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Germaine Gómez Haro
De copias, falsificaciones y estafas
Los museos y las colecciones privadas más importantes
del mundo han revelado en numerosas
ocasiones el descubrimiento de piezas
falsas que en algún momento fueron consideradas
obras maestras de autores, tanto reconocidos
como anónimos. Rondan por el mundo
numerosas falsificaciones de los old masters vendidas a precios exorbitantes, y copias de
la época que un día fueron obras lícitas de los
discípulos en los talleres han sido posteriormente
alteradas, imprimiéndoles la firma del
maestro para elevar su precio de venta. Hasta
finales del siglo XIX se contaba únicamente con
el ojo experto de los connoisseurs para determinar
la autenticidad de las obras de arte. Sin
duda, ha habido estudiosos con un “ojo clínico”
difícil de engañar, pero no han faltado los sagaces
malandrines cuya habilidad en el complejo
campo de la reproducción pictórica han burlado a los más
acuciosos conocedores. No es sino hasta el descubrimiento
y desarrollo de métodos científicos para el estudio de las
obras de arte – rayos X, rayos infrarrojos, microscopios electrónicos,
dendrocronología, cromatografía líquida, entre
muchos otros– que se han logrado diagnósticos casi “a ciencia
cierta” en pinturas cuya autenticidad resultaba cuestionable
al ojo de los expertos.
Este fascinante tema ha dado lugar a una exposición
magistral en la National Gallery de Londres, que se presenta
actualmente bajo el título de Análisis minucioso. Falsificaciones,
errores y descubrimientos. Se trata del resultado de
una serie de estudios científicos realizados a una treintena
de pinturas estelares de la colección del museo, cuyos resultados
arrojaron muy diversos datos e información que
han modificado definitivamente su status. Resulta que algunas
piezas que se tenían catalogadas como originales
de un autor reconocido, no lo son, y viceversa: así como
hay decepciones, también aparecen las gratas sorpresas en
obras auténticas que se tenían como dudosas. Y la gracia
–al menos para el visitante, seguramente no para el museo–
de constatar la perspicacia de los bribones que con
tremenda cara dura han alterado a su antojo piezas originales,
añadiendo o anulando motivos, inventando decoraciones
o escenas según el gusto de la época para colocarlas
en el mercado.
National Gallery |
Lo interesante de esta muestra es que cada caso se presenta
acompañado de una ficha que explica el motivo que
originó el estudio, el procedimiento científico que se llevó
a cabo, el diagnóstico final y la hipótesis que se plantea en
cuanto al porqué de la falsificación, alteración o previa evaluación
errónea de cada pintura. También se incluyen imágenes
de los diferentes análisis técnicos y científicos, y las
explicaciones detalladas de sus procedimientos. Quizás a
algunos les parezca poco atractiva una exposición de esta
índole, pero en realidad resulta muy interesante constatar
todo el trabajo científico que hay detrás de las salas de los
museos, tanto para la conservación de las obras como para
su estudio y autentificación, y cómo de alguna
manera los descubrimientos científicos han cambiado
algunos aspectos de la historia del arte. Las
obras que se exhiben invitan a un fascinante recorrido
que va desde los maestros primitivos italianos
hasta el Paisaje de invierno (1811) del romántico
alemán Caspar David Friedrich, quien
realizó dos versiones de esta impactante pintura
–la otra se encuentra en el Museum für Kunst and
Geschichte en Dortmund– y recientemente se
determinó por medio del método conocido como
reflectograma infrarrojo que la versión original
corresponde al cuadro de Londres. En un vídeo
documental se ve el laboratorio científico del museo,
el cual se antoja como un cuartel de la NASA, y se entrevista
a diversos especialistas que explican los procedimientos
que se llevan a cabo mediante aparatos altamente
sofisticados que arrojan una cantidad insospechada de
información relativa al origen de los pigmentos, barnices
y aglutinantes, la fechación de los soportes de madera, la
técnica del artista develada capa por capa y hasta el estudio
de las huellas dactilares del creador, como lo hacen los médicos
forenses: al parecer ya casi nada queda oculto en una
pintura ante la tecnología de punta. Dentro del sobrio edificio
neoclásico que alberga una de las colecciones de pintura
antigua más alucinantes del mundo, en el Departamento
Científico de la National Gallery los avances tecnológicos
del siglo XXI permiten desentrañar misterios de las obras de
arte ocultos por siglos… hasta cierto punto. La enigmática
sonrisa de la Mona Lisa y la mirada ensimismada y metafórica
de Rembrandt seguirán escapando a cualquier interpretación
ajena al plano sensorial. (www.nationalgallery.org.uk/close-examination).
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