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Saki, el cuentista
Ricardo Guzmán Wolffer
A pesar de la fama de Hector Hugh Munro (Birmnia, 1870- Francia, 1916), poca gente lo conoce. Casi todos sus lectores lo identifican como Saki. Hay varias versiones sobre el origen de tal apodo: el más adecuado para la temática burlesca del autor, es que se trata de un mico. Nacido bajo el Imperio Británico en la era victoriana, donde el doble discurso y la opresión moral sobre las colonias estaba en su peor momento, recibió casi toda su educación en Inglaterra. Muchos de sus biógrafos mencionan su carácter amargo debido a la dificultad que tuvo para sobrellevar la instrucción académica, lo cual nadie supondría al leer sus muchos cuentos. Para quienes insisten en que la risa es un mecanismo de defensa contra la vida cotidiana y sus difíciles retos, Saki parecería corroborar tal teoría, pues todos sus textos traslucen una mirada lúdica y una concepción crítica del universo para evidenciar que las formas son una necedad social, pues mucha etiqueta no garantiza ni salud ni bienestar, menos alegría; y lo asienta divirtiéndose a costa de sus personajes y de la realidad que representan.
Saki es uno de los mejores cuentistas de su tiempo. No sólo por prolífico, sino por el sorpresivo efecto que logra en cada creación, donde también hay una crítica a la sociedad victoriana que padeció, tanto en su país natal como en la isla británica: el asombro como recurso literario. Son muchos los cuentos notables de Saki. Mencionaremos sólo algunos.
Probablemente el más publicitado sea “La ventana abierta”, donde una niña engaña al visitante al hacerle creer que su tía está loca por la pérdida de su esposo e hijos, y que en sus fantasías de dolor los espera con la ventana abierta, como si pudieran volver del más allá. Cuando los parientes efectivamente llegan con su rastreador, la infanta le hace creer al aterrorizado invitado que son fantasmas. Al salir despavorido el convidado, la familia se cuestiona la causa de tal huida. La niña les cuenta que él ha vivido días terribles al haber quedado atrapado en una tumba con perros rabiosos acechándolo y que ver al can lo ha trastornado. El texto cierra con el famoso: “La fantasía sin previo aviso era su especialidad”, para mostrar que esa aparentemente inofensiva niña es capaz de inventar cualquier cosa. Lo curioso del cuento no sólo es la forma en que el visitante cree a ciegas en lo relatado por la pequeña, sino cómo llega con carta de presentación a esa casa, por establecer su necesidad de relacionarse socialmente como parte de una cura contra la depresión (como el autor, dirían varios). El cuento, además del eficaz e inesperado desenlace, conlleva un señalamiento para aquellos victorianos que eran incapaces de tolerar la depresión derivada de las supuestamente útiles y rígidas normas sociales.
Los textos de Saki muestran varios blancos favoritos. Si existiera la figura del bulliyng literario, este misógino sería de los grandes. En varios cuentos las mujeres son puestas como seres con mínimo control emocional. En la “La reticencia de Lady Anne” el marido hace todo lo posible por quebrar el silencio en que se ha sumido su cónyuge, dando por hecho que, como ella gusta de hacer berrinchazos silentes, simplemente no le habla para molestarlo y evidenciar su enojo y su repudio a él. Después de muchas promesas e intentos, se va cierto de que ella no volverá a hablarle. Y así es, pues la mujer lleva dos horas muerta y el hombre no se ha dado cuenta. En “El sexo que no compra” se burla de la capacidad contemplativa de las mujeres en las tiendas, donde terminan por no comprar a pesar de haberse probado y visto decenas de prendas; también menciona cómo las mujeres consumen productos que se venden lejos, como si entre mayor fuera el recorrido para encontrarlos, mejor fuera el objeto. En “Reginald en Rusia” se burla de las mujeres ceremoniosas y dice que, cuando una de ellas llegue al cielo, le dirá a San Pedro: “Le ruego me presente al Buen Dios” y una vez frente a Él, le dirá: “Hablamos de usted con frecuencia en la iglesia de la calle Millionaya”, a lo que el interlocutor terrenal le contesta: “Sólo los viejos y los clérigos de las Iglesias establecidas saben cómo mostrarse displicentes con gracia.” En “Enemistad mortal en Toad-Water” dos mujeres se pelean por una gallina y por ello toda la familia se enfrenta, incluso niños y animales. “La calma en la desgracia no es un atributo ni de las gallinas ni de las mujeres”, explica el autor, y añade: “La señora Crick tenía una extensa familia y estaba, por tanto, autorizada a los ojos del mundo para tener poca paciencia.” Como burla añadida a las supuestas practicantes de la religión, dice de la pelea: “Sus pensamientos se materializaron en un lenguaje ‘impropio de una mujer cristiana.’” Y como para las peleas entre mujeres sirve más recordar los malos momentos familiares, como si eso demeritara a la fémina, las peleoneras acudieron a la “cálida memoria: cuando todo se desvanece volamos hacia ti”.
Otro blanco de sus cuentos es el hombre tonto. En “El sanjak perdido” un hombre toma el lugar de otro para fingir la propia muerte, pero es acusado del asesinato de sí mismo. Al ser detenido pretende acreditar su verdadero nombre, pero es cuestionado sobre asuntos de geografía, la localización de la provincia de Novibazar, pues se le tenía por erudito del tema. Al no recordar el lugar de tal región, pierde la posibilidad de demostrar su identidad y es ejecutado. Bueno, un olvido geográfico cualquiera lo tiene.
Abarcar toda la obra de Saki, como lector, es una obligación que se desprende del placer de la primera lectura. La sensación es la de entrar a un dulce país de sorpresas literarias donde lo mismo veremos muertes, torturas o, simplemente, respuestas y descripciones ingeniosas, que nos llamarán a seguir leyendo a este autor de mirada triste e inteligente.
Como una peculiar ironía, en los dibujos japoneses animados (manga y ánime) un personaje femenino adolescente que ve el aura también se llama Saki: una burla que el autor habría apreciado.
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