Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
El alimento: la liga del
migrante con su origen
Felipe González
Tamales cotidianos
y de fiesta
Daniel Becerra, Ruth Juárez
y Aleyda Aguirre
Las alumbradas, una
tradición subvertida
por la violencia
José A. Campos
Lo único que me pueden quitar es la vida
María Bravo
Las panochas calentanas
Raquel Rodríguez Estrada
Un guisandero apreciado
Tierra Caliente:
identidad y arte culinario
Aleyda Aguirre Rodríguez
Sangre de iguana
para vivir más años
Las cifras de la guerra
La danza de los viejitos:
resistencia y dignidad
Margarita Godínez
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Cuando la realidad nos alcanza
Cuando la realidad nos alcanza, un político misógino y subnormal declara públicamente y sin ambages que las leyes, como las mujeres, fueron hechas para violarlas. Y uno espera que no sea abogado, que no viva su madre para escuchar eso, que nunca se haya casado o que su mujer lo haya mandado a la mierda, y que ojalá no tenga hijas a las que avergüence y humille con esa idiotez supina y tanta ordinariez. Y cuando la realidad nos alcanza, otro infeliz politicastro admite, socarrón y dicharachero, que él sí ha robado dinero público pero “nomás poquito”, porque la anemia de las arcas públicas del poblacho que tuvo que padecerlo como alcalde no daba para más, mientras otro alcalde trata de justificar estúpidamente que sus policías acribillaran estudiantes.
Cuando la realidad nos alcanza, un líder sindical, que solamente por manejar con arrogancia un automóvil de dos millones de pesos nos hace saber que es un pinche corrupto, dirige un ritual vergonzante de pasarela de minifaldas para quienes piden trabajo en una empresa paraestatal que, por cierto, nos roba a todos con las tarifas eléctricas pero se canta a sí misma la jerigonza aquella de que es empresa “de clase mundial”. Y cuando la realidad nos alcanza se disipan los señalamientos a un violento lidercillo territorial y político del PRI, acusado de solazarse con una red de trata en las oficinas de su partido, porque los hilos viscosos de su entramado nauseabundo de corrupción y podredumbre, dicen los que saben, llegan a sitios importantes, a intocables culos de señores poderosos que en lo privado son unos sátrapas de la peor ralea pero en la calle presumen conductas intachables y ejemplar modo de vida.
Cuando la realidad nos alcanza el ejército mexicano, que sigue haciendo de rudo policía en lugar de eso para lo que se justifica su existencia, defender la patria, ejecuta extrajudicialmente a presuntos criminales, porque parece imperar la máxima de aquel padrino político del presidente en turno cuando dijo que “los derechos humanos son para humanos, no para ratas” excluyéndose él, desde luego, del gremio de la plaga corrupta, oportunista y logrera que azota a este país desde hace demasiado tiempo a pesar de sus escandalosos haberes. Y cuando la realidad nos alcanza secuestran a alguien cercano, “levantan” a otro periodista, detienen a otro líder social que se opone a un gasoducto o a una presa o simplemente a que le quiten sus tierras; asesinan a un diputado o la policía en lugares como Guerrero y Michoacán o Veracruz, en lugar de proteger a la ciudadanía, de servirla con esmero y honor, termina convertida en grupo de matones con placa, en asesinos que disparan contra civiles o de día portan uniforme y de noche pertenecen a una banda de secuestradores, o de violadores, o de proxenetas que roban niñas para esclavizarlas sexualmente y hacer de la vida el infierno, o de asaltabancos o simples, vulgares ladrones de casas y transeúntes.
Cuando la realidad nos alcanza el presidente de la nación le teme a sus gobernados. Los manda esculcar, se oculta de ellos, rehúye temeroso encuentros espontáneos, críticas o debates en territorio nacional sobre su quehacer como mandatario a menos que estén previamente arreglados por su Estado Mayor o sus alecuijes de los medios masivos, los que lo maquillan, le buscan el ángulo que esconda el deterioro físico, le ponen apuntador para que no diga bobadas; mientras en el extranjero declara con todo boato las bonanzas de un país inexistente y pondera los derechos humanos de grupos étnicos cuyos líderes, cuando la realidad nos alcanza, son perseguidos, incriminados, encarcelados y silenciados con la pesada losa de la indiferencia mediática, del aquí no pasa nada, de la culpa la tienen los otros, de mira mejor el partido, la chanza, el sketch “chistoso”, la jugada de la semana, el nuevo primoroso escándalo de alguna furcia de la farándula.
Cuando la realidad nos alcanza y nos pisotea los talones, en las universidades y lugares públicos aparecen cartelitos de qué hacer en caso no de sismo, o de incendio… sino de amenaza de bomba o de balacera: “proteja con su cuerpo a los más pequeños; no tome fotos ni trate de videograbar; no trate de ser héroe…”, pero cuando la realidad nos alcanza el gobierno, en lugar de servirnos y mejorarnos la vida, gasta ingentes fortunas en propaganda realizada y producida a todo tren, y cobrada al máximo rédito por los grandes beneficiarios de la llegada de su presidente a Palacio Nacional. Y así, en realidad, aquí no pasó nada.
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