Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de junio de 2012 Num: 901

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Ricardo Venegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

10 de junio: Exilio
en la calle principal

Antonio Valle

Crónica de una restauración enmascarada
Gustavo Ogarrio

Los persas y su lengua
de aves y de rosas

Alejandra Gómez Colorado

El lugar más pequeño: exterminio y reconstrucción en
El Salvador

Paula Mónaco Felipe

Columnas:
Perfiles
Marcos Winocur

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Galería
Rodolfo Alonso

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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10 de junio:
Exilio en la calle principal

Antonio Valle

A Hugo Gutiérrez Vega

“Ecos de mi onda” fue un homenaje al ritmo endemoniado que te sacaba de la depresión. Lo último que mencionaste en tu diario fue que habían asesinado a unos muchachos el jueves de Corpus. Meses después hablabas de una especie de “cacería de brujas y de brujos” que percibiste en algunos territorios bohemios de la ciudad. Esa fue la última nota que escribiste. Tal vez esta crónica te ayude a salir del fade sin fondo para que comiences a darle forma al rompecabezas.

I

Desde la ventana de un edificio en ruinas escuchas “Ecos de mi onda”. Dos chicos huyen brincando las bardas porfirianas de unas azoteas. Cerca de ahí un perro policía –de los setentas– intenta alcanzar a los muchachos que saltan divertidos. A través de una mirilla, un civil hace foco en la sien de uno de los jóvenes. Antes de que escuches la detonación los chavales desaparecen tras una sábana. En su departamento, Lupita no se ha dado cuenta de lo que pasa en la azotea. De pronto su mano cae sobre la perilla de una Stromberg Carlson. Al subir el volumen de la consola ella se va junto con los Rolling al cielo.

II

Desde que a Lupita le silbabas el tema de Pérez Prado con el que Fellini musicalizó La dolce vita, yo jugaba a ser Marcello Mastroianni, él era el novelista frustrado de la Vía Veneto y yo el narrador arruinado de nuestra Roma mexicana. Desde entonces he intentado atar los cabos de tu historia, pero como sólo tengo secuencias inconexas y un milagro falso, no he podido construir un argumento convincente. Sin embargo, ahora que empieza una nova primavera mexicana, tal vez logre descubrir al monstruo intemporal de La dolce vita, que después de cuatro décadas sobrevive en nuestra Roma. Esa es la razón por la que te invité a dar otra vuelta a la manzana para que, aquí entre nos, intentemos explicar lo que pasó el día de la fuga. Ok, dices escuchar la algarabía que hacen unos chicos con su motoneta. Atrás de ellos vienen las sirenas y los perros aullando más que Jagger. Los vecinos gritan indignados al escuchar la revoltura en crescendo. Tú sonríes al mirar las figuritas tratando de esconderse en una sábana. Entonces, allá, en la azotea de enfrente, azulean unas llamas diminutas. En medio del desorden escuchas el riff inmejorable de los Rolling y miras el cuerpo de uno de los chicos sangrando en la saliente. Por un instante, las cuerdas de Keith Richards y el saxo hacen que voltees hacia el departamento de Lupita cuando un civil dice: “Déjalo que sangre.” Pasan unos segundos interminables –o tal vez sean unos años– mientras suena “Exile on Main Street”. El niño héroe se está muriendo. Su cabeza da vueltas en el sinfín de un disco negro. Algunos sobrevivientes del combate comienzan a moverse en esa zona oscura. Las calles de la ciudad son peligrosas. Desde entonces tú te mueves lento y callado como un ajolote en el agua sucia que los civiles dejaron para que sobrevivas.

¿Qué le pasa a Lupita? No sé. ¿Qué quiere la niña? ¿Bailar?

III

Correosos, ondulantes, inextinguibles; los rebeldes ingleses dicen que se irán muriendo poco a poco pero que seguirán parados en el escenario hasta que ya no quede vivo ninguno.

Arranca el flashback que fusiona alucinaciones visuales y auditivas. Eso que te hace brincar como zulú en la oscuridad se llama África ardiendo en las riberas del Mississippi, del Támesis y hacia el norte del río de La Piedad.

“No me escuchas llamar bajo la sucia calle/ Tengo una lucha interior/ estoy merodeando en tu ciudad.” “Can´t you hear me knocking.”

