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Salvador Novo, un disidente
Gerardo Bustamante Bermúdez
Salvador Novo, circa 1930. Foto: Manuel Álvarez Bravo |
El 13 de enero de 1974 el poeta, dramaturgo, ensayista, periodista y cronista Salvador Novo López murió en Ciudad de México. Su muerte fue ampliamente resentida en el medio literario mexicano, pues dejó una ausencia en los diferentes ámbitos del espacio cultural nacional. Iniciador del llamado Teatro Ulises, que formó en 1928 junto con su amigo Xavier Villaurrutia en el predio de la calle de Mesones 42 y que patrocinaba Antonieta Rivas Mercado, a Novo se le deben las traducciones de las mejores obras de Superville, Gide, Cocteau y otros escritores de la época, así como insignes montajes. Sus Diez lecciones de técnica de actuación siguen siendo un manual clásico para los actores en formación.
Novo queda en el panorama literario contemporáneo como el gran dramaturgo que revisa y cuestiona la historia nacional mexicana, con sus mitos fundacionales de Conquista, Colonia e Independencia. Su obra poética es un ejercicio de las formas clásicas como el soneto y de recursos retóricos y tropos de dicción y de pensamiento, que domina con gran acierto, como en el siguiente cuarteto que sirvió para reprender con juegos de palabras el fracaso que significó el montaje de la obra Cortés, de Fernando Benítez: “No escribas obras tan raras/ ¡y no las dirija Ruelas!/ Porque en vez de carabelas/ te resultan velas caras.”
El dramaturgo Xavier Rojas cuenta que, como compositor de canciones, Novo ha dejado una huella poco estudiada por sus críticos. Según Rojas, Elías Nandino le contó que a finales de los años cincuenta, Novo paseaba por la avenida Juárez, justo en donde se ubicaba el afamado Hotel Regis. Ahí, de forma sorpresiva se encontró con un cadete del Colegio Militar, con quien Novo había tenido un apasionado romance varios años atrás. Apenas si se saludaron. De ahí nació, según Rojas, la canción “Cuenta perdida” que en sus versos y en voz de Lola Beltrán, dice: “Si te acepto es porque/ quiero que me abones/ la desgraciada vida/ la que me abrió esta herida/ la cuenta ya olvidada/ la cuenta ya perdida/ que no alcanzó a pagarse/ con nuestra juventud.” Quizás la escritora Adriana González Mateos, quien ha estudiado la faceta de Novo como hacedor de El chafirete. Semanario fifí en prosa, pero con mucho verso tenga más datos sobre el tema, pues como compositor de canciones Novo aparece registrado ante la Sociedad de Autores y Compositores de México con los siguientes títulos: “Corrido de Macario”, “Debí saber”, “El cielo me oyó”, “Romance de Angelillo y Adela” (versión resumida de su poema homónimo) y “Sin tus besos no quiero la vida”; varias de ellas sin grabar todavía.
Como poeta, la presencia de Novo pasa de la confesión y el idilio amoroso a la sátira en contra de sus adversarios. Sus primeros libros resultan ser la confesión velada del amor que en ocasiones se calla. En XX poemas (1925), así como en Nuevo amor y Espejo, ambos de 1933, hay una originalidad en el ritmo poético que, separado ya de los tópicos del romanticismo y el modernismo, prefiguran al gran versificador que fue. Los temas que trata en estos libros son la fraternidad, la experiencia literaria, los viajes, la infancia y el deseo amoroso. Su poema “Amor” refiere la contemplación, el recuerdo y la espera por el sujeto amado, a quien le dice en la primera estrofa: “Amar es este tímido silencio/ cerca de ti, sin que lo sepas,/ y recordar tu voz cuando te marchas/ y sentir el calor de tu saludo.” Sin embargo, la poesía de Novo fue adquiriendo con los años una intención satírica y tomó dimensiones incómodas por la fuerte dosis de confesión de la intimidad de sus adversarios. Carlos Monsiváis afirma que, para los años veinte y treinta, “a los homosexuales con recursos, talento, ingenio y audacia, se les concede una ‘dispensa moral’, que sin aislarlos del todo jamás les permite la integración plena”. De la pléyade de Contemporáneos quizás sea el propio Novo la única excepción, pues su literatura dinamita en varios sentidos las buenas conciencias, conduce a la desestabilización del culto machista que incluso está presente en la literatura de la postrevolución, pues el 24 de diciembre de 1924 Julio Jiménez Rueda publicó el polémico ensayo “El afeminamiento de la literatura”, en el que reprochaba el compromiso de los escritores con la realidad social, obrera y campesina. Según el crítico, México necesitaba de escritores gallardos, toscos y altivos. Por