Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 26 de octubre de 2008 Num: 712

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Espionaje
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Regalo profundísimo
NANA ISAÍA

Walter Benjamin: pasajes y paisajes
LUIS E. GÓMEZ

Canción y poesía
ANTONIO CICERO

Juan Octavio Prenz: elogio de la ausencia
CLAUDIO MAGRIS

El reloj de arena
MARÍA BATEL

Isidora Sekulic y el acto de escribir
JELENA RASTOVIC

Doscientos años de soledad
RICARDO VENEGAS entrevista con RAMÓN COTE BARAIBAR

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Ilustración de Huidobro

Canción y poesía

Antonio Cicero

Como escribo poemas y letras de canciones, continuamente me preguntan si creo que las letras de canciones son poemas. La frase “letra de canción” ya nos adelanta el modo en que esta cuestión debe ser entendida, pues la palabra “letra” nos remite a la escritura. Lo que se quiere saber es si la letra, fuera de la canción, constituye un poema escrito.

“¿Una letra de canción es un poema?” No es un planteamiento apropiado. Desde que las vanguardias mostraron que no es posible determinar a priori cuáles son las formas lícitas para la poesía, cualquier cosa puede ser un poema. Si un poeta pone letras sueltas en la página y dice que es un poema, ¿quién probaría lo contrario?

Llegado este punto, me parece inevitable introducir un juicio de valor. La verdadera cuestión parece ser si una letra es un buen poema. Pero esta pregunta todavía no es muy precisa, porque puede estar sugiriendo dos cosas distintas: 1. Si una letra es necesariamente un buen poema y 2. Si una letra puede ser un buen poema.

En cuanto a la primera, es evidente que la respuesta es negativa. Ningún poema es necesariamente un buen poema; ningún texto es necesariamente un buen poema; luego, ninguna letra es necesariamente un buen poema. Pero lo que quizá se debiera preguntar es si una buena letra es necesariamente un buen poema. Pues bien, la respuesta a esa pregunta también es negativa. ¿Quién no se ha emocionado al oír que alguien canta la letra de una canción y luego, al verla en el papel, sentirla insípida sin el acompañamiento musical?

No es difícil entender a qué se debe todo eso. Un poema es un objeto autotélico, es decir, tiene su fin en sí mismo. Cuando creemos que un poema es bueno o malo, lo estamos considerando al margen del hecho de que, más allá de que sea un poema, pueda tener alguna utilidad. El poema se realiza cuando alguien lo lee, y puede ser leído en voz baja, interna, aural. Una letra de canción es heterotélica, es decir, no tiene su fin en sí misma. Para considerarla buena, es necesario y basta con que contribuya a que la obra litero-musical a la que pertenece sea buena. En otras palabras, si una letra sirve para hacer una buena canción, es buena, no importa que sea ilegible. Ésta puede ser ilegible porque no está hecha para ser leída, sino escuchada, de modo que las cuestiones que preocupan al letrista están encaminadas a la prosodia, esto es, a la adaptación de la letra a la melodía, y al diálogo de ésta con la armonía, el ritmo, el tono, el colorido de la pieza musical en cuestión: encaminadas, quiero decir, no al texto escrito, sino a la relación orgánica del discurso oral con la música de la canción.

Pero ahí no acaba el problema. La letra se cumple en la canción, pero la canción sólo se realiza plenamente cuando es interpretada, es decir, cuando es cantada y oída. Ahora, como lo muestra Luiz Tatit en su bellísimo libro O cancionista, “en el mundo de los compositores no importa tanto lo que se dice, sino la manera en que se dice, y esa manera es esencialmente melódica”. Esa es la razón, sin duda, de que seamos perfectamente capaces de apreciar a un cantante interpretando canciones en una lengua que no conocemos. Tatit señala también que, para João Gilberto, por ejemplo, “el texto ideal es ligeramente desemantizado, se vuelve casi un pretexto para recorrer la línea melódica diciendo alguna cosa (al final, la voz, por ser voz, siempre tiene que decir algo)”. En suma, una buena letra no es necesariamente un buen poema.

La respuesta a la segunda pregunta, por otro lado –si una letra puede ser un buen poema– evidentemente es positiva. Los poemas líricos de la antigua Grecia y de los provenzales eran letras de canciones. Se perdió la música que los acompañaba, así que sólo los conocemos de forma escrita. Muchos de ellos son considerados grandes poemas, entre los mejores que jamás se hayan escrito. Fuera de eso, nada impide que un buen poema, al musicalizarlo, se convierta en una buena letra.

A decir verdad, lo que hoy nos intriga es que haya tantos grandes poemas entre las letras griegas y provenzales, y tan pocos entre las modernas. La lectura del libro Letra Só, de Caetano Veloso –que incluye una infinidad de grandes poemas que también son letras–, me hizo pensar mejor esta cuestión. Del puñado de poemas de Safo que llegó hasta nosotros, por ejemplo, entre media docena de obras maestras, ¿cuántos millones de letras no se habrán escrito y olvidado en la antigua Grecia?

Traducción de Iván García