IV

Diez años después leíste Las batallas en el desierto. Dices que ese libro tiene encantada a Lupita. Bajo la luz del dulce relato de José Emilio te detienes en una entrañable vecindad para percibir dentro de ti un deseo adverso. Saludas a la Virgen Morena y te arrancas en la bici hasta que llegas a la plaza Ajusco. Te hundes en la pelota cósmica seguro de que al otro lado del arco iris ella siempre te esperará.

“Viene en colores por todos lados/ Peina su pelo/ Es como un arco iris.” “She’s a Rainbow.”

Te has quedado a vivir en el pasado. Como un radioescucha misterioso, tu mente sintoniza con tres canciones de los Rolling. Te fijas en los anuncios del Instituto Patrulla y –para las amas de casa que te quitan el sosiego–,  del jabón Zote. Te estableces en una zona que comienza a degradarse. Antes solías mirar una avioneta que escribía versos en el cielo. Era tanta la felicidad que te causaba la vieja Roma que estuviste a un tris de quedarte atrapado para siempre en esa red. Sin embargo, como los civiles no dejan de pisarte los talones, te mueves de aquella trama radiante de liras y palabras. 

“Nunca conservé un dolor pasando el atardecer/ Nunca terminé la escuela/ nunca quise ser como papá.” “Happy.”

V

Ya no recuerdas quién te dijo que sus satánicas majestades eran los mismos demonios que tocaban rhythm and blues. Aunque todavía te intimidan un poco los pobres diablos de la infancia, saltas entre docenas de muchachos con la energía tribal de “Simpatía por el diablo”. Como no sabes nada del monstruo de La dolce vita, ni de Lupita y el Fausto, ni siquiera de Una temporada en el infierno, te llevas un buen susto cuando en el cine Morelia una niña casi muerta vomita crema de espinacas. Por fortuna, antes de que se derrumbe tu pantalla interna, para liberarte de El exorcista siempre puedes encenderte con el disco Beggars Banquet, con la voz imaginaria de Lupita o con una motoneta entre las piernas.

“Lo que te confunde es la naturaleza de mi juego.” “Sympathy for the Devil.”

VI

Sintonizo con el azogue de tu mente. Cuarenta años después, Jagger continúa siendo endemoniadamente ágil. Sería bueno que le preguntaras cómo pasa el tiempo, si es que pasa por ese rebelde que tiene setenta y tantos años y se arquea como acróbata. El cantante se mueve como el argento vivo que corre por las venas de algunos héroes de las batallas. Así funciona el tiempo y las construcciones virtuales que improvisas. Por ejemplo, en los helados de La bella Italia, hoy volviste a ver a un exrebelde poniendo en la rockola “Volare”, Azul/ pintado de azul. Sin embargo, por más que el hombre se pinte de azul tú sabes que es un civil traidor y peligroso. La primavera está llegando a la tele y los nuevos chicos se disponen a ensamblar el tiempo y la historia del país con su destino.

Tu radio íntima transmite las consignas de los jóvenes que terminan a sangre y fuego el jueves de Corpus. Obsequias un minuto de silencio que se prolonga hasta el día de la fuga. Los radioescuchas saben que el chico de la Roma ya está muerto, aunque él y tú piensen lo contrario. Pones el audio donde injurian y reclaman los brothers del ‘58, las blue sisters del ‘68, los warriors del ‘71, los romanos del ‘85, que cada septiembre vuelven buscando sus zapatos; el escándalo de la reunión que se desdobla en el sinfín de las indignas batallas de Tlatelolco y de San Cosme. Las multitudes le pisan los talones al prójimo que está corriendo por su vida.

VII

Para no hacer ruido, de vez en cuando caminas descalzo por Álvaro Obregón. Antes de llegar al Hotel Colonia Roma observas detenidamente una escultura sadomasoquista. Intentas convencerte de que las imágenes de Shine a Light no tienen nada que ver con el ángel, el sátiro y el síntoma que haces evidente. Nunca imaginaste que, cuarenta años más tarde, seguirías encendiendo la luz de una solitaria habitación para saber qué es lo que los muertos quieren, qué vas a hacer con el chico que saltaba en la azotea y sobre todo qué le pasa a Lupita.

Mientras tanto, Jagger salta como nunca en el documental de Martin Scorsese. Es un homenaje a todos los que han sobrevivido por amor.

“Te vi acostada plácidamente en la habitación 1009/ Bueno, estás borracha en el callejón, nena, con tus ropas desgarradas/ Tus amigos de la noche te abandonaron en el frío amanecer gris.” Shine a Light.

Entre la ficción y las historias de los Rolling tu vida se ha convertido en una riada francamente oscura. Eso comenzó desde el día que la bruja se chupó a Jack y a los chavales.

