Se horrorizó cuando él mismo fue y lo vio con sus propios ojos.
Tanto desfalco, tal miseria, cómo iba a imaginarlo.
De inmediato giró órdenes, una tras otra,
verificó, condenó, castigó, para corregir
en algo,
para contener en algo la situación.
Los demás, los de arriba, por supuesto se
enteraban regularmente de las noticias.
Del celo del nuevo y flamante gobernador
su impetuosa vocación de benefactor y proba administración
en favor de los pobres, etcétera.
Pero no se preocuparon. “Ya se le pasará”, dijeron,
“y si no se le pasa
y ahora hace como si no supiera,
lo sustituimos, lo despedimos,
a fin de cuentas lo desaparecemos.
Por tanto lo mismo nos da si se le pasa
o si no se le pasa.”
La verdad es que sí se le pasó y más que eso.
Ni hacerlo a un lado fue necesario
tampoco por supuesto –¡al pobre!–
desaparecerlo.
Ahora asciende ágilmente y tiene un futuro brillante.
Véase La Jornada Semanal, núm. 780, 14/II/2010
Versión de Francisco Torres Córdova |