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El lavaloza que se
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Nahui Ollin o la elección del destino
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Palo dado…
Enrique Escalona
Pérez Gay: el compromiso de la memoria
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Palo dado…
Enrique Escalona
La sentencia se cumplió: empalamiento al acusado. Primero le rompieron la quijada, después le fracturaron las piernas. Desnudo, lo tomaron de los brazos, cuyas manos estaban unidas y amarradas por las muñecas. Tres hombres lo levantaron en vilo, en ángulo recto; ya en el aire, otro le abrió las nalgas para que quedara expuesto el ano. Poco a poco lo sentaron en la estaca de punta redondeada, que penetró en las entrañas como un cenital de luz en la oscuridad. Lo mantenían en posición recta y con la cabeza hacia arriba para evitar el daño de órganos vitales que causara la muerte inmediata. El alarido del empalado provocó la euforia de quienes miraban, que se extasiaron cuando de la boca del castigado salió, como lengua, el extremo superior del palo. El cuerpo se agitaba desesperado; duró tres días con vida, y varias semanas putrefacto. Con su muerte se terminaron los empalamientos, que cientos de veces él ordenó. |
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