su parte, Francisco Monterde contesta a la apreciación anterior con el texto “Existe una literatura viril” un día después, en el que argumenta que lo que necesita la literatura mexicana son críticos y difusores de la obra. Respecto a los jóvenes escritores, afirma: “Tienen el espíritu atento a lo exterior y prefieren hacer labor de divulgación de los valores extraños.” Lo que está de fondo es la defensa de la cultura nacional por encima de las influencias extranjeras. Sin embargo, el 19 de febrero de 1925 Novo responde desde las páginas de El Universal Ilustrado ufanándose de la derrota de los escritores nacionalistas y la visibilidad de nuevas propuestas, pues: “Lo que necesitamos son lectores, pero unos los tenemos y otros no, por obvias razones.” La defensa de lo universal, que incluye lo nacional, es para Novo la piedra angular del progreso y la cultura, de ahí su enemistad con el muralismo mexicano y particularmente con Diego Rivera, quien no compartió opiniones sobre el arte con los Contemporáneos, por eso en su ensayo “Arte puro: puros maricones”, publicado en 1934, arremete: “en México hay ya un grupo incipiente de seudo plásticos y escribidores burguesillos que, diciéndose poetas, no son en realidad sino puros maricones”. Quizás este ataque del muralista sea el punto de partida para la escritura satírica de Novo, quien dedicó varios ensayos a denostar a su adversario; algunos de ellos son ”Al margen de un accidente pictórico: Diego Rivera y sus discípulos” o “Los discípulos”. Al nutrido círculo de Rivera le escribió Novo el poema “La diegada” (1926) en donde revela la supuesta ceguera de los alumnos del muralista por el trabajo de éste y, además, se ufana en revelar escenas íntimas de infidelidades. Así lo hace saber en el siguiente soneto, que revela no sólo la mala intención sino el cariz misógino, al ridiculizar el ofrecimiento sexual de la figura femenina frente a la ausencia de su cónyuge:
Marchóse a Rusia el genio pintoresco
a sus hijas dejando –si podría
hijas llamarse a quienes son grotesco
engendro de hipopótamo y harpía.
Ella necesitaba su refresco
y para procurárselo pedía
que le repiquetearan el gregüesco,
con dedo, poste, plátano o bujía.
Simbólicos tamales obsequiaba
en la su cursi semanaria fiesta,
y en lúbricos deseos desmayaba.
Pero bien pronto, al comprender que esta
consolación estéril resultaba,
le agarró la palabra a Jorge Cuesta.
Un tema importante en la producción de Salvador Novo es la vejez y el autoescarnio. En Sátira (1970) introduce un poema titulado “Prólogo”, en el que la voz lírica se observa como un hombre sin talento en el presente; con un tono entre jocoso y grotesco habla sobre el paso del tiempo y los cambios a su fisonomía; sin embargo, en el pasado dijo: “Un escritor genial, un gran poeta…/ desde los tiempos del señor Madero,/ es tanto como hacerse la puñeta.”
El año de 1945 es importante por la publicación de fragmentos de La estatua de sal, que se convierte en el primer texto memorioso de Salvador Novo. Ya no se trata de literatura propiamente, sino de la exposición de sus experiencias sexuales desde la infancia y juventud; él mismo se construye como el hijo desobediente del Génesis. Por el libro desfila la construcción del yo y del ellos; revela los espacios inventados para el homoerotismo en el contexto de la marginalidad, la homofobia y el secreto, para lo cual se vale de la descripción minuciosa y adjetiva, así como de la ironía y el sarcasmo como recursos literarios de defensa. En 1954, sus XVIII sonetos se leen como la continuación, ahora lírica, de La estatua de sal, sobre todo porque son poemas de desafío moral, cuya temática es el deseo, la experiencia de la genitalidad que a veces raya en lo escatológico y kitsch: “Deja tu mano encima de la mía;/ dígame tu mirada milagrosa/ si es verdad que te gusto –todavía./ Y hazme después la consabida cosa/ mientras un Santa Claus de utilería/ cava un invierno más en nuestra fosa.”
A cuarenta años de la muerte de Salvador Novo, su obra sigue siendo visitada por lectores y estudiosos de la cultura mexicana del siglo XX. Sus conocimientos culinarios, los viajes y la escritura de crónicas son fuente obligada para los estudiosos de la cultura mexicana. A pesar de sus desafortunados comentarios sobre el 2 de octubre de 1968, la voz de Salvador Novo queda registrada en el panorama literario, porque su escritura fue la forma que encontró para hacer frente a la marginalidad de una época y una sociedad homofóbica.
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