Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Cinco cuentos populares serbios
JELENA RASTOVIC
El rey y el pastor
Un carnero con el vellón de oro
La mujer mala
Una doncella más astuta que el zar
Un castillo entre el cielo
y la tierra
El diario
JELENA RASTOVIC ENTREVISTA
CON NEBOJŠA VASOVIC
Columnas:
Galería
JORGE VALDÉS DÍAZ-VÉLEZ
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
El Mono de Alambre
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Cabezalcubo
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Mentiras Transparentes
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Felipe Garrido
Ruth
Cuando murió María, cuatro o cinco años antes, quedó en suspenso mi atribulado corazón. Fue como si me hubiera atacado un letargo, una parálisis, un embotamiento total. Me abismé en el trabajo. Y no fue difícil, porque en ese tiempo la compañía estaba endeudada, el país estaba en quiebra, el dinero había desaparecido, y los clientes también: durante meses, nadie encargaba nada; hizo falta talonear más que nunca. No me di cuenta en un principio. Si alguna tarde llegaba a mi despacho con una taza de café y se sentaba frente a mí a platicar, o me sacaba del cubículo para llevarme a donde se celebraba el cumpleaños de cualquiera de los empleados, o me preguntaba si había visto tal o cual película, yo lo tomaba como una mera atención. Supe que era otra cosa, algo que no había sospechado, aquella noche –la oficina debe haber estado vacía– en que cerró la puerta con seguro y me dijo, en un tono anhelante: “No me importa que me corran.” Ella era Ruth. |