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UN ECO DE LA INTERIORIDAD
RICARDO GUZMÁN WOLFFER
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Cartas a la señora Z,
Kazimierz Brandys,
Universidad Veracruzana,
México, 2009.
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Cuando los ecos literarios son poderosos, resuenan
sin importar las nacionalidades ni el tiempo.
La eficaz prosa del polaco Brandys (1916-2000)
ha trascendido a sus circunstancias porque, entre
otros logros inobjetables, habla del hombre y sus
percepciones. Con el pretexto de las cartas que
escribe a la señora Z, Brandys narra sus divagaciones
interiores sobre los temas más variados. La
prosa de Brandys es de las que entre más se sitúa
en una circunstancia específica, más es comprensible
para los lectores de todas las latitudes.
El primer texto habla de la justificación de escribir
a esa señora Z de la que necesita su dirección:
de la mera necesidad de que lo escrito sea
leído, ya sea como periodista o como literato. Por
supuesto que Brandys ha sido leído, pero no deja
de ser agradable esa honestidad planteada con
elegancia. Las cartas escritas, de entrada, para
hablar del viaje a Italia y de la sorpresa de sentirse
intruso a las bellezas de ese país, famoso en
Europa y el mundo por sus beldades naturales y
culturales (todos tendremos nuestra propia Italia
en la cual seremos siempre extranjeros) y cómo
esa ajenidad lo lleva a tener por cognoscible a ese
país sólo por medio de folletos y enciclopedias:
“la ciudad ha vencido y usted ha quedado absuelta
del deber de luchar”. En la imposibilidad de
sentirse parte de esas bellezas, más vale verlas con
cautela y en una selección que permita purificarse
en la percepción. Ante esa distancia personal,
el análisis se decanta con una calidad demasiado
afilada: compara al turismo con la prostitución,
pero sólo cuando las ciudades están muertas,
pues “las civilizaciones vivas, dinámicas, jamás
han sido propiedad común para el extranjero”. Y
en esa exploración conceptual la mirada termina
por dar ineludiblemente en el propio observador
para reconocerse en lo ajeno. “¿Qué somos y qué
queremos ser? ¿Qué cosa es mito y qué auténtica
posibilidad?” Más por lógica que por convicción,
su análisis decanta a la política, para convencerse
de que ahí no están las respuestas, pues la necesidad
interior de lealtad resulta sólo compatible con
el ausente. “La realidad debe siempre costar. El
paisaje social,… aquello que los mentores quisieran
eliminar del arte.”
Un libro imprescindible en la literatura europea
del siglo XX. Al lado de la vía que transita el
checo Bohumil Hrabal con sus trenes rigurosamente
vigilados, Brandys muestra una notable
correlación con aquella prosa europea que nos resulta
entrañable no sólo por hablar de los temas
ineludibles a toda humanidad, sino por una fluidez
difícilmente asequible. Quiero creer que la
mano maestra de Sergio Pitol, traductor de esta
versión, no ayudó y sólo logró transmitir el poderío
de este autor indispensable no ya para comprender
el devenir literario europeo, sino para
recordar cómo una buena lectura puede darnos
más placeres de los esperados.
RÉQUIEM POR CLARICE
RAÚL OLVERA MIJARES
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La hora de la estrella,
Clarice Lispector,
Siruela,
España, 2009.
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Han pasado más de treinta años desde la desaparición
de Clarice Lispector, nacida en Ucrania durante
la década los años veinte en una shtetl o aldehuela
judía. El nombre de la familia, Lispector,
es ya un gran enigma. ¿Se trata de una trascripción
latina del yiddish acaso con el cambio o pérdida
de alguna letra? Huyendo de los pogromos,
durante el período de entreguerras, los Lispector
logran llegar a Brasil, no sin que soldados rusos
violen a la madre transmitiéndole sífilis, enfermedad
que habría de conducirla a la tumba en pleno
exilio en el noreste del Brasil. Con fama de meiga
y creyente en el ocultismo, su voz era algo pastosa
debido en parte a un defecto de la lengua y
en parte al carácter gutural propio del yiddish.
Con una pinta de estrella hollywoodense, impecablemente
vestida en sus raras presentaciones
públicas, Clarice Lispector moriría en 1977 en
Río de Janeiro, no sin antes haber publicado una
novela brevísima, casi un relato, titulada A hora
da estrela.
