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Las treguas violentas de Gabriel Figueroa
Nuevas directrices para los tiempos de paz, del dramaturgo brasileño Bosco Brasil y dirigida por el mexicano Gabriel Figueroa Pacheco, es un diálogo sobre la violencia a través de dos personajes irreconciliables. La exhibición de la incomprensión nos enmudece porque gradualmente se construyen la exclusión, la sospecha y el prejuicio, como resultado de la defensa ciega de un conjunto de “principios” que en realidad son etiquetas poderosas, juicios inflexibles y criterios inamovibles sobre el Otro, sobre la condición humana.
Figueroa escogió una obra que tiene múltiples representaciones en escenarios latinoamericanos, como lo tuvieron en su momento Pedro y el Capitán, de Mario Benedetti, y La muerte y la doncella (1990), de Ariel Dorfman. Ambas obras marcaron una posición frente a la memoria, la tortura y las consecuencias político-sociales de la persecución.
En esta versión de los vínculos entre la superioridad y la pobreza, entre la extranjería y el mundo habitual de las costumbres inmóviles, predomina un sentido moderno de la discriminación, así como un combate verbal y corporal que incorpora toda la tradición anterior pero que reconoce como uno de sus ejes la frontericidad, el racismo, la fobia hacia los extranjeros que, en muchos espacios sociales, ha logrado ser detenida al poner en evidencia esa aunque ridícula contienda cruel.
Julien Le Gargasson y José Antonio Falconi |
Para representar ese duelo terco, esa violencia sin sentido, y estúpida, está José Antonio Falconi, estupendo interrogador que responde al nombre de Segismundo; del otro lado, en el de la fragilidad y la deriva, está Clausewitz, interpretado por Julien Legargason.
Si el Uruguay que amanece en los años ochenta está presentido por Benedetti, mientras el Chile de Dorfman está en su dramaturgia, aquí lo que se juega es una intersubjetividad, con dos viejos escenarios espirituales, acerbos, personales, que se han turnado las elecciones en la Latinoamérica de este siglo. Es un juego donde reaparecen, argumentales, Getulio Vargas y Hitler.
Escrito en 2002, el texto es un producto reflexivo sobre los atentados contra las Torres Gemelas y la llegada de un refugiado polaco a Sudamérica, en su intento por escapar a los horrores de la segunda guerra mundial.
En 1979, Mario Benedetti escribió Pedro y el Capitán, obra que recorrió el mundo y encendió una intensa reflexión sobre la dualidad de quien castiga y quien recibe el daño; un ejercicio espléndido que pone en escena la dialéctica del amo y el esclavo, descrita como parte de un conjunto de construcciones resultado de una violencia radical, vivida por su país y por Argentina en los años '70 y '80.
La obra de Dorfman es una de las más representadas no sólo en Chile sino en todo el mundo. Detrás de esta puesta en escena del dolor está la pseudomemoria de un hombre que cree haber torturado a una mujer, con la que sostiene un diálogo precisamente sobre esa clase de directrices que se construyen en y para los tiempos de paz, mismos que se recorren en este montaje. En La muerte y la doncella se trata específicamente de Chile, es decir, de todas las imperfecciones que tuvo la transición democrática.
Cada una de las obras muestra la teatralidad casi innata del diálogo entre la víctima y el verdugo; su inscripción escénica es aquí lo que cuenta, la corporalidad que se adueña del espacio en confrontación coreográfica y vocal entre dos actores dotados de una gran capacidad de matizar y distinguirse uno del otro, a pesar de que la distancia entre ellos significa también la semejanza que no pueden evadir.
Gabriel Figueroa tiene una larga trayectoria como un director imaginativo y arriesgado, que se caracteriza por un innovador trabajo sobre lo escénico. En el caso de este montaje, lo que verá el espectador es un enorme manejo de lo monocromático, como si se tratara de un cuadro intensamente expresionista, pero con la exquisitez de un trazo al carbón que apenas se apoya sobre la hoja.
Isabel Benet: conjurar la violencia
Renacimiento en el súper, de Isabel Gómez Benet, dirigida e interpretada por ella misma, esculpe un personaje que tiene como eje anecdótico la firma de su divorcio, hecho que la pone a reflexionar sobre sus aventuras como perfumista y “su transformación erótica en los pasillos del supermercado”. Una obra viva de una actriz vital, que sin tregua le hace la guerra a la violencia doméstica. Dos lunes más en la Sala Julián Carrillo de Radio unam a las 20:00 horas; entrada libre.
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