Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
De un ciego resplandor
CHRISTIAN BARRAGÁN
Sic Transit
ATHOS DIMOULÁS
Vagabundos en la
propia tierra
JUAN MANUEL GARCÍA
Judíos
EDGAR AGUILAR
W. G. Sebald,
El viajero y el tiempo
ESTHER ANDRADI
Sherlock Holmes:
121 años de un mito
ADRIÁN MEDINA LIBERTY
Leer
Columnas:
Galería
ALEJANDRO MICHELENA
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Placeres matinales
Siempre acostumbro correr por las mañanas. No me importa el clima, la ciudad o el estado de mis piernas. Sólo acostumbro correr, como en este instante en que alguien, sentado cómodamente, me imagina corriendo. Debo decir que me gusta correr más en México que en Nueva Zelanda. En México las mujeres le sonríen a uno al pasar. En Nueva Zelanda apenas levantan la mirada. Yo estoy seguro de que cualquier célibe saldría de su celibato si se animara a correr por las mañanas. Treinta minutos sería suficiente. Gracias a ello encontré al amor de mi vida. Sus ojos me sonrieron. Fue una sonrisa fugaz pero cierta, como el perrito que la acompañaba. El segundo día (yo daba vueltas en el jardín florido) me levantó la mano y me cerró un ojo. Su ojo parecía una noche estrellada. Le respondí de igual manera. Debo decir que cuando corro me propongo olvidarme de todo menos de que estoy corriendo, pues alguna vez me sucedió que perdí el rumbo y la distancia y fui a dar a un país de guacamayas y saltimbanquis. En fin. El tercer día la mujer se detuvo para preguntarme la hora, aun cuando ella llevaba reloj. La evidencia no me dejó otra salida que invitarla a correr por la orilla de la avenida empedrada. Recuerdo que esa mañana corrimos sin detenernos, uno al lado del otro, y mientras más corríamos más se nos angostaba el camino, de tal manera que nuestras vidas (nuestros pasos, miedos y manías) al cabo de unos cuantos minutos se encontraron unidas para siempre, abiertas a nuevos horizontes y deseos, eternas al impulso de lo incierto y lo imposible. |