Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 19 de julio de 2009 Num: 750

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

La pasión de Carl Dreyer
RODOLFO ALONSO

Descenso
YORGUÍS PABLÓPOULOS

La riqueza del bilingüismo
ADRIANA DEL MORAL entrevista con KIRAN NAGARKAR

La frase de Marx sobre el opio en su contexto
ROLANDO GÓMEZ

En recuerdo de Jorge Negrete
MARCO ANTONIO CAMPOS

Mathias Goeritz: ecos del modernismo mexicano
LAURA IBARRA

Amélie Nothomb: del narrador a lo narrado
JORGE GUDIÑO

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Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
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LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

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GERMAINE GÓMEZ HARO

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En recuerdo de Jorge Negrete

Marco Antonio Campos

Desde mi niñez tuve el culto de Jorge Negrete y de Pedro Infante. Los mexicanos de aquellos años los solían llamar sólo Jorge y Pedro. Fueron los dos mayores iconos de la canción mexicana y en buena medida de nuestro cine del siglo xx . Aun si existió entre ambos una buena relación, no podría decirse que en sentido estricto hubiera una amistad, pese a que Pedro se esforzó porque la hubiera. Pedro admiraba la voz de altos y variados registros de Jorge, igual que su tarea sindical como líder de la anda , y Jorge tenía secretos celos de la popularidad y la invencible simpatía de Pedro. Nadie que vea la magnífica comedia de equivocaciones que filmaron juntos (Dos tipos de cuidado) puede olvidarla, y menos, los graciosos malentendidos y el duelo de coplas. Es curioso o paradójico: ninguno de los dos bebía y, sin embargo, quien acreditó más el tequila a través del cine fue Jorge y las caracterizaciones de Pedro cayéndose de borracho son de una naturalidad irresistible. Es también curioso o paradójico: Negrete nació en Guanajuato, Guanajuato, pero el estado con que más se le identifica, por sus canciones y filmes, es Jalisco, en especial acaso con la región de Los Altos, y por algunas canciones, con Guadalajara: en sus películas sobran imágenes de llanuras secas, de calles y plazas de pequeños pueblos, de cascos de hacienda. Muchas de las inolvidables canciones sobre Jalisco que tuvieron resonancia en el orbe de la lengua española las escribió Ernesto Cortázar y las musicalizó Manuel Esperón, pero quien las cantó como nadie fue Negrete. De las cuarenta y tantas cintas que filmó, cuatro llevan el nombre del estado y tres de ellas además el título de canciones: ¡Ay Jalisco no te rajes! (1941) , Así se quiere en Jalisco (1942), Hasta que perdió Jalisco (1945) y Jalisco canta en Sevilla (1948). Difícilmente en México alguien desconoce que en buen número de cintas de la época de oro del cine mexicano las canciones sirvieron de título, argumento y parte de la trama de las películas.

Los elegidos mueren dolorosamente jóvenes; Negrete e Infante fallecieron a la hora precisa para el esplendor del mito y para dejar asimismo una imagen sin declive: el 5 de diciembre de 1953 Jorge murió cinco días después de cumplir cuarenta y dos años, y Pedro el 15 de abril de 1957 a los treinta y nueve años.

Alto, bien plantado, con el bigote de doble látigo, con una multiplicidad de elegantes trajes, hábil jinete, con la pistola niquelada al cinto, con el tic de mover el sombrero con la mano “a un lao” o hacia arriba, si alguien encarnó la imagen del charro cantor en nuestro cine, salvo algunas españoladas o alguna argentinada, fue Jorge Negrete. No podría llamársele un gran actor, como a los hermanos Soler o Pedro Armendáriz, ni tuvo la versatilidad del mismo Pedro Infante, pero si en América Latina y en España alguien dio el modelo con el que más reconocen a México del hombre “valiente, noble y leal”, del enamorado “de las mujeres consentido”, del bebedor atravesao, del pendenciero y jugador, fue Jorge Negrete.

En los países aislados y pobres se suele ser exacerbada e ingenuamente nacionalista; el México negretiano de los treinta, cuarenta y cincuenta del siglo pasado no fue excepción. ¿Qué frase más característica que: “Como México no hay dos”? Jorge era enérgica y, de manera involuntaria, ingenuamente nacionalista. Al cantar le salían de lo más hondo líneas como: “Yo soy mexicano y a orgullo lo tengo,/ y si echo bravatas aquí las sostengo”; o: “Cuando quiere un mexicano/ no hay amor como su amor”; o esa canción, que todos los mexicanos sabemos y que él cantó como si augurara lo que le sucedería: “México lindo y querido,/ si muero lejos de ti,/ que digan que estoy dormido/ y que me traigan aquí.”

Si la canción mexicana se hizo para una voz , fue para la de él. Ante todo en ella radica su grandeza. Al oírlo, uno siente que le sale a uno lo mexicano. De las bellas o bellísimas mujeres que hicieron de su pareja en películas (entre otras Marina Tamayo, María Félix, la argentina Amanda Ledesma, las españolas Carmen Sevilla y María de los Ángeles Morales, la casi habitual Gloria Marín, la breve paloma de Carmelita González), la que me parece que mejor se le integró por contraste –por su imagen de delicadeza y dulzura, pero que sabía a la vez tener carácter– fue María Elena Marqués. Baste recordar cintas como ¡Ay Jalisco no te rajes! o Me he de comer esa tuna. En los filmes, por demás, no hay casi ocasión en que él cante y la mujer no escuche arrobada y suspirando.

El sepelio de Jorge fue conmovedoramente multitudinario. Todos querían cargar el féretro. Escoltado por motociclistas, uno de los cuales era el propio Pedro Infante –fiel en esa hora, como lo fue días antes cuando lo visitó en Estados Unidos en el hospital angelino, como lo fue desde que se conocieron–, el coche fúnebre llegó al Panteón Jardín, donde fue enterrado. Tres años y cuatro meses después enterrarían muy cerca de él al propio Pedro.

En dos años se cumplirá el centenario del nacimiento de Jorge Negrete. Hoy un poco olvidado, es la ocasión para volverle a dar la dimensión de grandeza que tuvo y debe tener.