Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 13 de abril de 2014 Num: 997

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

¿Qué entender por
arte contemporáneo?

Ingrid Suckaer

Reforma educativa:
una propuesta

Ethel Krauze

Carta de humo
y bomberos

Guilermo Samperio

Lo que sabe el poeta
Juan Domingo Argüelles

Las lecturas
de los políticos

Ricardo Bada

Las erupciones
del alma:
melodrama
y balada romántica

Gustavo Ogarrio

Juan Gabriel
placer culposo
y cultura popular

Adriana del Moral

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Antonio Rodríguez Jiménez
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

Guadalajara 29 (III Y ÚLTIMA)

En el vigésimo noveno Festival Internacional de Cine en Guadalajara fue posible ver, entre otros largometrajes mexicanos de ficción, Los Ángeles (Damian John Harper, Alemania-México, 2014); Los bañistas (Max Zunino, 2014); La tirisia (Jorge Pérez Solano, 2013); los ya referidos aquí La fórmula del doctor Funes (José Buil, 2013) y Panic 5 Bravo (Kuno Becker, 2013); Las horas contigo (Catalina Aguilar Mastreta, 2014); Seguir viviendo (Alejandra Sánchez, 2013); Viento aparte (Alejandro Gerber, 2013); Cuatro lunas (Sergio Tovar Velarde, 2013); Familia Gang (Armando Casas, 2013); Cantinflas (Sebastián del Amo, México-España, 2014) y Catch (David Henrie, México-Estados Unidos, 2013).

Por lo que hace al largometraje documental mexicano, y repartidos en más de una sección oficial en competencia, pudieron verse el ganador Eco de la montaña (Nicolás Echevarría, 2013); Los años de Fierro (Santiago Esteinou, México-EU-Canadá, 2013); Hasta el fin de los días (Mauricio Bidault, 2014) y A ras del cielo (Horacio Alcalá, España-México-Portugal, 2013).

A fuer de sinceridad, es preciso decir que la ubicación de estas y otras cintas en tal o cual sección es, como se decía en otros tiempos, un relajo padre: un par de largos de ficción nacionales fueron puestos a competir en la sección iberoamericana, otros fueron colocados en el llamado Premio Mezcal –que, a todos efectos, es una suerte de premio de consolación y al mismo tiempo una muy pequeña sección de largo mexicano de ficción a la que no quieren llamarle así–; uno más forma parte del Premio Maguey –que se define por temática y no por nacionalidad–; dos no concursaron por ningún premio y, algo que este juntapalabras continuará deplorando, una de esas secciones junta ficción con documental, que es como si quisiera ponerse a competir clavadistas con gimnastas, bajo el argumento de que ambos son deportistas.

La insoportable gratuidad del acto


A ras del cielo

Trascendida la lógica competitiva, fuente de perennes desacuerdos, cabe desear que al menos uno de los documentales mencionados sea exhibido en alguna otra parte para que sean apreciadas sus virtudes: A ras del cielo, del mexicano avecindado en España, Horacio Alcalá, tiene por tema explícito el mundo circense visto desde una perspectiva particular, la que ofrece un puñado de miembros del Cirque du Soleil. En ese sentido, el más evidente en primera instancia, el filme consiste en un conjunto armónico de piezas que, en términos narrativos y visuales, cada una tendría valor por sí misma, pero cuya reunión progresiva cumple una doble función: por un lado refiere la trayectoria personal, las motivaciones y lo que para cada uno de estos cirqueros del sol significa el hecho mismo de ser eso que son y pertenecer al grupo que pertenecen. Por otro lado, y precisamente por medio de la imbricación de dichas historias particulares, el documental accede a una visión panorámica, inclusiva, de ese oficio de maravillas que consiste, como la música y la poesía, en algo carente de utilidad práctica y, por lo tanto – Montale dixit-, absolutamente indispensable.

En dicha inutilidad para lo práctico reside el sentido último, el más profundo, tanto del arte circense como, en consecuencia, de esta película que lo hace visible fuera del escenario que le es propio; en otras palabras, que lo hace existir una vez más, que lo registra y, en ese acto, lo rescata –en parte al menos– de su natural fugacidad, de la brevedad de su momento, tan insoportable como la levedad de la que Kundera hablaba. Acto: palabra con la cual, en ausencia del trapecio, el aro, el poste, la cuerda, sólo alcanza a decirse “aquello que se hace” sin importar casi el qué, pero que una vez añadido el adjetivo “circense” queda convertida en vuelo y en placer, con la salvedad inusitada de que, a diferencia de lo que sucede en el sueño –esa infinita manifestación del deseo–, placer y vuelo resultan condiciones asequibles, ahí a la mano para ellos, los hermosísimos cirqueros, aquí a los ojos para quienes al mirarlos quisiéramos experimentar lo mismo, estar no a ras de suelo sino así como ellos, a ras del cielo, y sin metáfora: es al cielo adonde hay que voltear para ver cómo han aprendido a desplegar entera la gratuidad magnífica de sus movimientos. Gratuidad, que comparte raíz con Gracia, esa condición del alma de la que han hablado siempre los místicos y los iluminados, así como los aspirantes a serlo, convertida en acto: de Gracia, gratuito… circense.