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Cortos de largo aliento (IV Y ÚLTIMA)
La selección oficial de animación fue quizá la más sólida y consistente
de todas las que se presentaron en la duodécima edición del
Festival Internacional de Cine Expresión en Corto en Guanajuato.
He aquí algunas muestras.
Videogioco (Italia, 2009, 1’40’’), de Donato Sansone, hace total
economía de recursos al emplear únicamente un par de manos–
quizá las propias– que le dan movimiento a una serie de dibujos
sobre papel, bajo la antiquísima técnica de barajado, para
contar una historia tan breve como ágil pero también violenta.
Bob (Alemania, 2009, 3’1’’), de Jacob Frey y Harry Fast, es una
animación digital con estructura de cuento clásico: Bob es un hámster
que, dentro de su aro metálico para correr, persigue incesantemente
a un hámster hembra del que se ha enamorado. La persecución
parece ser tan tenaz e interminable que toca varios puntos
del planeta, y es sólo gracias al final sorpresa que tanto Bob como
el espectador se enteran de qué es lo que sucede en realidad.
Formic (Alemania, 2009, 3’40’’), es decir Hormiga, de Roman Kalin
y Florian Wittmann, es otro hábil cuento de estructura ortodoxa: un
hombre practica en su patineta sin saber que con ello perturba –y
hasta pone en riesgo– la vida de una hormiga, hasta que ésta consigue
infligirle al eskato una caída cuyo estrépito y contundencia
por fin lo ahuyentan. Tanta simpleza se sublima en virtud de dos
atributos: la extraordinaria manufactura fílmico-digital y el punto
de vista elegido –desde luego, el de la hormiga.
Chienne D’histoire |
Le Petit Dragon (Francia-Suiza, 2009, 8’15’’), El pequeño Dragón,
de Bruno Collet, es una delicia para cualquier cinéfilo, pero en particular
para aquellos encandilados con el icono japonés en que se
convirtió Bruce Lee. Realizado en stop-motion, el cortometraje
cuenta cómo el protagonista de Operación Dragón reencarna en
un muñeco de plástico que no mide más
de quince centímetros, y cómo este juguete
piensa y actúa exactamente como
el afamado karateca.
Chienne D’histoire (Francia-Turquía,
2010, 15’11’’), o en español La isla de los
perros, de Serge Avédikian, recrea cierto
pasaje histórico que tuvo lugar hace
exactamente cien años, poco conocido,
excelente para echar un ojo a las simas
del espíritu del ser humano: en 1910,
en Constantinopla, por decisión gubernamental
30 mil perros callejeros fueron
confinados en una isla desierta, para
que murieran de hambre y sed. Avédikian
digitalizó y animó acuarelas de
su autoría, de una plasticidad, una fuerza
expresiva y una belleza tales, que le
confieren a la cinta una calidad extraordinaria.
Xochimilco 1914 (México, 2010,
4’37’’ ) , es un trabajo colectivo realizado
por Esteban Azuela, Mara Soler, Carlos
Gamboa y Luis Núñez, quienes se basaron
en la versión taquigráfica original de
lo que Pancho Villa y Emiliano Zapata se
dijeron el 4 de diciembre de 1914, es decir,
la primera vez que estos revolucionarios
se encontraron, precisamente en algún
paraje de Xochimilco. La animación,
más bien escueta, se basa en un collage de las bien conocidas fotografías
existentes de ese período de la historia
mexicana.
Esterhazy (Alemania-Polonia, 2009,
25’), de Izabela Plucinska, también en
stop-motion, es un nuevo abordaje de
un acontecimiento histórico que ha gozado
de innumerables visitaciones: la
caída del Muro de Berlín en 1989. Esterhazy
es el nombre de un conejo vienés
que emigra a Berlín para cumplir con
cierta tradición familiar que –dato ignorado
por los roedores– se relaciona con
el Muro, por ellos visto como una suerte
de Arcadia. Las vicisitudes que vive Esterhazy
hasta dar con el lugar y, una vez
ahí, con una enorme coneja hembra, son
reflejo fidedigno de la confusión que padecieron,
así como la capacidad de adaptación
de la que debieron hacer gala los
alemanes en aquella época.
Sinna Man (Noruega, 2009, 20’), Hombre
enojado, de Anita Killi basada en un
libro de Gro Dahle y Svein Nyhus, cuenta
en animación tradicional una de esas
historias de triste universalidad, que
más valiera no necesitar que fuesen contadas/
denunciadas: la de un padre de
familia cuasiesquizofrénico, lo mismo
capaz de la mayor de las dulzuras que de
una de las más abyectas violencias, es
decir la que se ejerce precisamente en
contra de los miembros de la propia familia.
Boj es el nombre del niño cuya mirada
provee el punto de vista de este gran
cortometraje.
Norit krupi (Letonia, 2010, 10’), Tragarse
un sapo, de Jurgis Krasons, es una
maravilla metafórica, según la cual basta
con engullir un sapo –viscoso, repelente,
nauseabundo– para que el mundo
y sus problemas se conviertan en un
edén, al menos para el embrutecimiento
que le sobreviene a quien se ha tragado
el sapo. No es difícil entender al sapo
a manera de símbolo: sapos han de ser
los estupefacientes, el discurso oficial
de la realidad, la televisión, etecé.
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