Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
José Emilio Pacheco
hablaba del
Murciélago Velásquez
Leonel Alvarado
Cuando tenga 64 años
Leandro Arellano
El itinerario de
Hernán Cortés
Alessandra Galimberti
La investigación científica
en su laberinto
Manuel Martínez Morales
En torno al
libre albedrío
José Luis González
El mal de la modernidad
y la reinvención
de la política
Marcos Daniel Aguilar entrevista
con Ricardo Forster
Janne Teller, Pierre
Anthon y la nada
Yolanda Rinaldi
Un raro regalo
Kikí Dimoulá
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Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
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La Otra Escena
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Felipe Garrido
Sombras
Hacía frío. A lo lejos se veían luces, como nos dijo el arriero. Salieron unos perros. Eran las ocho. Llegamos a un tendajón. Los perros venían detrás. Alguien avanzó. Se detuvo y comenzó a preguntarnos de dónde veníamos, cómo nos llamábamos, que buscábamos. Dijo que era policía. No sabía dónde estaba el pueblo que buscábamos. Otro hombre dio una explicación que no entendimos. El silencio y la oscuridad tenían un olor que no conocíamos. Una señora nos dio unos sopes. Algo dijimos que la hizo reír. Así nos dieron las once. Dijo que nos quedáramos en la trastienda. No tenía luz. Nos prestó unos petates y unas cobijas y cerró la puerta. Nos gritó desde afuera ¡Buenas noches! Al rato sentí que Marita me movía muy suavemente. Rubén también se había despertado. Los tres nos apretujamos. Ahí estaban. El arriero y el policía y los otros hombres y la señora. Sentados contra la pared, muy quietos. Sombras en las sombras, nos estaban mirando en silencio. |