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Hugo Gutiérrez Vega
ESPEKTROS DE QUERÉTARO
Desde hace algunos años, el grupo teatral Espektros, dirigido por Omar Alain Rodrigo, ha venido realizando su Proyecto Strindberg. Hasta la fecha ha llevado a escena cuatro obras de cámara del gran dramaturgo sueco: El pelícano, La señorita Julia, Acreedores y Padre. Esta última obra permaneció más de un año en cartelera (en Querétaro hay de siete a ocho obras anunciadas diariamente en la prensa local. Este movimiento nació del teatro universitario y ha tomado nuevas rutas e inaugurado nuevas tendencias). Fui dos veces a ver Padre, la terrible obra en que la locura y la mala fe se entrelazan para formar un cuadro de costumbres familiares cruel y sin concesiones de ninguna especie. Todo es desorbitado (como en una buena parte de la vida real) en esta pieza “llena de sonido y de furia” a la que se agrega la tristeza unánime del invierno escandinavo. Buenas actuaciones, inteligente y bien meditada puesta en escena, imaginación despierta que permite superar las limitaciones de espacio y que, a la postre, sirve para recrear el universo sin salidas de la obra de Strindberg. Estos son algunos de los rasgos definitorios de la formidable compañía teatral que lleva enlazados los nombres de Strindberg y de Ibsen en su denominación espectral. Espero que el proyecto siga adelante. Ahí están La más fuerte y la Sonata de espectros, de Strindberg, y Casa de muñecas, Espectros y El pato salvaje, de Ibsen, esperando a Omar y a sus heroicos actores que se entregan en alma y cuerpo a la aventura teatral. Alegra saber que, en medio de la sociedad queretana reaccionaria e intolerante, ha logrado crecer esta empresa teatral. Sin duda que el teatrista Manuel Naredo, director de la cultura del estado, ha brindado todo su apoyo a los fervorosos seguidores de ese dramaturgo inquietante, genial e impiadoso que fue, es y será, Strindberg.
La semana pasada fui a ver una nueva puesta en escena de Especktros, Autopsia a un copo de nieve, de Luis Santillán. Esta obra recibió el Premio Nacional de Dramaturgia que el inba sostiene, contra viento y marea, en Baja California. No se salieron los Espektros de su línea nórdica al poner en escena una obra en la que la ausencia del amor, los rencores enconados, la falta de solidaridad y el suicidio son los temas esenciales. Omar introduce algunas modificaciones que, según me dijo, fueron vistas con buenos ojos por el autor: utiliza a un hombre, Miguel Loyola, disfrazado de mujer en el papel de la madre, y evita un desnudo que, a mi entender no es absolutamente necesario. Tal vez la ambigüedad de género del personaje de la madre haga más patente la falta de figuras materna y paterna padecida por la adolescente. En todo caso la actuación de Loyola es convincente y se aleja de los peligros de lo caricatural. Nadia Hernández y Patricia Resendiz cumplen con creces sus cometidos en una obra tan cruel que llega a privar de su regocijado final feliz a la historia del patito feo. En fin... Santillán es un dramaturgo que muestra una temprana madurez y que, como Strindberg, sabe describir con maestría y sin sensiblerías los infiernos familiares. Flota sobre el agua la adolescente, el personaje mártir de la obra, y sus preguntas se quedan flotando en la sala. Todos nos preguntamos sobre el porvenir de esa fuente de neurosis y de ferocidades que es la familia, primera célula de una sociedad enferma y deshumanizada. En esta realidad habitada por seres para la compasión (decía Camus que en el hombre hay más cosas dignas de compasión que de odio) e incapacitados para dar amor no hay culpables. Todos somos víctimas de ese proceso de deshumanización que sufre el mundo y que se hace patente en obras como la de Santillán y grupos de repertorio como Espektros.
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