Hugo Gutiérrez Vega
Un retrato de Efraín González Luna:
el final de un ideario (I DE VIII)
Escribo estas notas sobre Efraín González Luna en el momento en que su partido devolvió el poder al Partido Revolucionario Institucional, después de doce años de gobernar con torpeza, ausencia de moral, crueldad sin límites, ineficacia y, lo que es más grave, con una posición neoliberal a ultranza que contradice los principios de doctrina de un partido que tuvo en el hijo de González Luna, Efraín González Morfín, su último ideólogo, y después se desplomó en el vacío doctrinario y en la docilidad absoluta a los dictados imperiales. Las decenas de miles de muertos, la cínica defensa de una estrategia equivocada, el aumento de la miseria, la mentira institucionalizada, la tontería, la ausencia de principios morales, la entrega al duopolio televisivo, la corrupción y la estupidez ostentada con desvergüenza, son los resultados finales de los doce años de gobierno pseudopanista.
Estas notas quieren hacer un retrato de uno de los ideólogos del PAN original. El otro es el fundador, el maestro Manuel Gómez Morin.
Que el lector no busque semejanzas entre los panistas del desastre actual y los maestros fundadores. No las hay. El frívolo y dañino señor Fox (y su voraz consorte), y el sanguinario y mendaz señor Calderón, nada tienen que ver con un partido como el que crearon Gómez Morín y González Luna. Tal vez estas notas sirvan para que los infatigables archivadores lo ubiquen en algún nuevo apartado del espectro político.
Efraín González Luna tuvo una vida intensa en la que trató de conciliar actividades laborales, aficiones y vocaciones. No lo logró del todo y se vio obligado a veces a sacrificar lo más entrañable en aras de lo inmediato. Leyendo a los historiadores de la política mexicana he encontrado una vacua sarta de lugares comunes y una torpe, lineal y chata serie de calificaciones y catalogaciones. Para quitarse de problemas, esos “historiadores” sentencian: “Político de derechas con tendencias fascistas. Fue candidato del Partido Acción Nacional y de la Unión Nacional Sinarquista a la Presidencia de la República en 1952.” Otros, ligeramente más informados, lo asocian con Maurras, el ideólogo de la Acción Francesa, y con el “caudillo cristero” Anacleto González Flores. Lo conocí y traté personalmente y fue mi maestro en muchas cosas de la vida, la literatura y la política. Por eso puedo decir que su posición era esencialmente centrista. Nada tenía que ver con los extremismos de la Acción Francesa. Más bien se acercaba a los postulados de Jacques Maritain, el filósofo cristiano que tanto influyó en el pensamiento de los partidos populares europeos y en los primeros pasos de la Democracia Cristiana. Con él redactó las conclusiones del Congreso Americano de Problemas Sociales, organizado por la National Catholic Welfare Conference de Estados Unidos, en 1942. Otra influencia poderosa es la de Mounier y su teoría del personalismo. Por otra parte, criticaba severamente al fascismo y, por encima de su hispanismo de raíz cristiana, colocaba el ideal democrático destrozado por los espadones franquistas. Respecto a la contienda civil española, estaba más cerca de Bernanos y de Mauriac que de Claudel, poeta al que amaba y al que tradujo con fidelidad y talento (La Anunciación a María y Viacrucis son algunas de sus traducciones. Sé que trabajaba las Cinco grandes odas poco antes de su muerte).
(Continuará)
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