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El poeta Hugo Gutiérrez Vega
El poeta Roberto Vallarino escribió: “Quienes realmente son escritores por vocación continuarán luchando por recordar que la literatura es la imagen de un mundo sin imagen y ellos los encargados de solidificar y renovar este espejo.” Hizo hincapié en la noción generadora de “una enorme cantidad de personajes con ansias de convertirse en demiurgos de la palabra”, en maestros sin maestros. Vallarino se refirió también a aquellos ingenuos que, sin cultivarse, anhelan subirse a su “pedestal de huacales” (Carlos Pellicer, sic).
La obra de un poeta con logrado oficio y serenidad se ha escrito en otro mapa. Hugo Gutiérrez Vega ha conocido muchas sendas, la principal de todas: la poesía.
En Las peregrinaciones del deseo, libro que reúne poemas escritos entre 1956 y 1986, revela su vocación por los sentidos, a la manera de los simbolistas, para quienes el símbolo fue garante de la creación de un arte literario ejercido entre nosotros por el “padre soltero de la poesía mexicana”, Ramón López Velarde.
No es arbitrario nombrar en estas líneas a José Carlos Becerra, amigo y compañero de viaje de quien hablo; un poeta camina siempre conversando con los difuntos (Quevedo dixit).
El tema del viaje está presente en Gutiérrez Vega y en José Carlos como en el “grupo de forajidos” que fueron los Contemporáneos, quienes con notable rigor asimilaron el taoísmo chino, doctrina que sostiene que es posible viajar sin moverse de su sitio. Con Baudelaire, el “archipiélago de soledades” creyó que los auténticos viajeros “son los que parten por partir”. Otra forma del “viaje inmóvil”, practicada por Gorostiza, está en la experiencia de quien sabe sumergirse en un vaso de agua.
Después del “grupo sin grupo” pocos escritores han continuado con la tradición diplomática y de divulgación de la cultura mexicana en el exterior. Salamanca, Londres, Grecia, Brasil y Puerto Rico son algunos lugares registrados en estas peregrinaciones, a manera de bitácora, donde el navegante reconoce el transcurso de altamar que es la poesía. Perteneciente a la Generación del Cambio de escritores nacidos entre 1928 y 1940, Gutiérrez Vega se encuentra entre quienes nunca asumieron pertenecer a una coincidencia generacional, no así en las propuestas estéticas de una nueva sensibilidad en la que se inscriben los notables José Emilio Pacheco, José Carlos Becerra, Homero Aridjis, Víctor Sandoval, Eduardo Lizalde, Francisco Cervantes y Juan Bañuelos.
En Antología con dudas (Visor, 2007), el poeta imparte cátedra del elemento sorpresa: “ no le tengo pavor a lo imprevisto,/ pero me gustaría que no pasara;/ mi sentido común es estrambótico;/ sin proyectos me enfrento/ a la mañana;/ me enferman los enfermos/ de importancia,/ me asustan los que esgrimen/ sus certezas;/ me gustan los que dudan,/ los pasos vacilantes/ me enternecen/ y me dan miedo/ los que pisan firme/ (el if de Kipling/ me provoca vómitos)”.
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