Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 7 de octubre de 2007 Num: 657

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos relatos
AURA MARTÍNEZ

De pronto
NIKOS KAROUZOS

Emmanuel Mounier: la acción con sentido y la revolución
BERNARDO BÁTIZ VÁZQUEZ

Inés Arredondo y la perversión
ALFREDO ROSAS MARTÍNEZ

Los Ángeles
AGUSTÍN ESCOBAR LEDESMA

El spanglish: la frontera del idioma
ADRIANA CORTÉS KOLOFFON

Isla de bobos
ANA GARCÍA BERGUA

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Columnas:
Señales en el camino
MARCO ANTONIO CAMPOS

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

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MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

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ROGELIO GUEDEA


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La constelación creadora de Henri Michaux

MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ


Henri Michaux. Icebergs,
Juan Manuel Bonet,
Círculo de Bellas Artes,
Madrid, España, 2006.

Es difícil resumir la importancia de Henri Michaux (1899, Namur-1984, París), en la cultura del siglo xx , y no sólo por su versatilidad creadora. Ya sea que se le considere como pintor o como poeta, en cualquiera de estas dos facetas por separado habría merecido ocupar un lugar internacional de privilegio, lo cual es poco frecuente en nuestro tiempo. ¿Será por lo que de grafía, de gesto, de nervio tuvo siempre su escritura? No hay que desdeñar, desde luego, lo que este “bárbara” –como le decía el pintor Josep Guinovart– halló en Asia y en especial en la vieja y refinada China, país donde la propia caligrafía poética es inseparable de la pintura. Sus primeros bocetos datan de 1937 y muestran, sobre un fondo oscuro, negro, el palpitar de vagos paisajes andinos donde se cocieron sus primeras ilusiones visionarias.

Michaux, como muchos otros de sus contemporáneos, partió, en fin, del inmenso continente imaginativo del surrealismo, pero enseguida giró por una senda personal e intransferible. Una senda netamente caligráfica, que pugnaba por expresar –explorar– lo que entreveía sometido al efecto de potentes narcóticos y exóticos alucinógenos, como la mescalina o el peyote. Todo esto fluyó de la manera más deslumbrante en la década de los cuarenta, cuando Michaux, junto con Fautrier y Dubuffet, se convirtió en el alma del emergente informalismo francés. Desde luego, una corriente alterna al grupo de artistas franceses fueron los españoles Antoni Tàpies, Josep Guinovart y los integrantes del grupo El Paso, como Antonio Saura, Manolo Millares y Rafael Canogar. Era una obra de apretada escritura visionaria sobre papel, en la cual la sensación cósmica no perdía nunca una dimensión íntima, porque en realidad navegaba por el insólito e interminable océano de lo cerebral, la galaxia más recóndita.

Esta conquista de lo espontáneo no era, sin embargo, para él un camino fácil, sino un paso a lo desconocido, una tentación cargada de insólitas dificultades. Los desafíos, como el que Michaux llamó el “combate contra el espacio”, fueron clave para el desarrollo de su obra. Sus exploraciones, a partir de los cuarenta, trabajando con aguadas, guaches y tinta china, revelaron un universo en el que manchas y trazos se adentran por sendas psíquicas fantasmales.

La edición reciente del libro-catálogo Icebergs , constituye una ambiciosa aproximación global a la vida y obra de Michaux y, desde luego, un gran mérito, ya que reúne un conjunto notable y representativo de su obra, seleccionada a partir de muchas colecciones privadas europeas de difícil acceso. Un conjunto representativo de todas sus etapas, temas y técnicas. Aunque este volumen destaca por un exhaustivo análisis de su obra plástica –muy influida por Giorgio de Chirico, Paul Klee y Max Ernst–, también incluye numerosos documentos, libros, cartas y manuscritos fundamentales para comprender la íntima y compleja vida y pintura de Henri Michaux. Una oportunidad fascinante para seguir descubriendo el sentido revelador de una obra poética y pictórica que se mantiene viva al pasar de los años.