En el texto la palabra estrella cobrará una doble
connotación, precisamente de star cinematográfica,
como es el sueño de Gloria, la compañera de
trabajo y rival, y más tarde el de Macabéa, la antiheroína,
muchacha flacucha y desangelada; estrella
también porque representa la búsqueda de la
iluminación, la luz perpetua, el réquiem eterno
que viene con la última hora. Se sabe que la autora,
tiempo antes de iniciar la obra, asistió a una
reunión pública, suerte de kermés con norestinos,
como se conoce a los brasileños que vienen de los
sertones; ahí recordó el ambiente del Pernambuco
de su infancia. También por aquellos días visitó a
su cartomántica y pensó en lo engraçado que sería,
la gracia que la causaría que la atropellaran justo
después de conocer su futuro. Estos tres elementos,
la sencillez norestense, la visita a la clarividente
y la muerte inesperada que se combinan con
otros más, como son el candor de la pueblerina, la
falta de escrúpulos de uno que quiere ser rey del
mundo y la deslealtad de una colega de trabajo,
vendrían a conformar el ambiente y la fórmula
específica de la obra.
Un personaje que no es posible olvidar es el
narrador quien, tras un largo y profundo preámbulo,
casi monólogo interior, haciendo metaliteratura,
comienza en medio de incontables salvedades
a contar la trágica histórica de la norestina la cual se encuentra con un paisano suyo, de nombre
Olímpico, quien comienza a cortejarla y a mofarse
de ella a causa de su inocencia, su raquítica
complexión y su credulidad a toda prueba. Este
viaje donde se funden ilusiones, crudeza y esperanzas
sin fundamento, habrá de llevar a Macabéa
a su propio fin, en el doble sentido de aniquilamiento
y consecución de un ideal. Macabéa no
está hecha para esta vida. Sus pulmones son demasiado
débiles, la falta de afecto con la que se
crió la acompañará siempre. Cuando el coche la
arrolla al salir de la consulta con la vidente, sufre
un momento de éxtasis donde lo ve todo y muere
en paz consigo misma y con el mundo.
MARGINALIDAD DUPLICADA
PORFIRIO MIGUEL HERNÁNDEZ CABRERA
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Vidas vulnerables. Hombres indígenas, diversidad sexual y VIH-Sida,
Guillermo Núñez Noriega,
CIAD/EDAMEX,
México, 2009.
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En este ensayo, producto de la primera investigación
de largo alcance dedicada al tema en nuestro
país, el autor recurre a la historia de vida para realizar
una amplia inmersión en la experiencia vital
de cuatro hombres indígenas chiapanecos migrantes:
Humberto (zoque, masculino y albañil), Mariano
(tzeltal, ex guerrillero zapatista y jornalero
agrícola con prácticas bisexuales), Alex (tzotzil,
transgénero y mesero) y Cha’an K’iñ (chol, ex militar,
estudiante, y vive con VIH-sida).
El autor se propuso investigar la etnicidad, las
prácticas homoeróticas, la clase social y la migración
como ejes de análisis que contribuyen en la
vulnerabilidad a la infección de VIH-sida. Para ello,
estudió la trayectoria sexual de sus informantes
y la manera en que se articula con otras dimensiones
identitarias.
Si bien cada una de las historias es única, los
entrevistados comparten similitudes, ya que sus
vidas se enmarcan en un vasto y complejo andamiaje
en que el goce y la culpa, derivados de las
prácticas homosexuales y de sus transgresiones
de género, los lleva a sufrir –desde la infancia y
hasta la joven adultez– no sólo la violencia patriarcal,
homofóbica y heterosexista del padre, los
hermanos mayores y los compañeros de escuela
y de trabajo, sino también el racismo, el clasismo
y los abusos de vecinos, profesores, curas, patrones
y médicos, atenuados siempre por la complicidad
subversiva de los novios, las parejas sexuales
y los amantes.
Derivado de la destreza y la sensibilidad del
investigador, los informantes logran transmitir
en castellano –a pesar de no ser su lengua materna–
sentimientos y pensamientos muy profundos,
y necesidades vitales diversas, pero básicamente
su necesidad, como todos, de ser queridos y aceptados
con todas sus dimensiones identitarias.
Descontando la introducción y las discusiones
finales, las historias de vida pueden leerse también
como relatos autobiográficos con una enorme
carga literaria. Esto no es una mera consecuencia
de las características de la narrativa biográfica
de los participantes en este tipo de estudios, sino
que se debe también a una dedicada labor de edición
y de “recuperación estilística” del autor. De
este modo, en contraste con su libro anterior (Masculinidad
e intimidad: identidad, sexualidad y sida)
–en el que se asume como un investigador implicado–,
en éste Núñez aparece de manera marginal
como un “personaje” más en los relatos; sin embargo,
este recurso literario no le resta mérito al
libro en tanto documento etnográfico.
