Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
El Estado nos debe
No nos ahorra los muertos; sí las explicaciones. No nos ahorra el dolor; sí la justicia
Francisco Segovia
Dos poemas
Tasos Livaditis
Arte, matemática y verdad
Antonio Martorell
Me llaman desde acá
Hjalmar Flax
Los caminos de Graham Greene
Rubén Moheno
Una cita con el general
Graham Greene
Viajero del éter
Iván Farías
Leer
Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Corporal
Manuel Stephens
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
Jorge Moch
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Viajero del éter
Iván Farías
¿Puede una historieta tener el peso específico para volverse un referente nacional? Ya no digamos una historieta, ¿puede la Historieta toda volverse un referente que aglutine la identidad de un país? De entrada suena descabellado que un personaje de ficción serializado pueda tener este peso específico, cuando menos si lo vemos desde nuestra perspectiva; pero la historieta en el mundo ha venido a recordarnos que los “monitos“ son más que productos desechables. Para dar un ejemplo nacional, antes de que la industria del cómic de nuestro país fuera destripada por los propios empresarios y creadores, El Santo, una revista atómica tenía tal penetración que a su guionista José G. Cruz se le ocurrió que el Santo volara, para lo cual ideó ponerle un cohete en la espalda. El problema vino cuando el verdadero Santo, el de carne y hueso, hizo su arribo al ring y no pudo volar, por lo que fue abucheado y perseguido en alguna perdida arena de provincia.
En el caso de El Eternauta, la historieta nodal de Argentina, creada hace ya más de cincuenta años por el guionista Hugo Germán Oesterheld y el ilustrador Francisco Solano López, ha tomado derroteros que ninguno de los dos involucrados había podido prever. En un principio fue creada para poder tener un ingreso. Una historia serializada prometía tener un trabajo constante y dinero en el bolsillo. Pero, poco a poco, el planteamiento inicial de un grupo de amigos varados en una nevada mortal fue girando hacia una historia épica que involucraba al mundo entero.
Los creadores argentinos hasta ese entonces realizaban tramas que sucedían en “sitios neutros”; es decir, en lugares que se parecían lo más posible a las tramas estadunidenses. El Eternauta por el contrario, está totalmente ubicado en el contexto bonaerense. Los protagonistas viven en las afueras del gran Buenos Aires, juegan truco (un juego de cartas muy platense) y beben mate. Son hombres comunes que escuchan la radio y se divierten. No son ex militares, policías; son torneros, choferes, maestros; son un héroe colectivo, no individual. Las calles de Buenos Aires se presentan como el escenario donde ellos van a repeler la invasión de los Ellos. Se atrincheran en el estadio del River Plate, caminan por Rivadavia y lloran al encontrar Corrientes destrozada.
Aunque muchos han querido encontrar metáforas directas en la trama de la historieta a eventos acontecidos antes o durante su realización, lo cierto es que no hay tales. Únicamente se respira ese aire de desolación de verse atrapados y a merced de la tragedia. Los cascarudos, los hombres robots, dos de las armas extraterrestres con los que son atacados los seres humanos, son sólo leva manejada por otros titiriteros llamados Mano. A fin de cuentas, los verdaderos artífices de la invasión, los Ellos nunca darán la cara. Argentina y el mundo entero quedarán a su merced.
Oesterheld, hijo de padre judío alemán y madre española, era un sujeto que devoraba libros y vivía con la pulsión política en la piel. La mayoría de sus amigos eran anarquistas en el exilio, artistas o intelectuales. Por eso, en lugar de decantarse hacia la literatura, decidió escribir guiones de cómic, porque pensaba que de esta manera sus posturas sociales tendrían mayor difusión. Lo cual, a la postre, le traería problemas con la junta militar que en ’76 llegó al poder y creo el eufemismo de “Proceso de reorganización nacional” para llamarle al genocidio de miles de argentinos que disentían de sus ideas de limpieza racial y reeducación. Los Mano tomarían el poder y su más visible ejecutor sería Videla. Los Ellos, claro está, no serían visibles.
Para 1969, El Eternauta ya se había terminado y su leyenda se esparcía por todo el país austral. Después de leer el episodio los niños salían a ver si las calles seguían en pie. Por tal razón la revista Gente le comisiona a Hugo Oesterheld y a Alberto Breccia lo realicen en una nueva versión. Para ese entonces las posturas ideológicas de Oesterheld se han radicalizado al grado de volverse simpatizante y amigo de los grupos Montoneros. (Montoneros por aquella frase de que “los pobres vienen a montones”). Cosa que su esposa, Elsa Sánchez, siempre cuestionó porque sentía –y siente– que el socialismo tampoco era una salida.
Para esta versión, Oesterheld cambia a Mosca, el personaje que aligeraba la tensión con su vis cómica, y plantea abiertamente que las potencias del norte han pactado con los invasores para dejar a su suerte al sur empobrecido. Además, el dibujo poco comercial de Breccia, pero genial, todo lo cual hace que la historia sea reducida y censurada.
Con la llegada de Videla al poder, Hugo Germán Oesterheld es “desaparecido”, no sin antes hacer lo mismo con sus hijas Beatriz (de diecinueve años), Diana (de veintitrés), Estela (de veinticuatro) y Marina (de dieciocho). Según los informes del Centro Nacional de Desaparecidos, la crueldad en su encierro no cesaba. Además de las torturas, lo obligaron a escribir la biografía de José de San Martín, y poco antes de que lo asesinaran le mostraron las fotos de sus hijas muertas. El viejo, a pesar de eso, no paraba de escribir, según cuentan varias de las personas que lo conocieron y sobrevivieron a la tétrica Escuela Mecánica de la Armada.
El Eternauta en Argentina tomó tal relevancia que la imagen de Juan Salvo, uno de sus más destacados protagonistas, enfundado en el improvisado traje para evitar la nevada mortal, se ha convertido en un afiche reiterativo que lo mismo es grafiteado con stencil por las calles, que utilizado en la campaña presidencial del fallecido Néstor Kirchner (quien salía vestido con el mismo traje). O como el premio especial que otorga radio y televisión argentina, que es una esculturilla del personaje hecha en bronce. Premio que han recibido la actual presidenta del país austral, Cristina Fernández de Kirchner, y destacados comunicadores. Además, una estación del Metro en la línea B de Buenos Aires tiene un dibujo de Breccia hecho sobre sus azulejos.
La historieta tuvo varias continuaciones. Dos de ellas oficiales y varias realizadas con el fin de obtener algo de dinero explotando el nombre. Por eso es motivo de fiesta que la Editorial RM edite en nuestro país una edición de lujo con El Eternauta original tomado directamente de la revista semanal Hora Cero, en donde se respetan hasta los anuncios de la época. Que Juan salvo siga viajando por las realidades reuniendo lectores ahora de manera oficial en nuestro país.
|