“Nací en un huracán de fuego cruzado/ y le aullé a mi mamá bajo la lluvia torrencial/ pero ahora todo va bien, de hecho, ¡es increíble!” “Jumpin’ Jack Flash.”

VIII

Vamos a dar una vuelta a la manzana de regreso. Escucha, la Stromberg Carlson ha comenzado a vomitar detalles de la vieja historia. Cuando años después Lupita vuelva en sí, ya habrá perdido el brillo que los ángeles le dejaron la primera madrugada que regresó del Bar Azul, de ese subterráneo donde bailan las mujeres más tristes y excitantes que jamás has visto. Esos detalles se ensamblan con la muchacha fantasmal que de vez en cuando te acompaña.

“Voy ahogarme en tu amor/ voy a hundirme en ti.” “Soul Survivor.”

No fue fácil sobrevivir a la mezcla de música deliciosa con letras letales. Será por eso que buscas mujeres cada vez más siniestras. ¿O era la misma vieja señora que, como la hermana incestuosa del Rey Arturo, te embrujó? ¿Acaso esa muchacha fantasmal es un avatar de “Angie” o de Anita Pallenberg, amante de lujo de dos piedras rodantes?

“¿Quién es esa mujer que va de tu brazo vestida para aniquilarte?/ Arrástrame a los dormitorios del blues/ deja que todo se caiga esta noche.” “Let it Loose.”

IX

Las rolas de los Stones trazan una pista que hiere tu memoria. “Oh, una tormenta está amenazando mi vida.” ¿Recuerdas la primera vez que escuchaste canciones de Gimme Shelter en una rockola de San José del Pacífico en Oaxaca y en el Mezcalito en Puerto Escondido? “Te digo/ el amor, hermana/ está a un solo beso de distancia.”

En un expendio entre indio y hippie que frecuentan algunos romanos iniciados te enteras de que Robert Jhonson, el mítico precursor de los Stones, murió envenenado por un marido celoso que le disparó un vaso de whisky. Claro, tú no eres el Rey del delta blues, y menos una variante de Funes el memorioso, sólo eres un tipo que recuerda el slide de Keith Richards deslizándose sobre el pezón de una muchacha. La rosa se resbala por la memorable lengua escarlata y las percusiones de Charlie Watts suben como hormigas en sus piernas. Oh, sí, esos sonidos te ayudarán a soportar la suspensión glaciar de tu memoria como el prodigio ominoso que encalló en La dolce vita.

X

Todos los días Lupita llega al crucero de Mérida y Guanajuato. En el Bar Azul unos espectros sensuales se mueven con la música de Exile on Main Street. Ella pide un trago y espera que te des una vuelta por el negocio para que termines con esa construcción inexistente. Después de años Lupita levanta los ojos de Las batallas en el desierto y tararea: “La guerra, niños/ está a un solo tiro de distancia.” “Gimme Shelter.”

Cuando estás a punto de visualizar el corazón en el que se alojó el primer disparo, Jagger interrumpe tus pensamientos porque pregunta por Angelina Jolie: Anybody seen my baby? Como algunos sobrevivientes de San Cosme y de la Roma, tú también te has hecho esa pregunta cientos de veces. Pronto lograrás saber qué es lo que Lupita quiere de verdad; mientras tanto, ella seguirá bebiendo en la cueva underground que arde y se apaga dentro de tu plexo.

Como el cronista de la Via Veneto he vuelto a fracasar, ¿verdad? Bueno, tomemos un poco de aire fresco; dicen que esta vez los muchachos están haciendo verdaderos milagros en la calle.

Posdata

“En la tranquila ciudad de Londres no hay lugar para un luchador callejero”, dice un fragmento de “Street Fighting Man”, del disco Beggars Banquet (El banquete de los mendigos), cuyos temas se inspiran en las revueltas juveniles del ‘68.

“Can´t you hear mi knocking”: las radiodifusoras mexicanas presentaban esta canción como “Ecos de mi onda.” Pertenece al álbum Sticky Fingers (Dedos pegajosos), primer álbum editado por el sello de los Rolling Stones en 1971. El disco fue construido mediante colisiones y aleaciones de rock and roll, country & blues.

Un año después de la balacera del jueves de Corpus, se publica Exile on Main Street (Exilio en la calle principal), el mítico álbum que produjeron los Stones en el sur de Francia. Sus géneros son rockabilly, boogie-woogie, jazz y gospel.