En el capítulo final, Núñez analiza los relatos
a la luz de sus ejes temáticos. Así, la múltiple discriminación
derivada de la etnicidad lleva a estos
hombres a una situación de vulnerabilidad educativa,
laboral, económica, migratoria y sanitaria,
pero sobre todo a una vulnerabilidad emocional
en que la ignorancia y la desinformación los conduce
a prácticas sexuales no protegidas como un
subterfugio a fin de paliar la soledad.
A diferencia de sus primeros libros, en éste el
discurso de Núñez es más interpretativo que teórico,
pero no por ello menos riguroso. Más que
analizar exhaustivamente la riqueza de los datos
recabados, presenta un “análisis sintético” que
aporta mucha información preliminar. Sin embargo,
los lectores/as (avezados o no) podrán hacer
sus propias interpretaciones para elaborar nuevas
aproximaciones sobre muchos otros temas vinculados,
o no, a los estudios étnicos, de la sexualidad
o el género.
Por lo pronto, aquí se destacan las resonancias
políticas del libro en tres aspectos. En primer lugar,
refleja el perenne desdén del Estado mexicano
y de los gobiernos priísta y panista hacia los
pueblos originarios, y la carencia de políticas públicas
para abatir los índices de marginación en
todos los rubros de la vida, incluyendo la prevención
del VIH-sida y la legitimación de la diversidad
de expresiones de género y de relaciones homoeróticas
entre hombres.
En segundo lugar, por la generación a la que
pertenecen los informantes, en todas las narrativas
está presente el levantamiento del Ejército
Zapatista. De manera indirecta, Vidas vulnerables…
recuerda la proclama insurgente de luchar
por “un mundo en el que quepan muchos
mundos” y plantea la necesidad de que en ese
“mundo” quepa no sólo un “mundo de justicia
y democracia” como el presentado en Corazón
del tiempo –la película de Alberto Cortés sobre
la igualdad de la mujer en los territorios zapatistas
de Chiapas–, sino también los “mundos
homoeróticos” como los de Humberto, Mariano,
Alex y Cha’an K’iñ. Cuando pensamos que estas
vidas sólo son un botón de muestra de una realidad
opresiva para los niños, jóvenes y hombres
indígenas del país –con prácticas homosexuales
o no–, la situación de múltiple discriminación toma
proporciones de etnocidio.
En tercer y último término, la inclusión de los
“mundos homoeróticos” precisa también de la
solidaridad de la sociedad civil, empezando por
quienes, en teoría, deberían ser más proclives a
promover el respeto por la diversidad sexual.
¿Qué alternativas de “liberación” tienen para los
disidentes sexuales indígenas los movimientos
lésbico, gay, bisexual y transgenérico de la capital
y de los estados del país? En su narrativa, los
entrevistados denuncian la discriminación que
sufren, inclusive, por parte de los “hombres del
ambiente gay” (algunos de ellos enfermos de sida).
¿Habrá alguna vez una política sexual y de
género para los indígenas a fin de que tengan autoestima,
posición social y económica, y el respeto
de la sociedad? ¿Cómo podrían superar el
racismo y el clasismo aquellos que luchan contra
la homofobia y el heterosexismo?
Vidas vulnerables… es un innovador estudio antropológico
de gran trascendencia académica que,
desde la metodología cualitativa, no oculta sus
intenciones políticas y humanísticas. Es una emotiva
y desesperada llamada de auxilio de sus protagonistas,
pero también del autor, para lograr el
respeto a los derechos humanos no sólo de los
hombres indígenas con prácticas homoeróticas,
sino de los pueblos indígenas en general.
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¡Arde la calle! Emo, punk, indi y otras subculturas en México,
Julio Martínez Ríos,
Random House Mondadori,
México, 2010.
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Poligenérico hasta lo inclasificable, aunque sistemático y
seguidor estricto de una lógica interna, el cuerpo textual
de este volumen de título elocuente lleva a los extremos
la libertad absoluta del ensayo para referirse a los temas
suprascritos. El autor, que se desempeña como periodista
de rock, ha colaborado en innúmeras publicaciones –culturales
y de las otras– en México, y es también locutor y
guionista radiofónico.
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