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10 de junio: Exilio
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Los persas y su lengua
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Marcos Winocur
Consejos para presentar un libro
Sucede que suena el teléfono y es para invitarte a participar en una presentación de libro. Sí, resulta que eres cuate del autor, o fuiste su maestro en alguna época, cuando le auguraste un brillante porvenir en las letras; o supuestamente eres entendido en la materia.
De una manera u otra, el autor está convencido de que te hace un favor, rechazar su invitación te asegura un enemigo jurado de por vida... ni modo. Y bien, con anticipación el autor te envía un ejemplar de su libro, lo lees y necesariamente tu juicio oscilará entre dos extremos: “¡magnífico!” y “¡horroroso!” pasando por un “no está mal”. En los dos últimos casos es aconsejable reservarse los propios juicios. Pues, bien visto, ¿a santo de qué entrar a juzgar si el libro es bueno o malo, si ha sido escrito con la cabeza o con las patas? Hay manera de salir del paso sin calificar, sin comprometer un juicio.
Mi consejo es limitarse a una recreación del texto. Me explico: si se trata de narrativa o poemas, puedes seguir al autor a los cielos de la fantasía, dando cuenta de las imágenes suscitadas por tan estimulante lectura. Si se trata de ensayos, puedes descender con el autor a los profundos interrogantes del ser. Una frase como “nunca había visto un libro así” no te compromete y el auditorio, más que la ironía encubierta, retendrá la excepcionalidad manifiesta. Y luego están tiempo y alteridad, lo uno en lo otro y lo otro en lo uno, muerte, nostalgia, el no ser de las cosas, soledad, hombre lúdico e interactivo, postmodernidad, imaginario, alienado, multimedia y multimercadeo, identidad, incomunicación; ah, no, ésta ya pasó de moda. En fin, no faltan referentes de los cuales echar mano.
Vasko Popa |
Conviene a estas alturas asociar al autor con ilustres predecesores en las letras. ¿Quién podría negar que está bajo la influencia de Rulfo, de Vallejo o de Joyce? ¡Aguas! Se trata de dignas filiaciones y no que el autor se los haya fusilado. Altamente recomendable es traer a colación a un escritor descubierto no hace tanto. Por ejemplo, si se trata de poesía, Vasko Popa. Ignorado por años, circula entre nosotros gracias a Octavio Paz y ha sido objeto de estudios y ediciones críticas. Además ¡escribe en idioma serbocroata! Con las guerras desatadas entre las nacionalidades y etnias de la exYugoslavia, su mención todavía es oportuna.
Si se leen unos versos del autor presentado junto a otros de Vasko Popa, el efecto es increíble. Desde los más dormidos entre el público, hasta los más despiertos, se confunden, ya nadie sabe quién es quién: si el autor presentado o el tomado como referente. Han sido colocados a la par; uno es famoso, el otro no tardará en serlo. Y tú, presentador, no has tenido necesidad de arriesgar juicio alguno ni eres responsable de la mala comprensión del auditorio.
Otra variante vine a aprender hace poco. Se trata de introducir una conferencia en la presentación, así nada tenga que ver. Sí, una conferencia propia, para tu lucimiento personal, que por cierto no estaba programada. ¿De qué tema? No importa, tú arrancas bien lejos en la Historia, por ejemplo, la Edad Media. Allí, explicas, primaba la conciencia colectiva bajo el manto de religiosidad. Después, con el Renacimiento, la Reforma, la Revolución industrial y la Revolución francesa, el individuo se hizo su lugar. Pero lo perdió con el advenimiento del comunismo, otra vez entró a dominar la conciencia colectiva, esta vez bajo manto político. A su caída, el hombre recupera su individualidad, su rol protagónico. Así, con ese diástole-sístole de la Historia, has demostrado tu sapiencia. ¡Cubriste los siglos! ¿Qué tiene que ver eso con el libro presentado? Nada y todo– y así concluyes tu conferencia: con el hombre libre de ataduras y responsable de su destino, culmina el decurso histórico y la obra de nuestro autor. No, me rectifico: ...culmina el decurso histórico “donde se inscribe” la obra de nuestro autor. Claro, no conviene exagerar. Y te has echado tu propio rollo erudito a costa del presentado, sin que pueda reclamar nada pues tu conferencia remató a favor suyo.
¿No que ibas a salir del paso sin comprometer un juicio? Bueno, uno solito, y ya sabes, “uno es ninguno”, unito de despedida nomás, como dejando un buen recuerdo para que te vuelvan a invitar.
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