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Disección de las Flucturas
Cris Van Beuren es un guitarrista, compositor y educador de curriculum musculoso; pero sobre todo es un tipo paciente. Ya llovió “harto” desde que nos dio su último disco para encontrar eco en estas páginas dominicales. Es Flucturas, suyo y de Juan Pablo Villa, otro talento de la vanguardia mexicana abocado a explorar posibilidades ignotas de la voz. Hoy nos disponemos a escucharlo junto a quien nos lee. Su empaque es prometedor, agorero (Anders Boltjes). Describiremos su contenido mientras rueda. Lo diseccionaremos torpemente, a vuelapluma y sin retorno, sabiendo que tendrá pocos asideros y hartos precipicios. Damos play.
La primera composición es “Mar”, una bella y breve introducción que aceita el oído planteando el uso de guitarras y armonizaciones de voz con texturas ligeras. Sí, reconocemos la personalidad de cada músico. Su segunda ocurrencia, sin embargo, presenta una grieta absurda, casi agresiva (no lo decimos peyorativamente). Es “Impro 1 (¿por qué ya nadie me habla?)”, cuyo cometido, creemos, rompe con el confort que se formaba bajo los pies. Para la tercera, “Muros”, volvemos al aura delicada del inicio. Nos preguntamos entonces si se trata de un diálogo esquizofrénico entre dos discos entreverados para ser uno solo, y que rebotan pieza tras pieza. Arpegios de guitarra, nuevas armonizaciones de voz que ahora se complementan con tímbricas irreconocibles nos abandonan en “Impro 2 (lo que Pedro Infante trataba de ocultar)”, nueva locura y provocación que nos traslada a “Bajo el baobab”, tan calmada y hermosa como un atardecer en el desierto.
Juan Pablo Villa |
Sí, se ha dicho que este disco tiene un halo melancólico, pero podríamos agregar una bipolaridad rampante que lo vuelve duelo singular. No lo decimos en un sentido negativo, repetimos. Al contrario, nos parece una apuesta pocas veces intentada y que genera maniqueísmos sónicos de mucho valor. Lo mismo va para quien goza del conservadurismo jazzístico que para el más radical buscador del ruido. En él la saudade/paranoia de Van Beuren y Villa negocia con el tímpano recordándonos el fluir del Tao que “no busca brillar y por eso resplandece”.
La sexta canción es “Impro 3 (mi tío Anselmo no encuentra sus pantuflas)”. Pese a su libertad, se siente menos onírica que las anteriores improvisaciones. Ello funciona antes de “Retiro”, cuadro en el que Villa explota uno de sus mejores recursos: la bifonía (dos voces saliendo en tiempo real de una misma garganta).
“Nubes” parece la respuesta del guitarrista. Con ella se rompe la dualidad que se había establecido para los tracks pares (2, 4 y 6). Los desgarramientos vocales de Villa parecen ahora vencidos por la hipnosis de Van Beuren, quien combina escalas comunes con simétricas cual dedicado alquimista. “Prados I”, novena en el disco, es la primera en entregarse a un ritmo estable. Aún así, cada que avanza reduce su velocidad curvando el horizonte. Es bella. Nos hace lamentar su fugacidad. Porque sí, lectora, lector, este álbum tiene diecisiete composiciones, pero todas cortas y efímeras.
“Impro 4 (bebé Satán va a Chapultepec)”, nos devuelve a la insalubridad. Sus 49 segundos logran un cisma para la entrada de “Prados II”, que otra vez inyecta puntualidad al trabajo. Para “Impro 5 (ah, ya sé)”, el dúo regala nuevos colores. La guitarra distorsionada de Van Beuren se combina con los jadeos y erupciones sibilantes de Villa luego permutados en cascada para que llegue “Colores 7”. Gran trabajo vocal y armónico, nueva unión de antípodas. Escuchándola volvemos a la idea toral: la falta de unidad de este disco lo dota de unidad, pero gracias a que el discurso aislado de los dos artistas se mantiene diáfano, bien delimitado.
“Noticias am”, radiofónica como su nombre, es otra estampa bien balanceada. Comienza con la entropía de quien busca algo en un cuadrante radio/vocal para perderse en una suerte de reflexión matutina. “Impro 6 (que qué onda sweety)”, es apenas introducción al penúltimo ofrecimiento: “La red”, un crescendo con ostinato de guitarra que, por supuesto, culmina torcidamente en la garganta de Villa. Tiene aire, pero sufriendo entre rendijas. Presenta, digamos, una “calma chicha” que finalmente desemboca en “Whale-llaby”, canción de cuna –a la manera de la española Fátima Miranda– que concluye con vibratos vocales tipo Antony and the Johnsons. Su aire folk es perfecto para entender las posibilidades de este extraño binomio que vale la pena tener en la fonoteca de nuestra casa.
Postdata. Irresponsables como somos al describir un disco (éste y cualquier otro), creemos que hablar biográficamente de sus conocidos autores resulta peor. Ahora olvide lo dicho hasta ahora y, simplemente, visite esta liga para fascinarse con los inefables caminos de Heráclito en las Flucturas, de Cris Van Beuren y Juan Pablo Villa: vimeo.com/86334925. Buen domingo. Buena semana. Buen fluir.
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