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Chauvet-Herzog-Barceló: los sueños rescatados
Como ha sucedido con muchos de los grandes descubrimientos de la humanidad, el azar condujo en 1994 a un grupo de arqueólogos encabezado por Jean Marie Chauvet a la entrada de una cueva insospechada a orillas del río Ardèche, en el sudeste de Francia, donde encontrarían, sin proponérselo, el conjunto de pinturas rupestres más espectaculares que se hayan conocido a la fecha. En las entrañas de un laberinto subterráneo, se conservan alrededor de cuatrocientas figuras de animales prácticamente intactas gracias a que permanecieron herméticamente enclaustradas en una superficie interior de alrededor de 8 mil m². Considerado uno de los más grandes descubrimientos de la historia de la cultura universal, el hallazgo de Chauvet vino a cambiar radicalmente la historia del arte paleolítico, si tomamos en cuenta que la Cuevas de Altamira datan de 17 mil años, las de Lascaux de 20 mil y las que aquí nos ocupan alcanzan los 32 mil años, fecha nunca antes imaginada para una manifestación artística de tal envergadura.
En 2010, el extraordinario e incansable director de cine alemán Werner Herzog consigue la autorización para ingresar a las cuevas de Chauvet a filmar las pinturas para realizar un documental de una belleza inusitada que se titula La cueva de los sueños olvidados, una obra maestra que pasó de manera fugaz e inadvertida por nuestro país, pese al esfuerzo del festivalAmbulante. En esta película de 90 minutos rodada en 3D, el director alemán consigue llevarnos de la mano por un recorrido lento y misterioso a través de los distintos paneles de pinturas que muestran escenas de animales dispuestos en grupos, o figuras aisladas que conforman un repertorio de zoología de una calidad plástica nunca antes vista. A pesar de las restricciones impuestas a la filmación por obvios motivos de conservación, la lente de Herzog escudriña lentamente cada panel y nos muestra detalles increíbles en los trazos firmes, seguros y sensibles de esos artistas milenarios, cuya destreza resulta, ante nuestra mirada contemporánea, casi milagrosa.
Algunas figuras fueron esbozadas con líneas finas y delicadas mientras que otras presentan trazos más sueltos y gestuales, pero en todos los casos lo que más sorprende es la precisión del dibujo y el movimiento de los animales que el pintor logró plasmar recurriendo a la repetición de las patas, para crear la ilusión de dinamismo y vitalidad. ¡Cuántos milenios tuvieron que pasar para que Eadweard Muybridge, en fotografía, o los pintores futuristas, llegaran a la misma solución! Otro rasgo notable que se percibe con claridad en las imágenes captadas por Herzog es la maestría técnica de esos pintores que supieron usar el difuminado y la búsqueda de perspectiva para lograr sorprendentes efectos ópticos, e incluso aprovecharon la superficie rocosa para crear contrastes y volúmenes. La variedad de fauna que vamos descubriendo a través de las distintas escenas es asombrosa: osos, venados, alces, caballos, bisontes, búhos, leones cavernarios, rinocerontes, mamuts, antílopes, leopardos, lobos, extraños insectos, aves en vuelo… Un amplio repertorio que se antoja imaginario, pero que obedece a la pura realidad que captó la mirada sagaz de aquellos creadores paleolíticos.
No es de sorprender que un artista contemporáneo se maraville ante estas creaciones, como le sucedió a Miquel Barceló –el artista español más celebrado en la actualidad–, quien, como Herzog, tuvo la fortuna de visitar las cuevas en compañía del renombrado historiador del arte, el inglés John Berger. “Todo estaba ya en el Quijote. Como en Velázquez. Me pasa ahora con las pinturas de Chauvet. Todo está en Chauvet, incluso Velázquez. Es el gran descubrimiento artístico de los últimos siglos”, expresó Barceló y, como Herzog, produce también una obra maestra inspirada en Chauvet. Se trata de una joya bibliográfica editada por Planeta con el título Barceló-Chauvet. Cahier des félins, que es un libro de autor de impecable confección artesanal y reúne reproducciones facsimilares de hermosas interpretaciones de algunos animales de las cuevas realizadas en acuarela por el pintor mallorquín, acompañadas de textos de Berger y de los descubridores franceses.
Se dice que Chauvet es la Capilla Sixtina de las pinturas rupestres. Herzog y Barceló ponen al alcance de nuestra mirada ese prodigio de la Antigüedad que nos remite a la concepción original del arte como vínculo con lo sagrado, y acaso nos devuelve la ilusión de pensar que sólo la belleza –como decía Dostoievsky– salvará al mundo.
Herzog y Barceló rescatan los sueños de aquellos remotos artistas anónimos olvidados en una cueva milenaria y les dan vida en la pantalla y en el papel.
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