Ricardo Venegas
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Garibay desde el origen
Para Cristina Faesler
Considerado de Tulancingo, Hidalgo, Ricardo Garibay Ortega vio la luz el 18 de enero de 1923. Alí Chumacero ha precisado que en realidad nació en Autlán de la Grana, Jalisco, y fue llevado a Tulancingo desde sus primeros días. El mismo Garibay, sostuvo Chumacero, le confió esto en amena conversación. Sin embargo, no es aventurada la hipótesis de que la enemistad con Juan José Arreola (oriundo de Zapotlán, Jalisco) determinara su desestimación por el lugar de origen, pues él mismo decía: “A donde yo vaya siempre irá Arreola buscando superarme.”
Al mudarse a temprana edad a Ciudad de México, la infancia del escritor transcurrió en un ambiente familiar modesto y de afición a los libros. En San Pedro de Los Pinos, el escritor se veía a sí mismo predestinado a la literatura (desde la niñez se sintió marcado por una visión de ángeles toscos y bellos que lo enfermó una semana) y su madre aseguraba que algún día ganaría el Nobel.
Desde niño Garibay encontró en las palabras un oficio que lo llevaría a escribir más de cuarenta y cinco libros de diversos géneros: novela, cuento, ensayo, teatro, guión de cine, crónica y reportaje. Usaba el ingenio verbal al vender candelas para la lumbre, escribía cartas para el tendero por diez centavos o ganaba concursos de radio repitiendo trabalenguas a gran velocidad.
Su naturaleza le impuso una coraza e incursionó en el pugilismo como sparring, actividad por la que cobraría trescientos cincuenta pesos. En esta ocasión utilizó las manos no para escribir, sino para boxear.
Con la obsesión por el deporte de los puños, años más tarde y desde la perspectiva del escritor, escribiría Las glorias del gran Púas (1978) y el guión de la película que aborda la vida del pugilista Rubén Olivares. No mucha gente sabe que Garibay es autor del guión de la película El Milusos, dirigida por Roberto G. Rivera y protagonizada por Héctor Suárez.
La gama de oficios desempeñados por el narrador son testimonio de que a la literatura llegan también los que asimilan la experiencia vital. Al incursionar en las memorias del escritor (Fiera infancia, 1982) es inevitable percatarse de las similitudes que hay entre El Milusos y su autor. Esto lo sabía el novelista y lo asumió con la honestidad del creador que se entrega a su obra, afán que consumaría en Cómo se gana la vida (1992), volumen que se añade al registro variopinto de este conversador de oído refinado. Que a muchos delicados les molestaba la franqueza y la virilidad de Garibay, no es novedad ni añade –ni resta– un codo a su estatura. A trece años de su muerte, Ricardo Garibay sigue más vivo que muchos en su potente literatura.
En otro tenor: decía Alfonso Reyes que la crítica también aplaude, y digna de aplauso es la actividad y el trabajo de promoción cultural que Cristina Faesler lleva a cabo en Morelos. Resulta inevitable la comparación entre lo que no se hizo en los doce últimos años y el ahora. ¡Albricias! |