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La propaganda de los muertos reales
y los “telegénicos” en Gaza (I DE II)
La guerra de los niño
El tema dominante de la más reciente masacre en Gaza son los niños, niños muertos, mutilados, secuestrados, traumatizados y en permanente peligro. El motivo por el que supuestamente comenzaron o recomenzaron las hostilidades fue el secuestro y asesinato de tres adolescentes judíos en territorios ocupados y el posterior secuestro e inmolación, en venganza, de un muchacho palestino. Sin duda el máximo catalizador de la opinión pública mundial ha sido el asesinato de trescientos niños (desde recién nacidos hasta de dieciséis años de edad) por las bombas y municiones israelíes en cuatro semanas de conflicto. La matanza de cuatro niños palestinos que jugaban en la playa el 16 de julio fue ampliamente documentada y ningún pretexto oficial logró desviar la atención de la negligencia o el deliberado deseo de causar daño por parte del ejército de Israel. Nada ha resultado más perjudicial para las relaciones públicas del régimen de Netanyahu que las matanzas de niños que dormían en tres escuelas y refugios de la ONU (por las cuales Israel trató de responsabilizar a Hamas). Por su parte, la campaña de Hamas de lanzar misiles en contra de Israel tampoco le ha ganado muchos adeptos, ya que en esencia es una provocación desesperada y una invitación a la represalia.
Historia de mentiras
Si algo caracteriza a las guerras modernas es que la opinión pública tiene cierta importancia, de ahí el interés de “vender” la causa al presentarla en términos maniqueos. Los contendientes, especialmente las naciones democráticas o que pretenden serlo, dedican grandes esfuerzos a manipular las percepciones del público nacional (exaltando valores patrióticos) e internacional (presentando la guerra como defensiva e inevitable). La historia de la propaganda está hecha de recuentos estridentes, desde el libelo de sangre medieval que afirmaba que los judíos usaban en sus rituales la sangre de niños cristianos secuestrados, hasta el cuento de que en su invasión los soldados iraquíes sacaban a los bebés de las incubadoras kuwaitíes para dejarlos morir en el piso frío. Las grotescas acusaciones antisemitas han sido expuestas como mentiras y ridiculizadas infinidad de veces y, sin embargo, hay quienes aún creen en ellas, en silencio o de manera vociferante. De modo semejante la generalización de que todos los musulmanes son fanáticos, terroristas y antisemitas es una simplificación racista y grosera que se ha popularizado desde los ataques del 11 de septiembre. Si algo tienen en común las narrativas de Israel y Hamas es que ambas están protagonizadas principalmente por niños árabes muertos.
Niños inocentes y padres culpables
La tragedia de los niños muertos en cualquier guerra pone el énfasis en que sus padres no pudieron protegerlos. Es claro que hay situaciones extremas de violencia y barbarie en las que no es posible defender a los hijos ni salvar a los más frágiles. ¿Qué clase de ignorante reprocharía a los padres judíos y de las otras víctimas del Holocausto nazi de no haber protegido a sus hijos de la wehrmacht, de haber marchado dócilmente hacia los campos de la muerte sosteniendo la mano de sus pequeños? Si bien es obvia la obscenidad de semejante afirmación, los propagandistas y su cámara de eco mediático repiten ahora la acusación de que los palestinos, y en particular los habitantes de Gaza, no sólo no pueden proteger a sus hijos, sino que los usan como escudos humanos o bien los adoctrinan en un culto al martirio para convertirlos en terroristas suicidas. Deshumanizar al hijo del enemigo, señalarlo como si fuera un enemigo potencial o daño colateral aceptable, o simplemente reducirlo a argumento de debate, es un método fundamental para el funcionamiento de la propaganda.
Telegénicamente
Cuando Netanyahu habló de los “palestinos telegénicamente muertos”, empleó una crudeza digna de Goebbels, quien sabía que el cinismo brutal era mejor que ser puesto en evidencia. Denigrar a los muertos civiles del enemigo era una mala estrategia; sin embargo, ante la urgencia de “silenciar el clamor internacional”, valía la pena tratar de convertir una tragedia en una campaña de explotación mediática. Pero la cantidad de niños muertos ha seguido aumentando a ritmo vertiginoso y las justificaciones y descalificaciones resultan cada vez menos convincentes. Así Netanyahu se convirtió en el eco del genocida Radovan Karadzic cuando éste declaró que los muertos bosnios en el bombazo del mercado Markale de Sarajevo, el 5 de febrero de 1994, tenían aún hielo en las orejas, porque los musulmanes los acababan de sacar de una morgue para montar un show para Occidente.
(Continuará)
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