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Antigüeva (I DE II)
En el Festival Internacional de Cine Contemporáneo de Ciudad de México (FICCO) que se celebró el año pasado, Familia Tortuga (2006) obtuvo los premios a la mejor ópera prima y el que otorga el público; asimismo, se llevó los correspondientes a mejor película y mejor realización en el más reciente Festival Internacional de Cine de Cuenca, en Ecuador, lo mismo que el de mejor película en la edición 2007 d el Festival de Cine Internacional de Cine de Santiago, en Chile y el Coup de Coeur en el Festival de Toulouse ese mismo año.
Los anteriores no son los únicos galardones que la opera prima de Rubén Imaz Castro ha acumulado en su indudablemente exitoso paso por festivales, y si bien es de todos conocida la ley no escrita según la cual ninguna buena ventura festivalera se traduce de manera directa en gran aceptación taquillera, lo cierto es que esta cinta –emanada del programa de óperas primas del Centro de Capacitación Cinematográfica–, desde la primera vez que fue exhibida y hasta su inclusión en el vigesimoctavo Foro de la Cineteca , ha demostrado tener un algo que la ha venido convirtiendo, quizá, en una suerte de paradigma de cierta propuesta fílmica reciente que en este país Todomundo suele englobar bajo el apellido Reygadas, ya sea que el autor de Japón, Batalla en el cielo y Luz silenciosa tenga o no vela en el entierro.
Para decirlo con el muy complejo y elaboradísimo léxico de quienes no gustan de dicha propuesta, el cine “tipo Reygadas” –cualquier cosa que esto signifique–está de güeva, donde “güeva”, de acuerdo con el somero ejercicio de memoria realizado por este juntapalabras tras escuchar los comentarios de Unoscuantos, más la igualmente somera revisión de algunos blogs en los que éste y aquél subían y bajaban su cesáreo dedo; de acuerdo con eso, pues, la pobre palabra “güeva” es obligada a decir, ella solita, todo aquello que sus usuarios son elocuentemente incapaces de explicar.
Escena de Familia Tortuga |
De ninguna manera lo antedicho pretende sugerir ningún modo de censura a la percepción negativa que puede suscitar cualquier filme –ejercicio efectuado de manera lógica, saludable y permanente a la salida de cualquier sala cinematográfica, para empezar, así como en espacios como éste, para acabar–; tampoco cabe aquí la ingenuidad que haría falta para suponer que de golpe y porrazo, porque aquí se dijo algo en su contra, dejará de existir la legión que, una película sí y otra también, se ejercita en el democrático deporte de la descalificación gustométrica apriorística, para cuya práctica no hace falta, como se ha visto, nada más que un adjetivo empoderado; mucho menos quiere ser este simple señalamiento de un abuso léxico y conceptual –paradójico como el que más puesto que abusa precisamente prescindiendo del discurso–, ninguna otra cosa sino un apunte/sugerencia para ir dejando atrás, de una buena vez, la reduccionista y bastante pobre idea –o lo que la esté sustituyendo en el magín de quienes esgrimen la güeva que han sentido– de que toda aquella película mexicana que no transite por las anchas y bien pavimentadas avenidas del convencionalismo no sólo narrativo sino también formal y técnico; que toda aquella cinta mexicana reciente que carece, por voluntad de su realizador, de todos aquellos elementos de lenguaje cinematográfico que caracterizan a filmes eminentemente comerciales, es deudora absoluta de lo que ha hecho y hará en el futuro Carlos Reygadas y ahora, también, Amat Escalante con su Sangre y Los bastardos.
Más claro: Familia Tortuga no le debe nada de manera directa, ni en términos de temática, tratamiento formal, técnica o estilo a los productores de Mantarraya Films, y para comprobarlo no hace falta nada más que ver, de nuevo si ya se hizo, cualquiera de los filmes dirigidos respectivamente por Reygadas y Escalante, y a pantalla seguida echarle un ojo al primer largometraje de Imaz.
Lo que puede colegirse tras dicho ejercicio es a qué diantres podrá estar refiriéndose Todomundo cuando la boca se le llena de güeva. De nuevo apelando a la memoria de lo escuchado y a la revisión internética resulta que, de acuerdo con los agüevados, en Familia Tortuga –lo mismo que en otras por el estilo– “no pasa nada”. Escarbando un poco, eso significa que tenía que “pasar algo”; escarbando un poco más, quiere decir que “pasar”, “suceder”, “acontecer”, “ocurrir”, son verbos aplicables solamente a hechos y situaciones que cubran, a satisfacción del que sintió güeva, con alguno de los siguientes atributos y, si se puede, con todos ellos: inusual, extraordinario, sorprendente, pasmoso, rutilante, maravilloso...
(Continuará) |