Magna, que de por sí es un prodigio de la arquitectura pública y del diseño de mobiliario, y que para llegar a ella se observan las edificaciones prehispánicas y coloniales, fue re-significada por Ortega, quien la mantiene en penumbra, con un video proyectado al fondo y, lo más notable, con plomadas que penden sobre los micrófonos que están enfrente de cada una de las sillas para los ocupantes, creando un tejido sobre las cabezas de los mismos. Hay un par de personajes-sombras (por el vestuario que incluso les cubre el rostro) que de repente se hacen presentes y permanecen inmóviles (quizá en esta sala se haya negociado o hasta firmado en 1967 el Tratado de Tlatelolco, obra del diplomático mexicano Alfonso García Robles, quién debido a ello sería galardonado con el Premio Nobel de la Paz , que promulga a América Latina como zona libre de armas nucleares).
Imágenes de Solar |
Los tres espacios intervenidos son espléndidos (el más débil en este sentido es el de Angoitia) y se afirman como una experiencia plástica para el espectador que literalmente entra a la obra de arte. Las instalaciones están unificadas por la sonorización de Israel Martínez y habría que destacar, aparte del trabajo de los bailarines y del resto del equipo, la iluminación sci-fi de Mauricio Ascencio en el Salón Juárez.
Convencionalmente, las artes plásticas se relacionan con lo espacial, mientras que las artes escénicas con lo temporal, y es en este sentido que salen a la luz las debilidades de Solar.
(Continuará)
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