Discretamente dejásteis abierta vuestra puerta,
vuestra puerta de madera, jardines, para que entre la soledad.
Primavera, pero parece otoño
que muy temprano anocheció. Cielo nublado.
Escalones llenos de hierba. Fuentes de mármol.
Flores bajo el cielo pesado
que tristes se mueven despacio.
(Tarde tranquila, para ensoñaciones;
pasando bajo las frondas, acariciando los troncos,
para que hablemos de viejas primaveras, de recuerdos muertos.)
Y luego, cuando empieza fresca
en los surtidores gota a gota el agua
–círculos que se alejan buscando su música en lo pasado–
y luego, en alguna parte desaparecido, cuando empieza, un ángel triste
se erguirá para rezar
junto con las frondas y los troncos
que se reflejan de rodillas.
(No es estremecimiento de un tacto amoroso;
es viento que palpa asustado los pinos,
es el agua que susurra, la antigua amiga: la tristeza.)
Discretamente dejásteis abierta vuestra puerta,
para que entre la noche con la soledad.
Y a través fríos bustos
y bajo el cielo nublado,
fraternalmente caminando con la lluvia,
que hablen de viejos amores, de recuerdos muertos. |