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Felipe Garrido
Una gracia duplicada
Cuenta Bolaños, príncipe discretísimo, que en cierta corte había dos militares que se aborrecían y que eran destacados el uno por su codicia y el otro por su envidia. Y un día, por divertir a sus cortesanos, el rey de aquellas tierras los llamó a los dos y frente a todos les dijo que bien conocía sus leales servicios y su valerosa entrega en las batallas y que para darles galardón por sus merecimientos, que alguno de ellos solicitara lo que quisiera, y que el otro recibiría el doble de lo que el primero hubiera pedido. El codicioso se negaba a pedir lo que quería, pues sabía que su enemigo lo recibiría duplicado. Así que fue el envidioso quien alzó la voz: “Para que Su Majestad pueda cumplir con la palabra empeñada –dijo con voz firme y clara– le solicito, como única gracia, que enseguida ordene que me saquen un ojo”.
Cuídate de los envidiosos, amantísimo, serenísimo señor.
(De las historias de san Barlaán para el príncipe Josafat.) |