Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 24 de agosto de 2014 Num: 1016

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El libro artesanal
y su valor humano

Edgar Aguilar entrevista
con Iván Vergara

México en las cartas
de Cortázar

Ricardo Bada

El día en que menos
nos esperan

Antonio Valle

La dimensión poética
de Cortázar

Xabier F. Coronado

A cien años de
la Gran guerra

Annunziata Rossi

Una cita en
Montparnasse

Esther Andradi

Columnas:
Galería
Ricardo Guzmán Wolffer
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


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La Jornada Semanal

 

Germaine Gómez Haro
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El Greco: el artista más antiguo de los modernos

Se dice que es el primer pintor moderno avant la lettre que desafió los cánones formales de su época con sus figuras alargadas e ingrávidas, inmersas en un complejo y enigmático universo. Se dice también que es el maestro antiguo que ejerció mayor influencia en el arte de las vanguardias. Doménikos Theotokópoulos –mejor conocido como El Greco– es el creador por excelencia que trasciende las barreras del tiempo y escapa de cualquier categoría estilística y formal. Nacido en Candia, en 1541, la actual Heraklio, capital de Creta, ha sido sujeto este año de fastuosas celebraciones en España con motivo del cuarto centenario de su fallecimiento, acaecido en Toledo en 1614. El pintor cretense está siendo revisitado a conciencia y las recientes investigaciones en torno a su vida otrora llena de claroscuros han arrojado nuevas luces que bosquejan con mayor claridad al inasible personaje. Fernando Marías, autor de la gran obra moderna sobre el artista, recién ampliada y reeditada, El Greco. Historia de un pintor extravagante, señala: “Hemos hecho un Greco español hasta las cachas, pero él juega a otra cosa. Firma sus cuadros en griego y se presenta como un pintor de Grecia que además está a la última porque se ha modernizado en Italia. Se considera un hombre extravagante, distinto. Por eso su pintura tiene que ser distinta.” Esa personalidad excéntrica y fulgurante que imprimió a su vida y a su obra hizo que cayera en el olvido durante los tres siglos posteriores a su muerte. Su pintura dejó de interesarle a sus contemporáneos, horrorizó a los clasicistas del siglo XVIII por su exacerbado manierismo, despertó interés en los románticos del XIX que se encargaron de desempolvarlo y deslumbró a los vanguardistas del XX. Es precisamente éste el tema de la espléndida exhibición que se presenta actualmente en el Museo del Prado en Madrid: El Greco y la pintura moderna.


El caballero de la mano en el pecho, El Greco;
der: Paul Alexander ante una vidriera, Amadeo Modigliani

A cuatrocientos años de su muerte, vemos con claridad la huella del Greco en la gestación y desarrollo de la vanguardia internacional del siglo XX. Manet y Cézanne, artistas renovadores de su época, fueron sus principales impulsores, así como el vasco Ignacio Zuloaga, que poseyó La visión de San Juan en su estudio de París donde la vio Picasso, para quien el cretense fue una obsesión que lo persiguió toda su vida. Esta obra tuvo un gran peso en el nacimiento del cubismo, y en su difusión a través del orfismo de Robert Delaunay, y de las obras de André Derain, Modigliani, la vanguardia checa, e inclusive Diego Rivera, cuya magnífica pintura Adoración a la Virgen y niño forma parte de la muestra, junto con Vista de Toledo, ambas obras maestras del cubismo riveriano. Los expresionistas de Europa Central vieron en Berlín y Munich el portentoso Laocoonte, del Greco, cuyo dramatismo les pareció la imagen viva del desgarramiento existencial que buscaban plasmar, como se vislumbra en las obras de Hans Beckmann, August Macke, Lovis Corinth, Oskar Kokoshka, Karl Hofer, Jacob Steinhardt y Adriaan Korteweg. También fue importante para los artistas de la Escuela de París como Chaïm Soutine y Marc Chagall, y la aparente irrealidad de sus figuras místicas evocó a los surrealistas André Masson y Óscar Domínguez. El Greco también aparece vinculado a la configuración de la pintura moderna en América, con ejemplos de los estadunidenses Thomas Hart Benton, Charles Demuth y Jackson Pollock; José Clemente Orozco lo tuvo presente en la realización de su Prometeo y el chileno Roberto Matta también lo contempló en su camino hacia la abstracción. Me hubiese gustado ver aquí a Alberto Gironella, quien desarrolló una soberbia serie inspirada en El entierro del conde de Orgaz, en la que despliega su maestría estilística, que va de la figuración a la abstracción. La presencia del Greco persiste en las figuraciones expresivas de la postguerra europea, como se palpa en las obras estilizadísimas de Giacometti, la carnalidad de Francis Bacon y los retratos imaginarios de Felipe II de Antonio Saura.

¿Qué fue lo que cautivó del Greco a sus seguidores? El descubrimiento de una pintura intensa y original que inauguró una nueva construcción formal de un singular vigor colorístico y compositivo, con escorzos inverosímiles, actitudes extravagantes y atmósferas que entreveran lo místico y lo sublime. Así lo resume Fernando Marías: “El Greco inventó nuevas formas, mejores que las de la tierra, para pintar lo invisible y nos legó un mundo personal que no se había llegado a experimentar”.