Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 3 de abril de 2011 Num: 839

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

El Estado nos debe
No nos ahorra los muertos; sí las explicaciones. No nos ahorra el dolor; sí la justicia
Francisco Segovia

Dos poemas
Tasos Livaditis

Arte, matemática y verdad
Antonio Martorell

Me llaman desde acá
Hjalmar Flax

Los caminos de Graham Greene
Rubén Moheno

Una cita con el general
Graham Greene

Viajero del éter
Iván Farías

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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CUANDO EL ARTE MOVÍA LA GUERRA

RICARDO GUZMÁN WOLFFER


Riña de gatos,
Eduardo Mendoza,
Edit. Planeta,
México, 2010.

Uno de los escritores españoles contemporáneos más entrañables a los seguidores del humorismo es Eduardo Mendoza, con su trilogía sobre el detective sin nombre que lucha a brazo partido contra los oponentes más peculiares (El misterio de la cripta embrujada, 1979; El laberinto de las aceitunas, 1982; y La aventura del tocador de señoras, 2001), y aun cuando esa vena aparece en otras obras (Sin noticias del Gurb, 1991, o El asombroso viaje de Pomponio Flato, 2008) ha logrado que se encuentre escondida, casi imperceptible, en su reciente obra, Riña de gatos, donde se habla de la situación en Madrid en 1936, antes de la subida de Franco al gobierno español. ¿El pretexto? La identificación de un cuadro, en apariencia del pintor español Velázquez (para muchos el mejor en la historia de aquel país) hasta entonces desconocido. A quienes desconozcan su obra anterior, La ciudad de los prodigios (1986), podría sorprender la calidad en la recreación de la ciudad de Madrid, pues uno de los logros de esta nueva obra de Mendoza es presentar al Madrid envuelto en los conflictos entre militares, fascistas, anarquistas, comunistas y varios más; y todo en medio de una clase baja que mira con escepticismo el devenir de los gobiernos entre los grupos de poder que terminan por parecerse. La mirada sobre España y su gente, donde los resabios de la monarquía, con sus grados nobiliarios, no logra evitar adentrarse en la publicitada algarabía española, con su taurofilia y el gusto por comer y beber sin miedo al colesterol y cosas peores.

Entre esos escenarios logrados, Mendoza presenta figuras románticas (perdidas ante el destino, fatales por vocación o, simplemente, víctimas de todas las injusticias) y en romance que dan un giro de cercanía a la trama por momentos purista en cuanto a la concepción de la obra de Velázquez y sus implicaciones nacionalistas. Entre los comentarios sobre la vida del pintor, podemos suponer una análisis, quizá menor pero eficaz, en cuanto a que el arte, y no la política, lo que puede dar identidad a un país en conflictos derivados de una experimental democracia liberal, a la que, dice uno de los personajes, “la historia no nos ha preparado”. Los pocos lugares donde parecen hermanarse aristócratas y peladaje es en las tabernas, cafés y cantinas, donde “con la misma ligereza que se mira, se olvida”. Empero, los nobles se suponen diferentes: “los burgueses tienen dinero; los aristócratas tenemos privilegios”. Una discusión que podría trasladarse a México, donde esa “aristocracia”se ostenta a partir de fortunas demenciales obtenidas al amparo de cargos públicos. Y en esa lucha de poder, entender el fenómeno de la milicia es relevante, pues ésta nunca se constituye como unidad, sino como grupos dispersos, como bien lo vimos en la revolución institucionalizada, donde apenas se logró dominar a esa hidra que aún hoy muerde. Un libro eficaz que nos recuerda por qué Mendoza tiene un lugar prominente en las letras españolas contemporáneas.


CUANDO EL FUTURO ESTÁ PRESENTE

JORGE GUDIÑO


Tan cerca de la vida,
Santiago Roncagliolo,
Alfaguara,
México, 2010.

La tecnología es un tema recurrente en nuestros días. No sólo por la extraña fascinación que nos provoca cada nuevo dispositivo ni por la relativa facilidad que tenemos para apropiarnos de pequeños aparatos que hacen cada vez más cosas. También se discute acerca de los grados de dependencia que generamos frente a tales dispositivos y se cuestionan asuntos relativos a la moralidad que entraña el desarrollo tecnológico. Incluso, existe un constante debate acerca de los beneficios y perjuicios que el uso de la tecnología conllevan para los individuos. Así, no es extraño encontrarse con defensores a ultranza de cuanto gadget se aparezca en nuestro entorno o con posturas recalcitrantes que los condenan como los causantes de la atrofia cerebral tan en boga en estos días.

Como suele ser común en los casos en los que el presente no alcanza para ser analizado con la objetividad de la distancia, la literatura suele remplazar a la realidad y lleva a cabo experimentos con ella. Tan cerca de la vida es uno de ellos.

Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) hace un planteamiento que podría resultar simple: Max es un empleado gris de una gran compañía dedicada a la inteligencia artificial. Sin que queden del todo claras las razones, es invitado a la convención de la empresa. Lo extraño no es que alguien con un nivel tan bajo como el suyo esté en medio de diseñadores y visionarios, sino que Kreutz, el presidente del consorcio, lo trate con especial deferencia.

Así, pues, Max estará inmerso en el mundo hipertecnologizado de un Tokio muy parecido al actual. El contraste de realidades es inmediato. Frente a los robots y humanoides que deambulan en el ambiente aséptico del hotel, las aglomeraciones de personas avasallan el exterior. Son dos mundos disímiles y complementarios. Y en ambos Max se siente fuera de sitio. Su única salida es Mai, una camarera con la que entabla una extraña relación sin palabras.

Tan cerca de la vida no suena tanto a predicción como a alto en el camino. Los personajes son solitarios en un mundo en el que reina lo masivo. Los asistentes personales electrónicos saben más de la persona que ella misma, incluso son capaces de anticipar los deseos. Y, pese a todo, existen escapes. Como suele ser común con las novelas de Roncagliolo, éstos vienen de la mano de rupturas en la personalidad de los protagonistas. Así, el que aparece apocado y gris, con una historia dolorosa en el pasado, se convierte en un amante violento y exigente.

Tan cerca de la vida es una novela poderosa gracias a los matices. Los mismos que consiguen crear un relieve dentro de un mundo que, a fuerza de ser gris, parecería contener sólo historias planas. Una vez sometido a la dictadura de este mundo, el lector tendrá ocasión de ver cómo los monstruos se van despertando para encajar cada una de las piezas que, en sí mismas, resultaban insípidas. Lograrlo sin caer en los lugares comunes, corriendo el riesgo de ser descubierto en cualquier cambio de página, hace que la lectura de la novela bien valga la pena.