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Anthropology, uno más para el jazz
Hace poco más de dos semanas, el 25 de septiembre para ser precisos, se inauguró el Anthropology Live Music Club en la Plaza Mazaryk de Polanco (DF). Festejo doble, en la misma fecha se celebraron los primeros tres años del proyecto ny@mx (Nueva York en México) del empresario Carlos Chali Mercado, joven baterista del grupo Klezmerson, productor de conciertos de jazz y cabeza del nuevo foro; un personaje en ascenso ante el cual nos mantuvimos críticos durante su inicio en el Lunario del Auditorio Nacional, hasta que su concepto cobró la forma y solidez que hoy reconocemos y que también hemos señalado al recomendar a sus notables invitados.
Con las visitas del saxofonista Joe Lovano, de los bateristas Dave Weckl y Matt Wilson y del magnífico trío The Bad Plus en 2005, ny@mx parecía uno de esos caprichos que periódicamente aparecen y duran poco; sin embargo, supo aguantar convenciendo a sus detractores y, más aún, aumentó su apuesta en pro de credibilidad. Así, llegando a más de veinte conciertos anuales desde 2006, de su mano sonaron el pianista McCoy Tyner, el saxofonista Branford Marsalis, el guitarrista John Scofield (acompañado en un concierto memorable por el bajista Steve Swallow y el baterista Bill Stewart), el saxofonista Kenny Garrett, los guitarristas Lee Ritenour y Mike Stern, el bajista John Patitucci, el baterista Antonio Sánchez, el contrabajista Christian McBride, el pianista Kenny Werner, las bandas Spyro Gyra y The Yellowjackets, el pianista Danilo Pérez y la Preservation Hall Jazz Band, todos “con resultados satisfactorios”, según apuntan en su último boletín de prensa, “sobre todo si se considera que vivir del jazz (lo mismo músicos, críticos, discográficas que promotores) es una difícil labor en nuestro país”.
Cruzando entonces los dedos para que las matemáticas cuadren en un espacio tan bien definido y ambicioso ? sobre todo alrededor de un género musical propenso al autoboicot ? , pensamos en por lo menos cuatro razones por las cuales vale la penar poner atención a este nuevo “antro”. La primera es que, obligadamente, dentro de la programación del Anthropology se incluirán grupos mexicanos. No hay de otra, pues resulta imposible llenar la cartelera con bandas internacionales. Así nos lo hizo saber el propio Chali, cuyo contrato inicial con las bandas suena conveniente y realista para ambas partes, lo que no sucede en otros espacios donde el sueldo de los músicos raya en el insulto. Asimismo, será interesante constatar uno de sus objetivos: que los compositores y líderes que pisen el escenario estén lo suficientemente comprometidos con su propio proyecto, como para no estar cambiando de músicos y concepto cada fin de semana (uno de los mayores males de nuestro jazz, problema complejo por la cantidad de “huesos” con los que necesita sobrevivir un ejecutante promedio).
La segunda razón es que, al elevar su constancia y oferta, los precios de consumo de alimentos y bebidas, así como de boletaje, bajarán notablemente en comparación con lo que sucedía en el Lunario. Difícil de lograrse cuando se trate de bandas extranjeras ? lo entendemos por los salarios que piden ? , la presentación de proyectos nacionales hará asequible el disfrute de un ambiente en el que se pueda escuchar buena música, pero también integrarse a una escena plagada de melómanos comprometidos; porque un club de jazz no debe ser un bar temático, sino una experiencia compartida en torno a un tinglado.
La tercera es que el ciclo ny@mx continuará con mayor holgura sin preocuparse por la disponibilidad de su antiguo foro, extendiendo el eco del jazz a una zona de la ciudad difícil para los sonidos de vanguardia pero cómoda en otros sentidos. Ubicado en la intimidad de una pequeña plaza comercial, el lugar cuenta con valet parking, dos niveles de mesas en las cuales caben hasta 380 comensales y un servicio acorde con su austera elegancia, sin duda diseñada para agradar a gente diversa en orígenes y carteras.
Con el apoyo de La Valentina, conocido restaurante mexicano plantado prácticamente en la pared de al lado, la cocina y barra del Anthropology presumen gran variedad de bebidas y platos con “lo mejor de la comida mexicana, mediterránea y japonesa”.
Esperando que la promesa se cumpla, lo que sí sabemos tras nuestra visita es que su servicio y calidad resultan mucho mejores que los del Lunario, un espacio agradable y bien pensado, pero que falla muy seguido en su relación precio-calidad.
En conclusión, si ya contábamos con algunos lugares especializados en la ciudad como el Zinco Bar, el Papa Beto y El Convite, y con algunos más abiertos ocasionalmente a los sonidos del jazz (El Imperial, el ES3, el Bataclán, el Pata Negra y otros cuantos), la aparición del Anthropology Live Music Club viene a probar que, pese a cualquier crisis económica, la vida nocturna de México puede sostenerse, crecer y dar para más. Ojalá que así sea. Conozca el lector este nuevo sitio en Plaza Mazaryk, Av. Presidente Masaryk 393, Col. Polanco. No se arrepentirá.
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