Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de junio de 2012 Num: 901

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Ricardo Venegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

10 de junio: Exilio
en la calle principal

Antonio Valle

Crónica de una restauración enmascarada
Gustavo Ogarrio

Los persas y su lengua
de aves y de rosas

Alejandra Gómez Colorado

El lugar más pequeño: exterminio y reconstrucción en
El Salvador

Paula Mónaco Felipe

Columnas:
Perfiles
Marcos Winocur

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Rodolfo Alonso

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Ricardo Venegas
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El arte es el no pensamiento


Esculturas de
Carlos Campos Campos

Sin recurrir a poderes místicos,
hace florecer en un momento
los árboles marchitos
.
Kakuan Zenji

La fascinante biografía de Leonardo da Vinci habla del genio cuyos talentos fueron diversos y al unísono ejercidos en la argamasa de las artes. Un futurista al que debemos varios descubrimientos aerodinámicos, marítimos y hasta anatómicos. Era ingeniero, pintor, escultor y muchas cosas más, y debo confesar lo más sorprendente para mí:  descubrir algunos sonetos de Da Vinci de muy buena factura y acabado: “Quien quiera lo imposible, otro pretenda;/ que es lo imposible pretender locura./ Sabio es el hombre, pues, cuando sin cura/ de lo que no ha de ser se desentienda.” Uno se pregunta: ¿de dónde nace dicha fertilidad para ofertar al mundo tantos proyectos? Al escribir estas líneas no puedo sino entablar un puente entre el que fuera Leonardo y el escultor mexicano Carlos Campos Campos. Quizá sea la diversidad de su búsqueda lo que hermana a aquellos que anhelan acercarse a lo inefable. Campos es un buscador de verdades universales, lo mismo en la escultura que en el dibujo, igual que Leonardo, también es ingeniero y ha creado su propio método para realizarse en la pintura. Pero también ha sido cauto en el camino que ha emprendido. El artista medita cuando crea una obra y va por la senda más corta que rememora un proverbio zen: “Si tú entiendes, las cosas son como son; si tú no entiendes, las cosas son tal como son.” En Los diez cuadros del boyero, del maestro chino Kakuan Zenji, quien vivió en el siglo XII, se representa el camino del zen como un despertar de la conciencia y comienza con un “apetito de misterio”, en palabras de León Bloy; en cada poema de Zenji y en cada viñeta se advierten los avatares del buscador, hay que “atar corto al buey” y domarlo constantemente para llegar a la iluminación; el buey es la naturaleza humana, el camino de la perfección se logra educando a esta naturaleza. Así, el hombre se convierte finalmente en un bien preciado para los demás. Este rumbo no es tan distinto al abordado por da Vinci: quizá, tal vez, después de mucho navegar, se puede hablar consigo mismo y legar un testamento de bienes universales. El discurrir en la obra de Campos va de la fertilidad de la tierra al Eros que nos convoca, es el creador en busca de la libertad interior (al que no le ha bastado el cielo de los otros), del cosmos que indaga la flor de loto nacida en el fango, en el cieno más pobre que aspira al sueño celestial. Es el “hombre sin corazón” que late con su espíritu, ora semilla que arroja su esplendor al suelo, ora montaña erigida por la fe del oficio, como él mismo lo ha dicho: “Hice recientemente un cuadro de pintura zen de 1.80X3 m; tardé cinco segundos plasmando la emoción y el sentimiento es ese trazo, eso puede tener el mismo valor estético de una escultura de mármol, en la cual he tardado un año; el tiempo es relativo, el arte es relativo.”