Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 17 de julio de 2011 Num: 854

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Patrick Modiano: esas pequeñas cosas
Jorge Gudiño

Memorias de Jacques Chirac
Vilma Fuentes

La sal de la tierra
Sonia Peña

Flann O’Brien, el humorista
Ricardo Guzmán Wolffer

Aute a la intemperie
Jochy Herrera entrevista con Luis Eduardo Aute

Ramón en la Rotonda
Vicente Quirarte

Vicente Quirarte y los fantasmas de Ramón López Velarde
Marco Antonio Campos

Kubrick, el ajedrez y el cine
Hugo Vargas

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


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Jorge Moch
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La estrategia más ruin

La estrategia más ruin es la de lanzar al aire una guerra a los violentos cárteles que suplen de droga al país que más la consume en el mundo (y tenemos por desgracia de vecino al norte) sin hacer primero una rigurosa prospectiva, saber cuál hubiera sido –y es– el peor escenario posible y terminar usando a las fuerzas armadas, con el pretexto estúpido de esa guerra estúpida dictada además, para mayor escarnio, desde el desprecio de esos vecinos indeseables, como instrumento de amenaza ante el descontento social legítimo y aterrorizante herramienta coercitiva con su sola presencia esencialmente ilícita en las calles de nuestras ciudades.

La estrategia más ruin es la de envilecer la vida pública nacional por una migaja electorera; acusar al adversario de ser un peligro para el país y después, buscando legitimar a cualquier costo un régimen puesto en duda por razones elementales –como que el padrón nacional que contiene la información privada de millones de votantes termine en las pezuñas del cuñado del candidato oficialista, por mencionar sólo una de varias asquerosas muestras de corrupción y fraude– meterlo en una guerra sangrienta y sin sentido, convertir un asunto de salud pública en pretexto vulgar para establecer un Estado policíaco.

La estrategia más ruin es decir que se gobierna un país, que se administra el erario, que se tienen metas positivas para todos en el horizonte que no es más que nubarrón, y presumir un búnker “como los de las películas”, donde se refugia quien dice gobernar, cobarde y medroso, sintiéndose inseguro y perseguido, incomprendido por la sociedad y la historia ingratas, miedoso en su cerco de guardaespaldas y asesinos con placa.

La estrategia más ruin es la que utiliza los servicios de inteligencia del Estado, sus artefactos de tecnología de punta para espiar a políticos rivales, para socavar a la oposición o la crítica, para convertir a activistas sociales o a periodistas en enemigos de un proyecto de nación que, de existir, será esencialmente espurio por ser ajeno al interés de vastas mayorías pobres, en un país que se debate entre la ignorancia mal maquillada y la violencia disimulada en los medios y en el discurso oficial del cobarde de ocasión.

La estrategia más ruin es, ante el fracaso reiterado de la guerra contra el narcotráfico, la de ir por el arresto del sicario o del narcomenudista o del secuestrador, pero nunca perseguir al verdadero jefe de la organización, al encumbrado político que dirige una organización criminal o forma parte de ella; al respetabilísimo empresario, dueño de embotelladoras o moteles o fábricas o bancos, cuyo capital contable y vasto viene del narcotráfico; al clérigo católico encumbrado que lleva capelo rojo o púrpura, y recibe confesiones de narcos y asesinos con la piadosa facilidad con que recibe cuantiosas donaciones para sus pías causas que demasiadas veces resumen en proteger curas pederastas…

Pero quizá la estrategia más ruin, la que más emputece a la sociedad mexicana, sea la de emporcar los nombres de las víctimas inocentes que tan a menudo –prácticamente a diario– se ven atrapadas en fuegos cruzados en cualquier calle o avenida o, peor, son necesarios chivos expiatorios para cumplir cuotas de enfrentamientos con “miembros de la delincuencia organizada”, y que tienen nombre, como Carlos, y apellido, como Técatl, y profesión, como ingeniero, y que fueron sorprendidos por las presuntas fuerzas del orden, como los estudiantes del Tec en Monterrey o los niños que iban a la playa en Matamoros, o el ingeniero y sus dos compañeros de trabajo, asesinados por balas que parecen haber sido disparadas por soldados muy nerviosos, o muy estúpidos, o muy hijos de la chingada, para decirlo bien, en un retén montado por ellos mismos a la entrada de Jalapa. Y es estrategia vil, ruin, del proxeneta prevaricador que quiere enviciar el juego, pedir a las televisoras, y que ellas, putas siempre complacientes al mejor postor, acaten, que se manche el nombre del asesinado, que se le sepulte en la fosa común del olvido, que si se le llega a mencionar sea acusándolo a priori, aunque la acusación lacere la memoria del muerto y el futuro de su viuda, de sus huérfanos, de sus padres y hermanos.

La estrategia más ruin es la de pedir a esas mismas televisoras que en sus noticieros ya no se mencionen balaceras, sino “operativos”; que se suprima el conteo de los muertos con uniforme y solamente se haga el recuento de los otros.

La estrategia más ruin es, pues, el pan nuestro de cada día.