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HEIDEGGER: DE PATOLOGÍAS Y AFECTIVIDADES
ARALIA GUTIÉRREZ
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Seminarios de Zollikon,
Martin Heidegger,
traducción de Ángel Xolocotzi,
Editorial Jitanjáfora,
Morelia, 2007.
Subjetividad radical y comprensión afectiva. El rompimiento de la representación en Rickert, Dilthey, Husserl y Heidegger,
Ángel Xolocotzi,
Editorial Plaza y Valdés,
México, 2007.
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Cuando la filosofía se veía alejarse cada vez más de la vida misma, aparece un pensador que la inserta nuevamente en el lugar abandonado. Se trata de un hombre campirano, de baja estatura, llamado Martin Heidegger. La reubicación de la filosofía en su carácter de vida hace entonces que los planteamientos del filósofo no sean asuntos abstractos, sino que señalan hacia aquello que nos compete de una u otra forma: nuestro no haber elegido existir (facticidad), el “conocimiento” inmediato del mundo (comprensión), el encuentro primigenio con las cosas (como útiles), nuestro estar afectivamente determinados (disposición afectiva), nuestro ser de cara a la muerte, etcétera.
El desarrollo pensante del siglo xx muestra que la filosofía de Heidegger se ha constituido en una referencia obligada, pero no de forma esotérica para un grupo de iniciados, sino que sus planteamientos han impulsado otros ámbitos del saber. Esto se hace evidente en los Seminarios de Zollikon, texto que ahora es accesible a los hispanohablantes mediante la traducción de Ángel Xolocotzi en la editorial Jitanjáfora.
Los seminarios recogen protocolos, apuntes, diálogos y extractos de cartas entre Martin Heidegger y Medard Boss. Éste fue el psiquiatra suizo que entabló amistad con Heidegger y lo invitó a extender sus impulsos filosóficos al ámbito de la medicina, la psicología y la psiquiatría, principalmente. A partir de 1959 y hasta 1970 Heidegger frecuentará la casa de Boss en Zollikon, un suburbio de Zurich, para dialogar con los médicos y científicos formados en la ciencia natural. Con esto Heidegger no sólo echa por la borda el reproche de sus detractores en torno a que sus planteamientos eran hostiles a la ciencia (a partir de su famosa y malinterpretada expresión de que “la ciencia no piensa”), sino que se esfuerza honestamente por extender su radicalidad filosófica más allá del aula.
Ya que se trata de seminarios con participantes poco instruidos en el ámbito filosófico, el texto constituye a la vez la mejor introducción de Heidegger a su propia filosofía. Sin embargo, no sólo eso, sino que los análisis ahí expuestos tratan asuntos que muchos lectores añoraban en sus escritos: el cuerpo, el espacio, el psicoanálisis, la salud, la enfermedad, la psique, la memoria, el recuerdo, etcétera. Quizás en ningún otro texto se vea a Heidegger comentar lecturas de psicoanalistas o psiquiatras como Sigmund Freud o Ludwig Binswanger.
Si preguntáramos por los motivos que llevaron a Heidegger a realizar estos seminarios, por un lado encontraríamos su añejo y constante interés por la ciencia natural, pero por otro lado quizás hallemos también algunas crisis personales. En torno a lo primero debemos recordar que Heidegger tuvo un origen no sólo teológico, sino también científico, ya que antes de dedicarse a la filosofía estuvo algunos semestres inscrito en la Facultad de Matemáticas y Ciencias Naturales. Posteriormente este interés lo transmite en sus diálogos con los físicos Heisenberg y Von Weizsäcker a partir de 1935. Lo segundo concierne a la profunda crisis que Heidegger padeció en 1946, a raíz del proceso de depuración nazi y la consecuente prohibición docente, de sus hijos presos en Rusia y de la presión de una de sus amantes, Margot von Sachsen-Meiningen. Todo ello condujo a que Heidegger estuviera en tratamiento en la clínica Haus Baden bajo el cuidado del neuropsiquiatra Victor von Gebsattel, precisamente un alumno de Binswanger. Será en esos tiempos difíciles cuando el psiquiatra Medard Boss entre en contacto con Heidegger e inicie la amistad que conducirá a la realización de los Seminarios de Zollikon .
Sin embargo, lo enigmático del filosofar heideggeriano no reside sólo en sus consecuencias para Occidente, sino en el origen mismo de tal pensar. Esto ha sido algo que desde hace tiempo preocupa a Ángel Xolocotzi y que ahora plasma en su último libro Subjetividad radical y comprensión afectiva. El rompimiento de la representación en Rickert, Dilthey, Husserl y Heidegger. Como indica el título, se trata de pensar posiciones radicales que han quebrantado la hegemonía de la representación occidental. El principio de fenomenalidad diltheyano, el principio de inmanencia rickertiano y el principio de todos los principios husserliano se apoyan en la experiencia en tanto afirmación de la conciencia. Los diversos modos de acercamiento a la experiencia a partir de la fundamentación de las ciencias del espíritu (Dilthey), del planteamiento trascendental de los valores (Rickert) o de la fenomenología reflexivo-trascendental (Husserl) comparten a la vez, vía negativa, una radical crítica a la herencia moderna: el papel teorético de la representación.
De esta forma, la familiaridad de Heidegger con tales rompimientos de la representación indica que la propuesta de éste no es intempestiva, sino consecuencia de esta subjetividad transformada. Sin embargo, Xolocotzi muestra a la vez que el pensar heideggeriano radicaliza una vez más lo recibido, al distanciarse del ámbito de la conciencia y de una interpretación ontológica heredada de la tradición. Por ello, no se trata ya de una subjetividad radical, sino de comprensión afectiva que será el modo de ser del ente no concebido como conciencia, sino como Dasein. El texto muestra, pues, el acercamiento y distanciamiento de Heidegger respecto de sus precursores radicales y contribuye a entender de mejor forma el origen del pensar heideggeriano.
Así, tanto los Seminarios de Zollikon como Subjetividad radical y comprensión afectiva nos presentan la renovada visión de uno de los pensadores indispensables en la filosofía contemporánea.
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