A Juan Gelman
Un puñado de tierra no es un hombre
Tres cuartas partes hacen del sueño la sustancia
el soplo cerebral de un fuego que se olvida
el temblor del ojo ante la carne
Fugaz imprime la gravedad del día
En pausas respira noches cargadas de rocío
iluminadas por antorchas y lámparas de ancestros
que pusieron a secar preguntas y piel tras el naufragio
No se seca –es verdad– la claridad de la experiencia
No hay certeza de ser ni de encontrar respuestas
La incertidumbre abre las válvulas del hambre
del dolor la comezón la tempestad el alba
Cuántas veces la mano suelta una señal de bienvenida y duelo
incapaz de sepultar o de esparcir el polvo de un corazón a otro
de detener las letras que se fugan del cuaderno de notas en la mesa
De la ignorancia a la pregunta los párpados se abren y se cierran
perplejos a esa luz que viaja oculta por la almohada
visible en lágrimas sin sal pendientes de la tierra
No son escombros de ayer sino las ruinas
de un porvenir hecho de olvido
una lengua desierta de confianza y aire
No prescribe la justicia si hay mañana
Se pueden ver con nitidez las plantas
de imágenes de un yo seguido de los otros
La multitud del sur buscando un norte
sin nada que vender ni recibir a cambio
tan sólo la raíz que pone vertical a la memoria
Sobra tiempo y sed para esperar la muerte
bajo el árbol sin hojas que da sombra
La ausencia de dios ahuyenta el miedo
El padre y el hijo activan la sinapsis
que deja ver la mutua soledad bajo los puentes
las tres cuartas partes líquidas del hombre
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