Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Bunker, el soplón
Ricardo Guzmán Wolffer
Salvador Novo,
un disidente
Gerardo Bustamante Bermúdez
Campo de Ourique
Jorge Valdés Díaz-Vélez
Semiótica de la barbarie
Carlos Oliva Mendoza
Victoriano Salado
Álvarez en su tinta
Zelene Bueno
Los Episodios
Nacionales Mexicanos
María Guadalupe Sánchez Robles
Salado Álvarez,
un brillo en la
niebla del olvido
Jorge Souza Jauffred
Van Gogh y Artaud:
¿genio y locura?
Vilma Fuentes
La gran batalla
Tasos Livaditis
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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
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Cinexcusas
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Rogelio Guedea
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Homenaje a Emerson
Los Diarios, de Emerson. Los leo en la noche, alta noche ya inalcanzable, mientras todos duermen, la casa a oscuras y la distancia de mi país. Los escribía Emerson rutinariamente, de espaldas al desasosiego, sin saber lo que serían. De ellos sacaba las notas para sus conferencias, que después convertía en ensayos. Los célebres Ensayos, de Emerson, escritos, como lo quería Tolstoi, con “caracteres de fuego”. Lo puedo advertir repasando sus Diarios, volviendo a ellos como se vuelve a una fuente primera, a unas palabras en bruto: como las piedras antes de llegar a la cantera, como las piedras arrastradas en el lodazal de la cantera. Puedo ver a Emerson escribiendo sus Diarios, al final de la jornada del día, tal como yo los leo esta noche, también al final de la jornada del día, y hago anotaciones en sus márgenes, palabras que se convierten en mi propio destino. Estas que subrayo son, ahora, toda mi poética: “la vida es nuestro diccionario” |