Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 13 de julio de 2008 Num: 697

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Mr. Smith
MARCELA RODRÍGUEZ LORETO

La vanguardia como fatalidad o destino
OCTAVIO AVENDAÑO TRUJILLO entrevista con FRANCISCO NIEVA

Teresa del Conde, un talento para la historia
MARIO RAÚL GARCÍA

Arte Contemporáneo: ¿sigue siendo arte?
GABRIELA GORCHES

Che
LUIS HERNÁNDEZ NAVARRO

Homenaje barroco argótico a R.Q.
GUILLERMO LANDA

Leer

Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
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Jorge Moch
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La sumisión recíproca

Rasgo característico de la televisión mexicana que marca la tesitura de su interacción con la sociedad es la sumisión. Esto desde luego desde su cercanía primordial y fáctica con los poderes político, empresarial, económico y clerical; la televisión viene a ser el quinto poder como jocunda demostración de que sí hay quinto malo. Hay muestras, las menos, de supeditación del poder político a los intereses de los dueños y ejecutivos de las televisoras privadas: allí por ejemplo, un senador de derechas –Santiago Creel– alguna vez obsequioso con los dueños de las televisoras cuando quisieron participar en el negocio de las casas de apuestas, pero después la derecha, hace poco y a raíz de que Creel se quiso salir del huacal con los remiendos a la ley que habría de controlar a los medios electrónicos, particularmente durante procesos comiciales, destituyó al hombrecito ex candidato a jefe de gobierno del Distrito Federal de cimero puesto camaral, para que encima las televisoras airearan los trapitos sucios de don Santiago en el asunto de la paternidad, por mucho tiempo oculta, de la hija de una artistilla de, claro, la televisión. En ese tenor parecería que hay un proxenetismo velado, una corporativa trampa continua, un mecanismo institucional de seducción y compraventa –porque, ¿a quién le sabe amargo un dulce?– para prominentes señores –y mocosos– de la vida pública nacional: allí los falsos escándalos, los rumores, los chismes, en su momento, de que si López Portillo andaba con una encueratriz; que si Salinas de Gortari con Adela Noriega; que si uno de los retoños del ex presidente Zedillo con Érica Buenfil; que aquel chulohermanito incómodo del entonces senador Eduardo Andrade, Sergito, el que regenteaba a la Trevi y un delicioso serrallo de ninfetas; que si a aquel señor francés, Joseph Marie Córdoba, siendo mano derecha de Salinas de Gortari se le chispotearon al dominio público las conversaciones telefónicas con cierta Mata-Hari de Las Lomas; que si el famoso Raúl Velasco tenía cuantiosos intereses en el mercado de la carne perdularia en varias ciudades a lo largo de la franja fronteriza con Estados Unidos; que si potables aspirantes al estrellato de la tele suelen animar la temperatura de ciertas fiestas de políticos y/o narcos… chismes más o chismes menos, hay vínculos entre las industrias de la televisión, de la concupiscencia y del poder.


Érika Buenfil

Pero es usualmente la televisión, es decir, los dueños, ejecutivos, , comentaristas, productores, actores y personeros de Televisa y TV Azteca los que usualmente se postran ante el poder del tlatoani en turno o sus muy medianitas versiones regionales, estatales y municipales. Basta ver con qué ternura tratan comentaristas y entrevistadores a funcionarios del gobierno federal; baste ver cómo, en cambio, atacan sin cuartel a los adversarios políticos del régimen. Uno de los más notorios ejemplos, que ya comentamos aquí, fue el lamentable episodio de la pseudo entrevista que le hizo Carlos Loret de Mola a Andrés Manuel López Obrador hace meses, en el noticiero matutino de canal 2. Allí también las encarnizadas campañas de desprestigio en contra de todos los gobiernos perredistas del Distrito Federal, las tramposas entrevistas a Amalia García, Cuauhtémoc Cárdenas y su hijo Lázaro, o la agresividad de los entrevistadores que tratan de sacar de sus casillas a Ricardo Monreal.

La relación de dueños y jefes de las televisoras con el poder es tan estrecha que ni sus propios personeros están a salvo. Allí la censura, el castigo, la pérdida de la chamba porque, como Guillermo Ochoa en tiempos de Salinas, se entrevista a una persona no grata al gobierno, como entonces aquel líder petrolero (corrupto pero convertido en víctima por su presunta cercanía con la izquierda, cuando el cisma del pri en 1988) Joaquín Hernández, La Quina; allí la destitución fulminante de Guillermo Ortega en 2000, porque dio paso a una nota de carácter electoral que desfavorecía al PRI; allí la presión a auténticos, honestos periodistas como Carmen Aristegui o Javier Solórzano por intentar ofrecerle un espacio más o menos justo de tiempo aire a candidatos de izquierda, verdaderos opositores al gobierno trapacero del PRIAN, o por poner en la mesa temas que afectan a la falsa imagen de pureza del clero mexicano, plagado de depredadores sexuales. Allí, siempre, las televisoras para lo que mande el patrón. Al fin y al cabo que la gente va a seguir tragando sus mentiras y sus anuncios, y todos felices y contentos.