Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Gabo y la sana malevolencia
Ricardo Bada
Leonardo Sciascia y
las novelas de la mafia
Marco Antonio Campos
Redes virtuales,
blogs y literatura
Fabrizio Lorusso
La Biblia en la
cultura occidental
Leopoldo Cervantes-Ortiz
Música latinoamericana
en las venas de Madrid
Alessandra Galimberti
Leer
ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Jaime Muñoz Vargas
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal
|
|
Ricardo Yáñez
Ramón
Lo conocí en la Casa de la Cultura de Hermosillo, “la nave espacial”. Iba a mi taller, pero rápido nos hicimos amigos. En su última etapa Abigael Bojórquez lo prefería entre los líricos locales.
Parco, de desganado hablar, alto, güero –ojo claro–, daba la impresión de un vaquero acostumbrado a la soledad, por ingrata que fuese. De ahí que sorprenda y gusto dé que ahora sea maestro de literatura en el DF, donde vive con Eve, narradora norteña, y sus dos hijas.
El taller terminaba tarde. Íbamos luego a un amplísimo lugar danzante repleto de parroquianos. Una vez en que un gigantón moreno, altamente estimulado a saber si sólo con alcohol, no paraba de (mal) lucirse en la pista, el poeta se me perdió. Fui a encontrarlo en los abarrotados urinarios en aparente discusión con el sobrado personaje, quien a gritos le espetaba: –Yo puedo matar a tu padre, yo puedo matar a tu madre, yo te puedo matar a ti.
–Órdenes son órdenes –dijo impertérrito Ramón, y regresamos a disfrutar de nuestra mesa. |