Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
El Estado nos debe
No nos ahorra los muertos; sí las explicaciones. No nos ahorra el dolor; sí la justicia
Francisco Segovia
Dos poemas
Tasos Livaditis
Arte, matemática y verdad
Antonio Martorell
Me llaman desde acá
Hjalmar Flax
Los caminos de Graham Greene
Rubén Moheno
Una cita con el general
Graham Greene
Viajero del éter
Iván Farías
Leer
Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Corporal
Manuel Stephens
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
Jorge Moch
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Manuel Stephens
Lustros de danza en el pba
La danza arribó al Palacio de Bellas Artes (PBA) dos días después de su inauguración con la obra La verdad sospechosa, de Juan Luis de Alarcón, en la que participó la actriz María Tereza Montoya. El encargado para abrir este teatro al arte del movimiento, el 2 de octubre de 1934, fue una de las compañías más importantes de la época: el Ballet Ruso de Montecarlo, propiedad del coronel Vassili de Basil.
A partir de entonces, los diferentes géneros dancísticos –clásico, moderno, contemporáneo y tradicional– han sido habitantes constantes del PBA, lo que no ha sucedido con el teatro, por ejemplo.
Para celebrar el 75 aniversario de este recinto se publicó una colección que recupera puntualmente la información de los espectáculos que se han presentado ahí. La investigadora que se hizo cargo del volumen sobre danza es Margarita Tortajada. Es complicado reseñar un libro de más de ochocientas páginas e, incluso, Tortajada señala en la introducción que para este trabajo, que personalmente calificaría de monumental: “Fue imposible ser exhaustivo por razones de espacio; muchas crónicas y críticas quedaron fuera de este libro. Sin embargo muestra un panorama de la danza que ha visitado el PBA; los diferentes géneros, los momentos históricos en que predominaron unos sobre otros y la diversa aceptación a lo largo del tiempo; las compañías y bailarines más festejados; los éxitos y fracasos más sonados; la censura; los apoyos obtenidos; los gustos y modas, así como la permanencia de obras y creadores; el lenguaje empleado por los cronistas y críticos, sus estilos, cambios y profundidad de descripciones y análisis. Todo ello es testimonio de la danza y del Palacio de Bellas Artes.”
Si bien es prácticamente imposible cubrir lustros de historia en un solo volumen, 75 años de danza en el Palacio de Bellas Artes. Memoria de un arte y un recinto vivos (1934-2009) es una obra que sorprende por su compromiso con la documentación a profundidad. En ella se recuperan una a una las compañías que se presentaron, el programa que bailaron y todos los créditos de sus integrantes, así como textos críticos y crónicas de la época, lo que la convierte en un inmejorable texto histórico, para los interesados, o de consulta.
En 75 años de danza se recuperan documentos tan importantes como la única ponencia sobre danza, presentada por Carlos Mérida, en el congreso de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios en 1937. El texto de Mérida aún está influenciado por tendencias nacionalistas, pero conserva actualidad hasta hoy: “Como toda forma de expresión humana sujeta a desarrollo y evolución, la danza ha pasado por diferentes ciclos manifestativos que entrañan diferentes etapas técnicas, necesarias a la expresión de cada época; estas sustentaron diferentes contenidos ideológicos que llegaron a su clímax mientras la técnica estructuró debidamente la tesis.”
Margarita Tortajada |
No podían faltar las impulsoras de la danza moderna en México: Waldeen y Anna Sokolow. Sobre la primera un crítico afirma: “Waldeen encarna, para mi gusto, el espíritu moderno, sobrio, innovador. Es una bailarina que logra, en sus pasos, realizar plásticamente lo que apenas han entrevisto algunos pintores audaces.” Respecto a la Sokolow se puntualiza: “Es, por esencia, una bailarina dinámica. Pero entendamos: dinámica no en el sentido de que ella considera el baile como una sucesión de movimientos gimnásticos, fríos, mecánicos, sin sentido, sin alma; sino, antes bien, porque poniendo el baile en primer término, y partiendo del baile para interpretar y expresar, a él subordina la actitud, el gesto, y no disocia éstos de aquél.”
Posteriormente a esta primera etapa vendrá el trabajo de coreógrafas como Josefina Lavalle, Ana Mérida y Guillermina Bravo, entre otras, esta última ha sido –en mi conocimiento– la única que ha sido censurada en el PBA cuando en 1954 la obra Rescoldos tomaba una postura crítica frente a los políticos que, surgidos de la Revolución, se habían aprovechado de su posición.
Por el PBA han transitado figuras y compañías importantísimas para la danza nacional y mundial: Martha Graham, Doris Humphrey, José Limón, Merce Cunningham, Maurice Béjart, Paul Taylor, entre muchos más. Además ha abierto sus puertas a la danza contemporánea del país principalmente desde la celebración del entonces Premio Nacional de Danza y la temporada Imágenes en Movimiento.
Esta investigación de Tortajada es ya una obra fundamental para entender el devenir de la danza en México.
|